Con motivo de cumplirse mañana su bicentenario, la Constitución española de 1812, “La Pepa”, está de moda. Por eso, me he entretenido en localizar comentarios que, referidos a ella, aludan a nuestra ciudad, y entre varios de ellos, alguno debido a la pluma de ese gran historiador que se llama Carlos Posac, encontré otro trabajo, cuyo autor es Diego J. Martín Gutiérrez, Profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Navarra, titulado “La condición de Ceuta en el régimen constitucional de 1812”, que fue presentado en el Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, celebrado en Ceuta en 1990.
Interesante de principio a fin, ese estudio nos revela que, como casi siempre, la cuestión de Ceuta acabó por no quedar clara, pese a los debates que en relación con ella tuvieron lugar. Muy buena voluntad de los Diputados, pero resultados mal definidos, que admitían diversas interpretaciones. Mas hoy no deseo hablar de eso, sino de algo que, en el último párrafo del citado trabajo, me llamó poderosamente la atención: la frase “fracasó la propuesta de Morales Duárez de trasladar las Cortes de Cádiz a Ceuta, en 1810, por el peligro de la guerra”. Es decir, que si tal proposición hubiese prosperado, Ceuta, y no Cádiz, sería la cuna de aquel famoso texto constitucional.
Vicente Morales Duárez, cuyo retrato acompaña a este artículo, era natural de Lima, en el Virreinato del Perú. Tras estudiar Teología y Derecho, se doctoró en Leyes y Cánones en la Universidad de San Marcos de su ciudad natal, siendo posteriormente elegido Diputado en las Cortes de Cádiz, donde destacó por su defensa de la igualdad entre peninsulares y criollos, apelativo aplicado especialmente a los descendientes de españoles nacidos en la América hispana.
Pues este prócer, sin duda por temor a las bombas que tiraban los fanfarrones del famoso tanguillo, las cuales no solo servían para que las gaditanas se hiciesen tirabuzones, sino que de vez en cuando causaban daños y víctimas, decidió proponer que las Cortes se viniesen a Ceuta –que nunca fue ocupada por las tropas napoleónicas- y prosiguieran aquí sus trabajos constitucionales. Lástima que esa iniciativa no obtuviera los votos de la mayoría, porque éstos nos dejaron sin protagonismo alguno en los fastos del bicentenario y nos privaron de un papel relevante en la Historia de España. A lo que se ve, pocos conocían entonces el heroísmo del Teniente Jacinto Ruíz Mendoza, ese caballa de pro que entregó valientemente su vida por la Patria tras sufrir gravísimas heridas en los inicios de la Guerra de la Independencia.
Como es lógico, no dispongo de las actas de las Cortes relativas a la propuesta de Morales Duárez y a su desestimación. Quizás el estudioso investigador de la historia José Antonio Alarcón Caballero, en la conferencia que, organizada por la Biblioteca Pública y el Instituto de Estudios Ceutíes, impartirá mañana en el Salón de Actos de las Murallas Reales, sobre el tema “Ceuta y la Constitución de 1812”, podría aclararnos cómo fueron aquel debate y la votación ulterior.
Para finalizar, resta añadir que Vicente Morales Duárez fue elegido Presidente de las Cortes a raíz de la aprobación del texto constitucional, pero no llegó a tomar posesión, pues tras una cena celebrada en su honor el día 1 de abril de 1812, apareció muerto en sus aposentos a la mañana siguiente, unos historiadores dicen que de apoplejía, mientras otros insinúan que a consecuencia de haber sido envenenado en dicha cena. Sea como sea, lo cierto es que falleció sin haber podido vivir ni el final del sitio de Cádiz por los franceses, que duró desde febrero de 1910 hasta el 24 de agosto de 1812, ni la independencia, en 1820, de su amado Perú natal.
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