Se veía venir. La tarde noche de ayer fue de todo menos tranquila en el CETI después de registrarse varios casos de amenazas y coacciones, siendo la más grave la sufrida por un vigilante del centro que fue acorralado por varios subsaharianos. Varias unidades de la Policía Nacional tuvieron que subir al campamento y prácticamente blindarlo durante una hora al recibirse una alarma, pasadas las diez de la noche, que apuntaba a la posibilidad de que se organizara una tangana que luego no tuvo lugar. Antes, sobre las seis y media, en el Sardinero, cuando los inmigrantes acudían al campamento al grito de ‘racistas’, un grupo de ellos acorraló a una chica bajándose los pantalones y realizando gestos obscenos ante ella. Tanto la joven como una acompañante denunciaron los hechos en la Jefatura Superior.
Los protagonistas de estos episodios radicales eran los esperados: los subsaharianos que habían sido liberados (ver página 8) y que tras demostrar durante toda la tarde un excesivo nerviosismo habían trasladado ese malestar al campamento. ¿Y de qué manera?: de la misma que se viene repitiendo en los últimos meses.
Insultaron a los trabajadores, les amenazaron de muerte, les hicieron gestos intimidatorios, tiraron al suelo las bandejas de comida o incluso se bajaron los calzoncillos mostrando sus órganos sexuales a las empleadas del campamento a las que, además, menospreciaron. El episodio más grave llegó cuando acorralaron a un vigilante del centro que tuvo que ser auxiliado por subsaharianos anglófonos que llegaron a enfrentarse al colectivo de francófonos, líderes de estos altercados.
Algunos de los que participaron en este amago de algarada que no llegó a traducirse en motín eran los mismos que tras el partido de Ghana organizaron la revuelta en el campamento, sin que llegaran a ser detenidos ni sancionados debido a que no lesionaron a los vigilantes que intervinieron.
Tal y como anoche informaba el director del CETI, Carlos Bengoechea, “ante los ánimos exaltados de algunos de los inmigrantes que pretendían obtener adhesiones del resto y la posibilidad de que se produjesen algunos episodios de violencia y enfrentamiento intercomunitario” se tuvo que reclamar esa presencia policial.
De estos síntomas llegan estas realidades. Las amenazas e insultos recibidos por los trabajadores del campamento no son nuevas y ayer se volvieron a repetir. También se escucharon los gritos de ‘racistas’ contra los presentes. Pero también los inmigrantes que no quieren sumarse a tan radicales comportamientos fueron amenazados y coaccionados, e incluso agredidos, porque no comparten esta manera tan brutal de reclamar la libertad. La Policía Nacional daba orden anoche de enviar un coche patrulla fijo a las puertas del campamento, como así se produjo, al objeto de controlar posibles altercados debido al ambiente caldeado registrado. Además dicha presencia se completaría con otro vehículo que aleatoriamente daría vueltas por el entorno del campamento para evitar males mayores. La forma de actuar de los subsaharianos que han liderado estas protestas continúa siendo la misma: siguiendo una estructura militar hasta el punto de rendir cuentas a su líder a quien llaman general. Cuando empezaron las protestas se referían a él como coronel, pero ha conseguido subir un grado en la carrera de manera meteórica. A él se dirigen además con saludo militar, lo que viene a ratificar la condición de disciplina y de organización que tiene este grupo que podría haber estado vinculado en su país, Camerún, a la delincuencia. Los agentes de la Policía Nacional que acudieron al CETI solicitaron del campamento la remisión de las cintas grabadas con las cámaras de seguridad para conocer los pormenores de las amenazas así como las identidades de quienes las han efectuado.
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