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La pitada al himno, a España y al Rey

Es en general conocido el fervor patriótico que en otros países sus nacionales sienten hacia los símbolos que representan a su patria, no sólo cuando están en presencia de ellos en su país, sino también cuando se exhiben o escuchan en algún evento deportivo en el extranjero donde se jueguen el prestigio o la causa nacional. Allí, a lo primero que se atiende es a mirar si está también representado el himno o la bandera del propio país.

Y ese sentimiento de pertenencia, entusiasmo y enaltecimiento que cada uno tiene hacia su himno y su bandera es muy lógico y razonable, no por su valor material (la bandera es un “trapo” y el himno la “pachanga”, para algunos políticos emergentes), pero sí por lo que espiritualmente representan: la patria, los valores nacionales, la independencia, la soberanía, la integridad territorial, la unidad, los poderes del Estado, el orgullo de pertenecer a una nación, tener una historia y un destino común, la misma cultura, el respeto a las tradiciones y a la sagrada memoria de nuestros antepasados que tanto trabajaron y lucharon en bien del país, sacrificándose en muchos casos incluso regando con su sangre y sus vidas el solar patrio en defensa de lo nuestro y de los valores colectivos. Y eso, no es exclusivo de algunos países y personas, sino un sentimiento general que impera en todos, teniendo muy a gala dar a los propios símbolos el mayor realce, decoro y dignidad, presumiendo orgullosos y ufanos de enaltecerlos, exhibirlos, lucirlos, homenajearlos y sentirse muy honrado por ello. Y que a nadie se le ocurra de mofarse, afearlos o menospreciarlos, porque los defienden a vida o muerte contra quienes los ultrajaren. Hace unos días llamó mucho la atención el hecho de que después de que los separatistas catalanes y vascos montaran su “soberana pitada” del Camp Nou, luego los Reyes de España fueran recibidos en París por el Presidente Hollande y los franceses con los máximos honores, a los acordes de los himnos español y francés, que fueron oídos por todos con el mayor respeto y educación; o que mientras que los que pitaron en Barcelona puestos en pie para agraviar y ofender con mayor desdén al Himno, a España y al Rey, luego el mismo Rey y los símbolos españoles fueran clamorosamente aplaudidos por todos puestos en pie en la Asamblea Nacional Francesa, pero allí para honrarlos hasta el punto de haber abrumado a Felipe VI; o que el Primer Ministro francés, Vall, bromeara eufórico con el rey diciéndole que “Francia acogía al Borbón con el corazón de la República”; o que la Alcaldesa de París, Anne Hidalgo, le manifestara: “Usted es el rostro de la España joven (...) Se lo digo yo, que soy republicana. El pueblo de París le acoge hoy con los brazos abiertos”; o que la prensa francesa presentara a los reyes españoles como “arquetípicos y modélicos, garantes de la unidad de España”. Y otro ejemplo muy bonito (éste nuestro) lo vivimos cuando España en 2010 jugó y ganó la Copa del Mundo de fútbol, con nuestras terrazas y balcones sembradas de banderas españolas. ¡Qué lección más hermosa dimos entonces transmitiendo al mundo nuestro entusiasmo y orgullo de ser españoles!. Pero ya he escrito otras veces que los peores enemigos de España y los españoles somos los mismos españoles. Y los independentistas están tan acomplejados por ser españoles que hasta se avergüenzan de ello. Con su estrechez mental y bajeza de miras no alcanzan a ver el “ridículo” tan grande que hacen con su soberanismo enfermizo, porque cuando en un mundo globalizado, Europa y las naciones avanzan cada vez van más hacia la interdependencia y la integración, ellos retroceden con sus localismos trasnochados y su fanatismo desintegrador que no les dejan ver más allá de sus narices. Si es ayudándoles tanto España, que hasta el régimen de Franco al que ellos tanto repudian se volcó con Cataluña y el País Vasco desmantelando industrias, empresas, capitales y medios del Sur para llevárselos al Norte a hacerles su “milagro económico”, que en gran parte consiguieron con la mano de obra barata de sufridos y abnegados trabajadores extremeños, andaluces, castellanos, etc, que cuando se los quitaron a ellos se vieron obligados a marcharse en bandadas al Norte y a Alemania debido al paro y al hambre. Y, aun así, siguen los separatistas “piándolas”, haciéndose las víctimas propiciatorias, inventándose lo del “España nos roba” o “el Estado nos oprime” para que todavía les den más y con el dinero de todos los españoles compensar sus complejos por el hecho de que Cataluña y el País Vasco nunca en la Historia pasaron de ser un simple condado y un mero señorío. Pues todos esos complejos, falacias, mentiras y patrañas que utilizan contra el resto de España - con la incomprensible tolerancia y manifiesta permisividad del Estado - más con toda la propaganda que con dinero público promueven para lavar el cerebro a modo de adoctrinamiento separatista, fue lo que propició tan estruendosa “pitada” contra el Himno, España y el Rey, perfectamente organizada desde sus propios medios, según la prensa, por la plataforma «Manifest per la xiulada a l’himne espanyol i al Rei Felipe de Borbó», a la que se unieron doce grupos insurgentes que repartieron diez mil silbatos: Catalunya Acció, Sobirania i Progrés, CADCI, Plataforma pel Dret a Decidir, International Comission of European Citizens, Fundació President Macià, Ara o Mai!, Catalunya diu Prou, Casal per la Llibertat i la Independència de Catalunya, Societat Catalana de Lliure Opinió, Moviment de Cultura Popular El Sotrac y Units per Declarar la Independència de Catalunya que, con el pito en la boca, con ordinariez silbaron de forma incívica, irrespetuosa, ineducada y también muy grave desde el punto de vista de prevención de la violencia, porque su provocación pudo producir la reacción contraria de otros grupos al verse retados a un peligroso enfrentamiento, y porque tan estúpida insolencia la perpetraron en un lugar cerrado y abarrotado de público que de buena fe asistía pacíficamente a un acto deportivo, ya que el fútbol debe servir para unir a las personas y a los pueblos en la deportividad y la convivencia, pero nunca para dividirlos, sembrar odio o poner el deporte al servicio de la política. Mas es Presidente de Cataluña gracias a la Constitución. Y con su burlona sonrisita de regocijo disimulado, hizo el menosprecio y afrenta a los símbolos constitucionales, en contraste con la carita de sublime enternecimiento que pone cuando está ante su “senyera” y “Els Segadors”, precisamente él que violando la Constitución y todas las normas ha expulsado de Cataluña la Bandera de España. ¿Se hubiese regodeado tan socarronamente si el resto de españoles hubieran hecho el mismo escarnio o mofa de los símbolos catalanes?. Seguro que les hubiera llamando racistas, xenófobos y opresores. Y, encima, pretende justificar la pitada diciendo que “los españoles (como si él no lo fuera) tienen tirria a los catalanes”, afeando que se reuniera la Comisión Antiviolencia en el Deporte para depurar posibles responsabilidades, que él decía que harían el “ridículo”, porque quienes pitaron lo hicieron en uso del “derecho de expresión”. Pero, ¿qué mayor “ridículo” que el que él hizo jurando la Constitución, para luego ir por medio mundo pidiendo ayuda para romper España y la misma Constitución que juró?. Eso se llama traición. ¿Y reconoce él derecho alguno de expresión en Cataluña a los niños castellanos que quieren educarse en el idioma en que piensan, sienten, hablan y que la Constitución hace obligatorio en toda España?. ¿Tienen derecho de expresión los que en Cataluña por rotular sus comercios en castellano los muelen con cuantiosas multas que luego anulan los Tribunales de Justicia?. Si desde que asumió la Generalidad no ha hecho más que el “ridículo”, yendo de fracaso en fracaso, hundiendo a los catalanes en el más bajo nivel económico y de pobreza, rayano ya con la exclusión social. En lo único que nadie le gana es en “pitadas” y odio contra España. Acaba de declarar en Italia al “Corriere della Sera”, que la independencia la tiene dispuesta en un cajón para después del “27-S”. Pues ante tal reto al Estado: “al independiente, legislación vigente”. ¿Le parece chico el monumental “ridículo” que él hace por la Unión Europea (UE) y parte del mundo con el indigno papel de pordiosear que se le reciba para explicar que quiere cargarse a la España que le ha rescatado de la quiebra?. Y va con sus “embajadas” y “séquito cortesano” con sus boatos imperiales y a modo de Jefe de Estado, dándose las más opíparas comilonas a costa de todos los españoles. Así, en los cinco primeros meses de 2015, la “malvada España” le lleva ya entregados 8.000 millones, y acaba de exigir otros 2.273 millones para poder pagar este mes de junio. Si no fuera porque el Gobierno central le da el dinero a espuertas, en perjuicio de otras Autonomías, Cataluña estaría ya en bancarrota y desahuciada de los poderes financieros. Y luego están también los del pito del País Vasco, capitaneados ambos bandos por Mas y Urkuyu, que Dios los cría y las pitadas soberanistas los junta cual si fueran dos alegres compadres en sus respectivas “ínsulas de barataria”, como diría Don Quijote a Sancho. El lenhendakari apunta maneras más modositas y educadas, pero su objetivo es el mismo: despedazar España. El País Vasco goza de una de las rentas per cápita más alta también por la gracia de Franco, que a tantos sufridos y abnegados obreros del Sur obligó a coger la maleta de madera para el Norte, cargada de tan tremendo drama social, familiar y humano. Si los vascos no tuviera el privilegio del “cupo”, tan discriminatorio para otras Comunidades, pues estaría igual. Pero Europa conoce ya bien a los dos, sobre todo a Mas, de tanto hacer el “ridículo”, arrostrando la indigna vergüenza de que en todas partes le den con las puertas en las narices, que tras la “pitada” lo toman ya por el pito de un sereno. Menudo “ridículo” hizo también convocando a destiempo una y otra vez elecciones (una, la farsa del 9-N) con el pretexto de obtener la mayoría para declararse independiente, para luego perder hasta 12 Diputados; y, encima, no sólo no dimitió, sino que retomó aun con más fuerza su terco empeño de cargarse España con tal de mantener su sillón. Y hace por enésima vez el “ridículo” cuando tan ilusamente pretende ingresar en la Unión Europea cuando reviente al Estado español, riéndose todos los días de la Constitución, las leyes y los más altos Tribunales. Pero, claro, al final es la UE la que se ríe a carcajadas de él, viendo cómo un sujeto con tantos grillos en la cabeza puede aspirar a ingresar en ella. Y lo peor de todo, es que por medio están los otros catalanes no separatistas, a los que ha abandonado a su suerte, gente trabajadora, honesta y de bien, alejada de la infame “pitada” que a modo de agravio y gran ofensa se perpetró contra los sentimientos nacionales del noble pueblo español. .

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