“Esto va a ser demasiado largo”. La frase la deslizaba la pasada semana uno de los integrantes del Gobierno de Juan Vivas.
Lo hacía antes de atender a los periodistas y responder a preguntas sobre una denuncia de la oposición, intuyendo quizás que los dos meses exactos que restan para el arranque de la campaña electoral que debe conducir hasta la cita final del 24 de mayo van a elevar, de forma progresiva, el listón de la batalla política. Al escenario le faltaba sólo una confirmación y llegó el pasado viernes. Era la designación, oficial, de Juan Vivas como candidato a la Presidencia de la Ciudad por parte del Comité Electoral Nacional del PP. No tenía oposición interna en el partido y que su nombre apareciera en el primer renglón de la lista era sólo cuestión de calendario. Con su elección, la quiniela de los tres grandes aspirantes a ocupar el primer sillón de Ceuta puede ya rellenarse porque sus formaciones los han colocado ya –o hace tiempo, según el bando en el que se milite– en posición de salida. Y eso de cara al ciudadano implica, casi por necesidad, que la precampaña encubierta va a durar dos largos meses, los que distan entre hoy y principios del mes de mayo. El acelerador está ya pisado. El Partido Popular se encargó el miércoles pasado de hacer balance de 14 años de gestión, el mismo tiempo que acumula Juan Vivas al frente de la Ciudad, en un acto que congregó a su cúpula y a un buen ramillete de fieles seguidores. Lo hizo, y no por casualidad, sólo dos días antes de que su líder recibiera desde Madrid el encargo de intentar firmar su cuarta victoria consecutiva y, a poder ser, de nuevo por mayoría absoluta porque los pactos en Génova, como a nivel nacional, se contemplan con recelo. Al PP le toca en estos dos meses y medio vender gestión y resultados, desde las coberturas en prestaciones sociales hasta la estabilidad financiera alcanzada por la Ciudad, el Campus o la reforma de La Marina. Justo los argumentos contra los que han comenzado a disparar desde la otra bancada. Caballas, el primer grupo de la oposición –o al menos hasta la fuga de Fatima Hamed, porque ahora empata a tres con el PSOE– ha tirado en apenas diez días de papeles para denunciar los supuestos casos irregulares de los chalecos antibalas, que incluso amagó (sin dar) con llevar a la Fiscalía, y de las obras de remodelación de La Marina. Y se supone que el acoso y derribo continuará al menor atisbo de intuir que puede desestabilizar al Gobierno. El avance del programa de Caballas ya se está buzoneando, y el autobombo del PP también aparece ya entre la correspondencia. El PSOE también ha redoblando su presencia en todo acto que se mueva, y da igual que sea una manifestación a la que se acuda a título personal o de partido –galimatías terminológico al margen–, una visita a barriadas, una reunión con agentes sociales o un acto benéfico. José Antonio Carracao dice una y otra vez que se ve y se siente presidente, aunque “el trámite” que le falta es de órdago. La incógnita, además de adivinar si el PP acusará el desgaste nacional, será averiguar cuál es el techo electoral del resto, incluido el recién creado MDyC. En dos meses tienen que ganarse a los electores, uno a uno.
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