Lo advierten hasta las instancias judiciales, hartas de toparse a diario con las mismas historias. Lo reconocen los propios policías, aquellos que se alejan de los discursos oficiales porque se enfrentan con la realidad de las detenciones a pie de calle. La suspensión de las penas carcelarias por la expulsión al vecino país de aquellos marroquíes que han cometido delitos no está siendo la fórmula ideal sino que, más bien, se está convirtiendo en una estrategia aprovechada por los delincuentes difícil de controlar. Los casos están ahí: historias protagonizadas por individuos que han sido castigados con la expulsión, que tienen orden de prohibición para entrar en territorio español, pero que terminan apareciendo en el lugar más cercano que tienen, y ese es Ceuta. Al final terminan siendo detenidos porque se ven involucrados en otros delitos, integrando un círculo vicioso difícil de controlar. Los hay también que optan por la reincidencia para evitar, precisamente, ser expulsados a su país, acumulando tal número de detenciones que les garantice prisión española y no la de su tierra... que ya han leído lo que cuenta la ONU de lo que se ve por allí.
Con este panorama nos estamos topando sin que parezca que se pueda buscar una solución. De nuevo aparece la palabra famosa: especificidades. ¿Cabría buscar una especificidad en las leyes para este tipo de situaciones?, ¿cabría poner remedio a una situación que parece ya una broma al sistema judicial y policial?, ¿es normal que un policía detenga hasta tres veces a la misma persona en una semana?, ¿consideran lógico que alguien condenado a 10 años de expulsión por una tentativa de homicidio no haya cumplido ni siete días al otro lado de la frontera?
Estas situaciones deben desmoralizar a los mandamases del sistema, porque demuestran que no funciona y que, más triste aún, con las deficiencias existentes, no va a funcionar.
Hubo quienes no entendieron el mensaje sobre la ‘flexibilidad fronteriza’ lanzado por Pacoantonio en su charla sobre seguridad ofrecida en el PP. Quizá para entenderlo no haya que mirarse al ombligo, sino sacar la cabeza y contemplar sencillamente lo que está pasando, qué sistemas de control tan ineficaces tenemos o cómo nuestra propia forma de organizar hace aguas por todos lados porque nosotros mismos hacemos los agujeros.
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