Categorías: Sucesos y Seguridad

La Policía identifica a tres familiares del fugado como autores de la emboscada

La Policía Nacional ha identificado a tres individuos que presuntamente participaron en la emboscada tendida a los agentes que, en la noche del sábado, participaban en el dispositivo montado para detener al joven que habría participado en el tiroteo a un menor de 15 años, ocurrido en el Príncipe.

Se trata de la madre del sospechoso, su hermano y un marroquí con residencia en la barriada, quienes son considerados por la Policía como participantes en el lanzamiento de piedras y en la protección dada a quien ya estaba detenido, con las esposas puestas y listo para ser trasladado a la Jefatura Superior para responder de las acusaciones que el adolescente Sufian A.D. ha vertido contra él, apuntándole como autor del disparo que le alcanzó en el costado y que, según su testifical ante el juez, sería el culmen a las amenazas vertidas con anterioridad. Las tres personas no están detenidas pero se les ha vinculado con estos altercados por la propia Policía que ha dado parte el juzgado.
Paralela a esta actuación, todavía ayer la Policía intentaba la localización del joven fugado, que podría estar escondido en una vivienda cercana al Príncipe Felipe. Lo que está claro es que mientras los agentes esperaban en el exterior de la casa pensando que el fugado, con las esposas puestas, se encontraba dentro, éste ya se había escondido en otro lugar, disponiendo de la cobertura necesaria. Quienes estaban dentro de la casa eran sus familiares que se negaban a abrir la puerta al requerimiento policial debido al cariz que habían tomado los acontecimientos.
La familia niega que el fugado esté relacionado con este tiroteo y aluden a que la acusación formalizada por la víctima es falsa. Nada explican, por contra, sobre la escapada del presunto pistolero y su negativa a comparecer ante la Policía para dar su versión de los hechos y colaborar en la realización de pruebas como la de la parafina para conocer si ha participado en algún tiroteo.
Mientras se intentan aclarar los hechos y sin que todavía se haya logrado resultado alguno en toda esta trama, la Delegación del Gobierno valoraba ayer, con un comunicado oficial, lo ocurrido. Y lo hacía condenando enérgicamente los hechos pero desvinculando de este atentado policial a los vecinos del Príncipe Felipe que, al igual que la Policía, también se convirtieron en víctimas de la situación.
Así, José Fernández Chacón ha trasladado su más enérgica condena ante la actitud mostrada por un grupo de personas que considera reducido y que entorpeció la labor policial, evitando la detención y posterior traslado a la Jefatura del presunto inculpado en el tiroteo al menor.
Para Fernández Chacón, “estas personas no representan el sentir de la inmensa mayoría de los vecinos de la barriada, que apuesta por el civismo, la convivencia pacífica y que no desea que se produzcan incidentes como los que han protagonizado diferentes individuos contra las fuerzas de seguridad”, aclara. Entre esos individuos que participaban en el lanzamiento de piedras había mujeres e incluso menores, algunos de corta edad.
Al mismo tiempo Chacón mostró su solidaridad y apoyo a los dos funcionarios agredidos, “cuyas heridas no revistieron mayor gravedad gracias a la intervención de otras dotaciones policiales que prestaban labores de apoyo en la zona”, matizó. Y es que precisamente la llegada de más agentes fue clave para que los policías no fueran linchados, debido a la cantidad de piedras que, en un momento, les lanzaron. Un agente resultó alcanzado en el tobillo y otro en la cabeza, en una refriega que no duró más de una hora.
La Delegación del Gobierno ha mostrado públicamente su  total respaldo a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, “que siempre han contado y contarán con el máximo apoyo de esta Delegación del Gobierno, por ser garantes de la seguridad, los derechos y libertades de nuestros conciudadanos, en su lucha contra el crimen y la delincuencia”.

 

“No nos atrevíamos ni a salir a la puerta, también tenemos miedo”

Mientras la Policía se afanaba en intentar detener a un fugado que estaba ya a bastantes metros de los zetas, decenas de familias en el Príncipe se ocultaban en sus casas, cerraban puertas y ventanas y evitaban ver y escuchar. “No nos atrevíamos ni a salir a la puerta”, advierte una mujer del barrio. Reconoce abiertamente que tiene miedo. Ve mucho, escucha demasiado pero calla, como lo hace el resto de la barriada. Es la forma de evitar amenazas, “porque es muy duro que tu hijo te venga a la casa diciéndote que le han amenazado de muerte porque le han visto saludar a un policía, y por eso ya es chivato...”, añade. Los vecinos del barrio integran el mejor servicio de información: se enteran de que se va a producir un ajuste de cuentas antes de que se lleve a la práctica, es entonces cuando se ocultan en sus casas. Otros se quedan fuera. Cuando llega la Policía, sorpresivamente ya no hay casquillos si se ha producido un tiroteo, ya no hay sangre, si se ha producido un asesinato, y desaparecen los restos que constituyen pruebas valiosas para la Científica. Sin pruebas es harto complicado perfilar una acusación; con testimonios y acusaciones verbales ni jueces ni fiscales pueden sacar adelante una investigación que se salde con detenidos, a no ser que quieran caer en un nuevo ‘caso Kimbi’, que terminó con más de una docena de sospechosos en el banquillo acusados de un mismo asesinato y ningún condenado. La Policía traslada a los jueces datos, informaciones y hasta nombres de quienes están, presuntamente, relacionados con la ristra de tiroteos que se han focalizado en el Príncipe, pero faltan pruebas. ¿Colaboración? La barriada huye de este término. Conviven con quienes alimentan el tráfico de drogas, con quienes están detrás de la entrada de armas procedentes de la península -cada vez más- con quienes ordenan todo tipo de acción delictiva coordinada: los que son capaces de ordenar desde una quema de un vehículo, hasta una amenaza en toda regla o un tiroteo.
Cada vez son más las familias que, si pueden, abandonan el barrio. Los que no, se quedan obligados a vivir en un ‘pueblo’ marcado por el abandono y por el miedo. En quince años se ha pasado de tener una presencia policial fija (con guardias civiles que acudían al barrio en autobús o eran llevados por vecinos del Príncipe para realizar servicio en el fortín) a carecer de ella, hasta el punto de que las notificaciones de tiroteos llegan a los despachos de Paseo Colón desde el Hospital Universitario.

 

A grafiti directo

Las paredes que conforman la hilera de viviendas, mansiones, infraviviendas y chabolas del Príncipe se entrelazan con grafitis que dejan mensajes claros: no gustan los chivatos, si hay ofensas se actúa con armas y uno es héroe si aprieta el gatillo. Son leyendas urbanas que reflejan una sociología de un barrio que crece entre el caos urbanístico, la dejación político-policial y el miedo. Estas y otras pintadas de carácter político y xenófobo son un hecho.

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