Estamos en ese período al que se le suele llamar precampaña, y claro, todos los partidos políticos han intensificado su actividad. En el caso de los dos grandes partidos, cada semana Ceuta recibe la visita de destacados políticos, que vienen a mostrar su apoyo a los candidatos de sus respetivas formaciones.
El último en aparecer por la ciudad ha sido Jaime Mayor Oreja, conocido por haber sido Ministro del Interior de Aznar, y ahora eurodiputado. Don Jaime ya en la política nacional pinta poco, pues solamente se le escucha cuando hay que decir alguna barbaridad. Sobre todo si el PP necesita utilizar la lucha contra el terrorismo como arma arrojadiza contra el Gobierno, lo que desgraciadamente es algo habitual.
El señor Mayor Oreja es de esos políticos que consiguen que no nos olvidemos del origen del PP. Que sigamos teniendo en la memoria, que eso del centro reformista que de vez en cuando dicen, no es más que una fachada, una envoltura que utilizaron en un momento de la historia, para intentar desprenderse de un fantasma que les seguía a todas partes. De lo contrario, jamás habrían ganado unas elecciones generales.
El origen del PP estuvo en la refundación de Alianza Popular, la cual se creó con la unificación de una serie de partidos de derecha. Manuel Fraga y otros ex ministros franquistas fueron los principales responsables de la creación de AP, todos ellos con una habilidad camaleónica brutal; es decir, una noche se acostaron franquistas, y al día siguiente se despertaron demócratas de toda la vida.
Este es el pasado del PP por mucho que ahora, de vez en cuando, nos intenten dar clases de democracia.
Aunque como cuento, don Jaime hace una buena labor de memoria histórica. Los populares no condenaron la dictadura hasta el año 2002 (eso sí, con la boca pequeña), pero Mayor Oreja nunca estuvo de acuerdo con la decisión. En 2007, en una entrevista, un periodista le preguntó: “¿Por qué le cuesta tanto al PP condenar el franquismo?”, y él contestó: “por muchas razones. Porque eso forma parte de la historia de España”, añadiendo: “¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con normalidad y naturalidad?”. Y refiriéndose a Euskadi, calificó la situación de la época como de “extraordinaria placidez”.
Claro, por esa regla de tres, los alemanes no deberían condenar el nazismo, ni los rusos el estalinismo, porque forman parte de la historia de ambos países. ¿Qué pensaría don Jaime si la izquierda abertzale utilizara su mismo argumento para no condenar nunca los crímenes etarras? Todos diríamos que tienen mucha cara, ¿verdad?
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