La primera Laureada de Regulares (I)

En la Sala de Laureados del Museo Específico de Regulares, se percibe una atmosfera distinta al resto de las salas, un cierto aroma extraño que nunca llegamos a identificar. Es una sensación de que el tiempo se detuvo de repente, como la vida de los rostros que llenan este espacio. Estamos en un sancta sanctorum, un mundo transcendente donde se rinde culto al honor, al valor heroico y muy distinguido. Aquí están las fotografías de los 51 laureados individuales y los 206 medallas militares; vemos sus rostros, algunos con apenas diecinueve años, que alcanzaron la muerte con la abnegación de quien se sacrifica a sí mismo como virtud de servicio a España y que otorgaron a los Grupos Regulares el orgullo de ser la unidad más condecorada de las Fuerzas Armadas españolas.
Hubo un día en el que todos esos guiones y banderas allí expuestos, ondearon a un viento henchido de sacrificios, de abnegaciones, donde no había más protección contra las balas que las humildes chilabas y kandoras. La victoria entonces tenía el mismo color del tarbuch, pues la mayoría de las veces teñía los uniformes de los de la media luna junto con la tierra africana, que en postrero abrazo los recibía. El Museo es uno de esos últimos refugios para la Historia con mayúsculas, pues está escrita con la tinta más preciada: la sangre de sus héroes.
Una gloriosa estela que comienza con la primera Laureada y quizás la más importante, la obtenida el 15 de mayo de 1912 por el Teniente de Caballería D. Jaime Samaniego y Martínez Fortún, en la gloriosa acción de Kaddur.
El Teniente Samaniego murió heroicamente cumpliendo su deber en una carga gloriosa y decisiva, a lomos de su caballo “Liviano”.  Por Diario Oficial nº 81 de 7 de abril de 1916 le es otorgada a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando siendo enterrado en Melilla, en el Panteón de los héroes de las Campañas de Marruecos. Había nacido en Valladolid el 29 de agosto de 1883. Había solicitado voluntariamente ser destinado al Regimiento de Cazadores de Caballería Alcántara nº 14 en Melilla y el 15 de marzo (D.O nº 62) es destinado por elección del Teniente Coronel Berenguer a las Fuerzas Regulares Indígenas, a las que se incorpora el día 20, pasando a mandar la tercera sección del recién creado tercer escuadrón de Caballería de las Fuerzas Regulares.
También destacaron en esta gloriosa acción:
El Sargento Kaid Hassan Mohamed, fue probablemente algún jefe de la harka del Roghi o de las mehalas del Sultán de ahí su apodo de Kaid o jefe. Berenguer le respetó el cargo dándole el empleo de sargento. Sólo unos pocos consiguieron al alistarse el empleo de sargento u oficial y él fue uno de ellos. El 13 de abril de 1913 fue felicitado en persona por S.M. el Rey Alfonso XIII por su ejemplar actuación en el combate de Kaddur. Alcanzó la muerte en el combate de Ben Karrich el 24 de junio de 1913, siendo ascendido a oficial moro de segunda a título póstumo.
El Cabo Sauca ascendió por méritos de guerra al empleo de sargento. Al igual que el sargento Hassan, el 13 de abril de 1913, fue felicitado en persona por S.M. el Rey Alfonso XIII, por su decisivo comportamiento al abatir al Mizzián. Tras su ascenso a Sargento, es destinado al Regimiento de Lanceros del Rey hasta que, años después con el empleo de teniente, puede regresar de nuevo a África en la Policía Indígena. Es uno de los escasos supervivientes que logra escapar, tras el feroz ataque a que es sometida la posición de Arbaa Kola el 5 de septiembre de 1921. Fue herido en combate el 26 de junio de 1922. Merced a sus gestiones como Teniente de la Policía Indígena, se esclarecen dos terribles asesinatos en 1923, el del colono español Miguel Roca Fiol en Larache y el de un pastor indígena. El 27 de septiembre de 1924 es destinado a la Mehala de Larache y por méritos de guerra es ascendido a Capitán. Finalizada la Guerra Civil es Teniente Coronel de Caballería y está condecorado con la Medalla Militar Individual, conseguida al frente del Tercio de Requetés Nª. Sª. del Camino. Alcanzó el empleo de Coronel de Caballería.