La desazón que causa el espectáculo político en general es un hecho innegable para una parte importante de la ciudadanía. Basta recordar los recientes movimientos ciudadanos que reclaman de los políticos en ejercicio apertura para posibilitar una mayor participación ciudadana, transparencia en la gestión de recursos públicos y, en general, eficiencia en lo que se refiere a la inversión de los fondos que pertenecen a todos. Realmente una de las reivindicaciones más repetidas es aquella que les reclama soluciones a los problemas que interesan a todos y prioritariamente para crear un sistema en el que todos los ciudadanos tengan derecho a un trabajo decente, una vivienda, educación y sanidad. Son los antiguos logros de las democracias europeas, impulsadas por partidos democristianos y de ideologías moderadas, hastiados por las enormes crisis bélicas que asolaron el viejo continente. Ahora bien, el hiperdesarrollo consumista, la elevada densidad de población y la alienación tecnológica está haciendo, como indica Langdon Winner, que la buena vida comience a parecerse a un gran montón de basura, ya que poco a poco se va disolviendo la promesa de un paraíso artificial en el cual se satisfacen todas las necesidades humanas.
Los partidos políticos y sus masas electorales y de agradecidos están ofreciendo representaciones tan bochornosas como las prebendas que todos los partidos políticos andan prometiendo cuando alcancen la victoria electoral. En medio de todo este panorama, algo dantesco para la inteligencia, los partidos políticos ceutíes continúan haciendo lo presumible y se toman la contienda electoral como una especie de partido de futbol entre equipos rivales: somos los mejores, los vamos a machacar, sois unos corruptos, vosotros lo sois más, etc. Pero ni una palabra consistente sobre la Agenda 21, la sostenibilidad, los retos energéticos, el ahorro de recursos naturales o la conservación de la naturaleza. Este absoluto desinterés en sus discursos por estas cuestiones de total actualidad evidencia su enorme falta de perspectiva y su mentalidad política ya caduca. Este fenómeno se da incluso en los candidatos más jóvenes, que ya comienzan a comportarse extemporáneamente a lo esperado y están completamente asimilados por la facción más retrógrada de sus partidos políticos.
Algunos de estos partidos están dominados por familias concretas que suspiran por el milagro electoral y, mientras tanto, aguardan el turno para que la coyuntura política en Madrid les aúpe al deseado puestecito donde medrar, ayudar a los suyos a trepar y soportar a todo al que le impongan desde la sede central de su partido. Mientras tanto Ceuta paga las consecuencias, pero el monopolio político continúa a buen recaudo. Otros tienen candidatos resultones a nivel local por diversos motivos y aprovechan para sacar todo lo que pueden y mantener contentos a los lobbies económicos, tanto los anteriores como estos últimos son unos desarrollistas de mucho cuidado, que no se amendrentan ante ninguna obra de infraestructura, por muy dañina que resulte para los recursos de Ceuta. Todo suelen justificarlo por el bien de los ceutíes, los puestos de trabajo, etc, pero lo cierto es que por ejemplo en la construcción de la nueva cárcel están trabajando mayoritariamente trabajadores venidos de la península. El citado desaguisado es consecuencia del sistema instaurado entre los responsables políticos y las fuerzas vivas laborales. Un tercer grupo de políticos está formado por personas que carecen del más mínimo sentido de la responsabilidad social y que suelen realizar propuestas disparatadas e irrealizables, pero que a ciertas masas de abobados y, sobre todo, de aprovechados crónicos del sistema les suelen agradar. Además, normalmente se presentan ante el electorado con un halo de honorabilidad sin mancha, cuestión que no se sostiene, habida cuenta del conocimiento que se tiene en un lugar tan pequeño de lo que otros ciudadanos hacen y deshacen.
Por otra parte, y aunque es solo una posibilidad, es posible que el partido que sea capaz (y la mayoría suelen ser capaces de mucho) de confundir el ideal moral de participación y servicio para el progreso social, aspectos centrales de la ética política, con la consecución del éxito prometiendo hasta lo absurdo está muy alejado del ideal de belleza en la acción política y más bien estarían muy cerca de una mueca ennegrecida, fea y torcida.
No hay belleza sin naturaleza y sin construcciones culturales humanas. Sustituir todo lo que nos queda de bello en los aspectos naturales y del patrimonio histórico y convertirlo en dinero para unos pocos y miserias alimenticias para el grueso es no saber distinguir lo necesario de lo superfluo en la vida.
De todos modos, pensamos que para centrarse en la belleza es necesario retirarse adecuadamente de lo superfluo y vanal, y ser bastante austero es una condición necesaria, que no suficiente, para tener una perspectiva diferente de las realidades y relacionarse con ellas de otra forma.
Volviendo a nuestro tema de los partidos políticos, no mencionar en el discurso nada sobre la sostenibilidad, los recursos, el patrimonio histórico y natural es realmente patético y dice mucho de la mentalidad de todos nuestros representantes políticos en ejercicio. En su acción de electoralismo utilitario y egoísta se centran en el éxito de su partido, que no necesariamente tiene que coincidir con el éxito de su sociedad. Es más, cualquier observador externo a nuestra ciudad se da perfecta cuenta de las muchas necesidades de política ambiental, y en otros ámbitos relacionados con la sostenibilidad económica y social, que necesitan urgente atención y en las que se hace poco o muy poco. No parece que respeten mucho a la sociedad a la que dicen servir, más bien se aprovechan de ella para continuar ostentando el poder y tienen la insana convicción de que, una vez pasadas las elecciones, todo volverá a la “normalidad”. En realidad, sociedad y políticos son dos polos que se retroalimentan y que se conservan mutuamente, y esto es debido a la dimisión ciudadana y a la escasez de personas de moral elevada, con el valor de realizar contribuciones políticas, que son aquellas que nunca traicionan sus principios y valores ni comprometen sus ideales. Y es que la política debería ser una acción colectiva y no una simple delegación de autoridad en manos de burócratas, de representantes para que esto de gobernar quede fuera de nuestro camino, por lo tanto la falta de implicación indica la ausencia de responsabilidad para con mi barrio, ciudad, país, etc. La persona bella, en este contexto, es aquella que se responsabiliza, no solo consigo mismo y con sus allegados (lo cual no es poca tarea), sino que también trasciende y se responsabiliza en la participación política activa, se convierte en un buscador creativo de la política bella o de la belleza en la actuación política.
En este contexto, no discutir profundamente el modelo de gestión más o menos centralizada o descentralizada de Ceuta es simplemente mediocre. De la misma manera lo es no debatir sobre la conveniencia tecnológica que interese a nuestra ciudad. Este es un aspecto absolutamente crucial de cualquier mente política que no sea un extemporáneo social y científico o del que solo piense en su interés inmediato. Debatir sobre el modelo energético, nuestra huella ecológica, los límites poblacionales de Ceuta, las tensiones sociales, la búsqueda de yacimientos económicos que sostengan la calidad de vida y los recursos, el ciclo del agua y los problemas de la movilidad en una ciudad atestada de tráfico deberían ser temas prioritariamente tratados en las mesas de los partidos políticos que concurren si tuvieran solo un mínimo de interés de servicio social y de madurez mental.