Categorías: Opinión

La Playa Benítez y su buena gente

Ceuta es una ciudad marinera por excelencia. Está bañada en todo su contorno geográfico por dos mares, Atlántico y Mediterráneo, y sólo está unida a tierra por los dos puentes construidos sobre el foso de sus Murallas Reales. Y ese es también el motivo de que tenga sus playas repartidas entre dos aguas, atlánticas al norte y  mediterráneas al sur; de manera que quienes viven en ella, con la sola diferencia de unos 15 minutos, se pueden bañar en ambos mares, porque no es más el tiempo que se tarda en alcanzar las playas de Benítez y San Amaro, frente a las costas peninsulares, desde las playas del Chorrillo y de la Ribera, frente a Marruecos, o viceversa.
Y es también su estampa marinera la que da a Ceuta un mayor realce y vistosidad, porque no se trata ya sólo de que la ciudad sea bonita por su encantadora configuración orográfica y natural, con sus preciosas vistas exteriores, sus atractivos paisajes, sus suaves y tranquilas mañanas tempraneras, sus hermosas puestas de sol, sus rutilantes noches de luna llena, cuando los rayos lunares centellean reflejándose en la cresta rizada de las olas que llegan a su bahía; sino que es todavía más preciosa por su entorno marinero. Y no es que sea una apreciación subjetiva mía, porque, según la leyenda mitológica, un supuesto nieto de Noé, Ceit, ya habría dado su propio y primer nombre a Ceuta porque en lengua caldea significa “Principio de hermosura”, a fin de destacar su gran belleza. Estrabón cita a Ceuta como “clara y bien definida”. Pomponio Mela, resalta así la belleza de sus siete colinas que la rodean: “Entre las cosas que se deben señalar se encuentran montañas elevadas, que se parecen entre ellas y están alineadas en orden, como si fueran hermanos”; de ahí su nombre romano de “Septem frates”, y también griego de “Epta adelphos”. Y en aquellos remotos tiempos, los primeros navegantes que se aventuraban a cruzar el Estrecho de Gibraltar hasta Ceuta, cuando esta ciudad era considerada como el Non Plus Ultra, o no más allá, pues describían una hermosa bahía en el lugar que después se llamaría Ceuta, que por su belleza decían que parecía “una perla en su concha de nácar, colocada entre el pecho y la garganta del mundo”. Al-Edrissi, la describió como la “Hermosa caída”.
Muley Ismail, el gran sitiador de Ceuta durante más de 30 años, dijo de ella en 1672: “Ceuta es la perla entre el pecho y la garganta del mundo” , habiéndose marcado como principal objetivo de su reinado apoderarse de ella con su atroces ataques. Por cierto, que aquel rey marroquí también sentenció: “Ceuta no es ni de España ni de Marruecos, sino de Dios, y se la quedará quien la gane en esta guerra”. Pues bien,  habiéndola ganado y mantenido España, no sólo aquella vez de tan cruel sitio, sino en todos los numerosos cercos y virulentos ataques a que los vecinos de al lado la sometieron, ¿cómo es que todavía sus sucesores la sigan reivindicando?. Y también desde los años de 1960 Ceuta es llamada “Perla del Mediterráneo”. Véase cómo el adjetivo de “perla entre el cuello y la garganta del mundo” se lo dan numerosos autores y en distintas épocas, lo que significa que Ceuta ha sido siempre tenida por una auténtica joya. Juan José Relosillas, en su obra: “Catorce meses en Ceuta, Málaga 1886”, la describió en 1873, página 9: “Es tan risueño el aspecto de Ceuta... hay tan gráfico sello de felicidad en la cara siempre joven de Ceuta vista desde el mar...Las indisputables bellezas panorámicas de Ceuta...” En la 14: “Ceuta me gustó en traje de mañana. Y en presencia de aquel cielo africano que centellea, de aquellas flores eternamente olorosas...”. 
Pero los encantos marineros de Ceuta han sido también puestos de manifiesto por algunos de sus poetas. Manuel Alonso Alcalde, llamó a Ceuta: “Isla de luz, para la luz nacida”. Y me tiene contado su hijo Manolo (que ha sido compañero mío destinado en Granada) todo lo feliz que era su padre disfrutando de bañarse en las limpias playas de Ceuta. Luis López Anglada, la rimó así: “Ceuta, es pequeña y dulce/está acostada en los brazos del mar/ como si fuera una niña dormida que tuviera/la espuma de las olas por almohada…/Y ahí está entre la arena y la muralla/ como una niña que bajó a la playa/y se le fue a su madre de las manos”. Y Mª Ángeles Bao González, en su libro “Poemas a un alma perdida”, que hace años me regaló, y en el que tanto busca los secretos del mar para que le ayuden a desentrañar el misterio y los muchos interrogantes sobre el destino de un familiar querido que la fatalidad quiso arrebatarle, expresa su inspiración marinera, cantándole así: “Ceuta, mi niña bonita/ duerme, que yo te tapo/ con sabanitas de espuma/ de tu mar Mediterráneo!”.
Pero, del entorno marinero y playas que tiene Ceuta, quiero resaltar hoy en especial su Playa  Benítez, porque en los más de 26 años que llevo en esta ciudad en las tres veces que a ella he venido voluntario, me he bañado en todas sus playas, incluidas las más lejanas o escabrosas, como Calamocarro, Benzú y el Sarchal, etc, y si bien todas son estupendas y acogedoras, sobre todo, porque la gente aquí es abierta y sencilla que casi toda se conoce aunque sólo sea de vista y todavía en muchos casos se saludan al pasar, ya que o bien viven en la misma calle o barriada, o en las de al lado, o se conocen del colegio desde la infancia, o desde el Instituto, o del mercado, o de pasear por la Marina, por el Paseo de las Palmeras, el Revellín o la calle Real, o simplemente porque se cruzan en el camino y aquí la gente es atenta y cordial, lejos de la indiferencia y falta de relación social que suele vivirse en otras grandes ciudades; sin embargo, en ninguna de esas playas ceutíes he encontrado la acogida, la cordialidad, el ambiente solidario y casi familiar que en general se vive en Playa Benítez. Y ello tiene su razón de ser porque son gente sencilla que vive en las barriadas de Villajovita, el Sardinero, Parque del Mediterráneo y San Daniel en la Avda. de Lisboa, conviviendo a diario en sus calles, en la tienda, en el mercado y en su mismo ambiente.
Y, dentro de la Playa Benítez, me quiero referir muy concretamente al “Grupo de la llave”, que entre sus propios componentes así se denominan, porque son siete u ocho familias que todos los años son los primeros en abrir la playa en mayo y los últimos en cerrarla a finales de septiembre u octubre, incluidas algunas familias de origen ceutí venidas todos los veranos en vacaciones desde Córdoba y Sevilla, donde residen, expresamente a bañarse en su playa de la infancia, en la de siempre: Playa Benítez. Llegue cada uno antes o después, todos confluyen y se ponen juntos en el mismo lugar, formando un grupo muy unido que ni siquiera necesitan buscarse, porque por simple inercia todos van llegando al sitio habitual y todos están siempre juntos, lo mismo para bañarse que para andar por la orilla del mar o sentados formando grupo para charlar de los más variados temas de actualidad. Unos y otros hablando siempre de cosas útiles o de interés, pero nunca he visto que critiquen o murmuren de nadie. Bueno, si acaso, este año algunos se mostraban algo contrariados porque se les haya retirado antes que a las demás playas el servicio y atención por parte de la Cruz Roja y la vigilancia policial, que estiman eficientes y de gran utilidad para casos necesarios, pero que en cuanto se les ha retirado el servicio se deja notar en la falta de atención, carencias, cuidados, retirada de acotado de la zona marina hasta donde pueden acercarse las veloces embarcaciones de recreo sin que pongan en peligro a los bañistas, y los demás cuidados y valiosos servicios que al público prestan.
El “grupo de la llave” de la Playa de Villajovita”, aparte de estar unido y ser bastante solidarios entre ellos mismos, luego colaboran también en algunas acciones benéficas y humanitarias de ayuda a los demás. Por ejemplo, en el momento actual, todos están muy empeñados en algo tan simple pero ejemplarizante como es la recolección de tapones de botellas de plásticos, que si bien han de reunirlos en grandes cantidades para que surta el efecto deseado, lo hacen con la mayor entrega y mejor voluntad para un fin tan encomiable como es el de intentar facilitar, con el dinero que obtengan, la compra de una silla de ruedas para una niña que se halla impedida y su familia no puede adquirirla por ser de humilde condición; en cuyo gesto tan solidario y caritativo está implicada bastante gente de las barriadas de Villajovita, El Sardinero, Avenida de Lisboa y alrededores.
Y eso es un rasgo humanitario que entiendo que es digno de resaltar ante la opinión pública, para que cunda su ejemplo en bien de los necesitados. Vayan, pues, mi simpatía, reconocimiento y admiración hacia la buena gente unida, colaboradora y solidaria de dicho grupo, integrado por gente de tan buena condición de las mencionadas barriadas.

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