Explicar el terrorismo acudiendo a las duras condiciones de vida de un barrio y a sus índices de marginalidad es, en el mejor de los casos, un argumento falaz. Es cierto que un barrio con bajos niveles de empleo, alto fracaso escolar y graves deficiencias socioeconómicas es un buen conductor para el afloramiento de actos delictivos y de conductas asociales, pero el terrorismo es otra cosa, el terrorismo necesita de un factor determinante y ajeno que transforme a personas normales, en criminales por una causa. De barrios como las tres mil viviendas sevillanas pueden surgir delincuentes pero no terroristas. En el caso de la barriada de El Príncipe ese factor condicionante es la religión, más en concreto, el rigorismo religioso. Al igual que el terrorismo etarra surge del nacionalismo vasco de corte racista, que cosifica a los “maketos” y los considera prescindibles, el terrorismo islamista surge de las corrientes más rigoristas e integristas del islam. Por supuesto que no todos los integristas islámicos son terroristas, como tampoco lo son todos los nacionalistas vascos, pero sí que todos los terroristas islámicos son integristas y todos los terroristas vascos son nacionalistas. Las detenciones de varios ceutíes, afincados en esa barriada, como acusados de promover el yihadismo, son la expresión última del crecimiento en nuestra ciudad de las versiones más rigoristas e integristas del islam. Ya sabemos por la historia, que cuando se encuentran en pugna una corriente moderada con otra más radical, esta última termina imponiéndose ya que no duda en utilizar la coacción o el control social, para alcanzar sus objetivos. En la última década se han ido imponiendo estas versiones radicales entre una porción cada vez más amplia de la comunidad islámica ceutí, algo que se observa fácilmente en toda la simbología relacionada con la vestimenta y el aspecto físico, en el crecimiento exponencial del hiyab, en las modas masculinas importadas de lugares como Afganistán o en el crecimiento del número de niños que acuden a ciertas madrasas. Los conflictos y las tensiones de carácter religioso con el resto de ciudadanos (carnavales, niñas veladas, protestas por carteles publicitarios, imposición de horarios) han crecido y se han agudizado en los últimos tiempos al ritmo de una población que no tiende a la secularización sino a la reafirmación religiosa.
A los servicios policiales y de información, como es lógico, lo que les preocupa en mayor medida es la presencia de estos supuestos yihadistas y sus posibles acciones, a los políticos y a la mayoría de los medios de comunicación, empeñados en tratar a los ciudadanos como menores de edad, les preocupa que no confundamos islam y terrorismo, y a mí, personalmente, me preocupa el crecimiento de sectas y corrientes rigoristas mimadas por las administraciones que están haciendo cada vez más difícil la convivencia entre personas de diverso credo en un espacio social tan reducido como el de Ceuta. Los yihadistas son unos pocos, una minoría, la punta del iceberg de un problema mayor que se encuentra debajo, el del rigorismo e integrismo religioso, un problema que no tiene solución solo con medidas policiales. Sirva como símil recordar, que lo que echó a pique en un par de horas a un barco como el Titanic no fue la punta del iceberg, sino la masa de hielo que se encontraba debajo del agua.
* Colaborador de COPE Ceuta.
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