La que nos espera

No estamos en campaña oficial, pero llevamos meses enfrascados en la misma. No hemos asistido a la tradicional pegada de carteles, pero desde hace tiempo los partidos están escenificando una serie de discursos agresivos que solo persiguen obtener su cuota de poder. Los votantes asistimos a un espectáculo grotesco, en el que vemos cómo quienes aspiran a obtener representación hacen lo posible por ejemplificar maniobras más propias de burdos engaños. Ahora, con el auge de las redes sociales, la situación se dispara. Todo vale, desde difusión de mensajes falsos hasta agresiones verbales continuadas en forma de memes. Los ciudadanos asistimos a un espectáculo que tiene una única consecuencia: el desapego político, la extensión de esa pensamiento errático reducido a la cuestión de por qué ir a votar.

Las dudas son las auténticas enemigas de un sistema democrático que se han ido cargando entre todos. Si el ciudadano rechaza el respeto a lo que supone la acción de acudir a las urnas es porque alguien se ha encargado, con su actitud, de cansarle, de hartarle, de subir una cima más en la montaña de los despropósitos.

Enganchar al ciudadano, hacerle entender lo que vale su voto debería ser el único fin de campaña

Razonen, piensen y valoren qué tipo de actitud están teniendo de cara a enganchar al ciudadano, de cara a hacerle entender que hay salida a situaciones terribles, a los problemas que soportan en silencio las familias, a una crisis que ha hundido negocios, a esa desesperación que ha llevado a una situación extrema a muchos españoles.

La ciudadanía está cansada de asistir al espectáculo de enfrentamientos de las formaciones

El ‘tú más’ o las promesas falsas de nada valen para enganchar a una ciudadanía que amenaza con una de las más elevadas abstenciones. Ese es el reto, hacer que la gente salga de sus casas y acuda a votar. En conseguir que la democracia funcione deberían estar orientadas todas las fuerzas, no en vender discursos que solo buscan afear a unos y a otros para, en el fondo, jugar todos a la misma partida del desengaño.