Opinión

La Patrona de Infantería, reflejo vivo del Tercio Viejo de Zamora

Conmemoramos la Festividad de la Inmaculada Concepción de María, Patrona de España y Madre Protectora de la Especialidad Fundamental de Infantería del Cuerpo General del Ejército de Tierra y Cuerpos de Estado Mayor, Jurídico, Intervención, Farmacia, Veterinaria, Oficinas Militares, Eclesiástico y Geográfico del Ejército.

Una creencia revelada por gracia especial de Dios y dogma de fe, con las que el Patronazgo de Nuestra Señora estuvo muy presente en la Monarquía Española a partir de los reinos visigodos.

Tal fue así, que la Casa Real se afanó por la conservación de dicho reconocimiento e imploró incesantemente por las Tropas Españolas al amparo de la Virgen Inmaculada. Antecedente preliminar acaecido en 1584 en la población de Empel con el triunfo de los Tercios Españoles, que desembocaría en un acontecimiento extraordinario otorgado a la Inmaculada Concepción de María.

Escenario materializado en la Guerra de los Ochenta Años, donde se plasmaría las mayores muestras de intrépido desempeño, más allá del deber que engalana al semblante valeroso de la Infantería Española. Posteriormente, el dilatado recorrido consumado con el correspondiente estudio de rigor, interpretación y adhesión doctrinal, traería consigo que el día 13 de noviembre de 1892, se refrendara públicamente a la Santísima Virgen Inmaculada como Patrona del Arma de Infantería.

Momento que rememoramos honradamente, cañoneados con fuego de artillería y arcabucería rebelde, que el Tercio Viejo de Zamora ofreció a la Abogada Protectora, alentando el empeño de permanecer estoicamente hasta el final de sus consecuencias. Hoy, este Arma no conoce impedimento alguno en su inagotable abnegación y ofrecimiento por el devenir de la Infantería, del Ejército y de España.

Felicitaciones cordiales a los Infantes, especialmente a los Soldados Regulares y Caballeros Legionarios como a los componentes de la Comandancia General de Ceuta, quiénes con su incesante perseverancia de amor al servicio, testifican la fidelidad a España, enriquecida con cualidades modélicas como la honradez, la veracidad o la integridad.

Solemnidad que conjuntamente concede el abrazo más sentido a las familias militares, porque al compartir el apoyo encomiable para el buen ejercicio de la profesión, les confiere ser protagonistas distinguidos de esta celebración.

Así, alcanzada la víspera del 8 de diciembre, que inevitablemente nos rótula el aspecto gélido de aquella madrugada en la que se helaron las aguas del río Mosa, nos complacemos por lo heredado y a la postre por lo transmitido.

Una crónica ampliamente documentada y ataviada de episodios memorables, evocada para perpetuarse en el amor infinito a cualquier consideración. Instantes para valorar la solidaridad de los que nos precedieron, pero también, para recoger el testigo de aquellos Tercios fundidos en el sentimiento puro y unitario de dedicación a España.

Intervalos entrañables con ocasión a los actos programados que han presidido a este Día, como el Triduo solemne en honor a la Virgen Inmaculada, la Cena de Gala, la Santa Misa, la Formación de Gala o el Vino de Honor en el que como es tradición, acogemos el brindis por el primer Infante de los Ejércitos de España: ¡Por Su Majestad, el Rey!

Constataciones aprisionadas en el espíritu de cuerpo y en la complicidad de un ministerio que ejemplifica la exquisitez profesional, base de la fortaleza y firmeza de la Infantería para la impecable cohesión de las Unidades del Arma.

Han sido unas jornadas de intensas actividades castrenses desarrolladas, para finalmente conducirnos al punto de origen donde redunda la identidad de los principales promotores: Los Infantes del Ejército Español, hoy encarnados en el mutuo hermanamiento y regocijo participativo.

Un encuentro refundido de compañeros y compañeras de Armas que aglutina de forma intachable la conciencia y el honor, destellando sobre el pecho y algún día en el alma, la corneta, la espada y el arcabuz. Distintivo que minuciosamente engrandece las heroicidades de la Infantería a lo largo de la historia.

Del mismo modo, nos complacemos al exclamar a una voz con la de aquellos otros Infantes de todas las épocas, entonando el sacrosanto Himno de Infantería: “El esplendor de gloria de otros días, tu celestial figura ha de envolver, que aún te queda la fiel Infantería que, por saber morir, sabe vencer”.

Las numerosas entregas, los enormes sacrificios y las infinitas lealtades reconocidas, serían una exigua porción del precio escondido entre algunas de las estrofas inherentes a los credos de los Ejércitos de España, que hacen de estos Soldados, la mejor Infantería.

Tercio Viejo de Zamora de pica, ballesta y arcabuz con atrevida capacidad para fragmentarse, reconocidos a renglón seguido como piqueros y arcabuceros para convertirse en el ingenio letal, efectivo y temido que forjaría la victoria y la conjura de las amenazas en Europa. Una milicia que desde el inicio de su fundación se revistió de honores en los campos de batalla. Evidentemente, aquellos Tercios no son ni mucho menos lo que en nuestros días configura el Arma de Infantería.

Recuérdese al respecto, que estos Tercios fueron inigualables en el manejo de armas blancas como la pica y la espada y de fuego como el arcabuz y el mosquete. Pese a todo, observamos una Infantería innovadora, con influencia en la más alta definición tecnológica y con equipamientos y armamentos inconcebibles hasta no hace mucho.

Sin embargo, los cambios que han ido sucediéndose, no han imposibilitado que el Infante de hoy, se resista a perpetuarse en la línea valiente, desprendida, disciplinada, noble y honrada. Reseñas pródigamente arraigadas en solícitas labores cotidianas, sirviendo con primor a un gran país como España.


Infantes aguerridos e infatigables a imagen de Aquellos Tercios, ensamblados por una misma causa y tenacidad junto al resto de Unidades de las Fuerzas Armadas, instados a reclamar las posiciones de extrema vanguardia y los encargos de mayor peligro y brega para honra de la Infantería y del Ejército.

Sin duda, la Infantería Española que elogiamos, conserva el trazado íntegro de aquellos otros Tercios, quiénes con su entusiasmo y atrevimiento, hicieron un deber de la servidumbre como modelo inquebrantable a seguir.

Soldados del Arma de Infantería, inclinados a potenciar el adoctrinamiento y el espíritu de servicio, aun sabiendo que de ello pende la estabilidad y la vanguardia de la España vigente. Designio cardinal de servir sin condiciones, que prosigue intacto e inalterado tras el paso de los tiempos.

Entre tanto, la Infantería Española desarrolla labores objetivamente confortantes como el respaldo a la seguridad, la defensa de la paz, la protección del orden, el baluarte de la unidad o la preservación de las libertades de los españoles y los pueblos aliados. Pero, tal como la concibe la Doctrina de las Fuerzas Terrestres, la Infantería es el Arma de maniobra por excelencia, concebida para intervenir en entornos y contextos desiguales.

La suma de estas peculiaridades que no son pocas, avalan la versatilidad puesta a la vista en los múltiples escenarios de combate, despliegues y dominio en las situaciones de choque. Fundamentalmente, la realización de aproximaciones, penetraciones y tareas de reconocimiento, como la preparación para el combate en población y en sectores urbanos.

Activos que hoy por hoy aglutinan la generosidad, el espíritu de sacrificio o entereza que irradia su más genuino exponente, cuyo valor es asentado con el ahínco moral y las óptimas capacidades psicofísicas. Las dos por igual, modulan la idiosincrasia del Arma de Infantería, capaz de dominar realidades que podría calificarse de hostiles e inconstantes como las que actualmente concurren.

Así, ante un horizonte difícil de entrever con numerosos desafíos y bajo el encargo de la paz, la seguridad, la defensa y la consiguiente verificación de los tratados internacionales, las Fuerzas Armadas entre ellas los Infantes, trabajan infatigablemente con desvelo y determinación para restituir la seguridad y la estabilización.

No obviándose, la eficacia del recurso estratégico en los despliegues, mediante las misiones al amparo de la Unión Europea o de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Miras prioritarias que pretenden el afianzamiento de regiones específicas o la instrucción de tropas locales, con la certidumbre de preservar las zonas adscritas a radicalismos yihadistas.

Una pugna que atañe al plano estatal e internacional con habilidades ciertamente integrales y transversales, donde no encajan aclaraciones simplistas y en las que para operar con acierto se hace imprescindible la destreza en la adaptación.

De todo ello, será el buen hacer configurado en cualidades intachablemente establecidas, las que acojan con satisfacción los requerimientos que el mismo Ejército encomienda a sus Fuerzas, entre ellas, los Infantes.

¡Ese es el Soldado de Infantería!, el que se exige a sí mismo y de forma continuada la doctrina de preceptos y conductas militares como normas de vida al servicio de España. Quedando desenmascarada la necesidad inexcusable de conservar unos imperativos éticos y morales, generados desde la interiorización de los mismos con la práctica de las sanas virtudes.

Por lo que el Arma de Infantería se adhiere incansablemente a la disciplina, cultivándola en cada instante como máxima expresión. Criterios que por la misma acción e inclinación y las buenas prácticas de la Institución Castrense, han quedado sobradamente prescritas.

Siendo indispensable curtirse de valores desde la que emerge majestuosa la experiencia acumulada, para paulatinamente convertirse en grado y alcanzar tenazmente la competencia puntual. Ejercicio contrastado y eternizado en los Tercios Viejos de España.

Ráfagas de aprendizaje y exquisitos conocimientos puestos al servicio de quiénes lo trabajan, emanados generosamente con la maestría y las consignas militares. Distinción que ostenta las Fuerzas Armadas al hacerlas valer desde el sentido común, no simulando intereses propios e inaptitudes improcedentes que desacreditarían inexcusablemente el talante esmerado del Ejército.

Por lo tanto, llevar adherida la huella del Arma de Infantería, representa quedar tallado como fiel Infante, marchando sin descanso a la estela de aquellos Soldados Inmemoriales.

Luego entonces, ¿cómo silenciar los empeños colmados de amor patrio que claman con atrevimiento? “Esperanzados avanzan los Infantes, allí donde los dispongan, tras la conquista de la disciplina, la abnegación y el deseo imperecedero de ser reflejo vivo de los Tercios de Zamora”.

Por tal motivo, en tan esforzado cumplimiento, aquella Unidad de Combate de la Monarquía Española hubo de padecer el deterioro de las muchas acciones, pero ello no ha impedido la prosperidad de los Infantes que le han sucedido, para consolidar entornos de paz, seguridad y progreso.

En el presente, la Infantería Española camina con la moral en lo más alto, desplegándose con orgullo y entregándose a todas luces como herramienta dinámica y resistente. Un talante de vida fraguado en el comportamiento moderado desde la templanza a la concienciación del recto proceder.

Testimonios y reseñas acrisoladas que prenden al Infante, si es su digno ideal.

Decir sí a la Infantería, es poner en evidencia ansias de superación personal con la puesta en escena de importantes retos. Hombres y mujeres apoderados de grandeza, plenitud y valores centenarios, conjurados a esculpir la adhesión vehemente como hicieron sus antecesores.

Conmemoración que otorga una mención destacada, a quiénes se hallan desempeñando misiones confiadas en los más recónditos lugares del mundo, preservando de manera magistral los intereses de España.

Valga el cariño y agradecimiento para ellos y ellas y que el espacio físico no sea una excusa para conservalos en el pensamiento de forma imborrable. Anhelos solícitos que brotan en esta alborada, para que la Purísima Virgen Inmaculada los proteja, auxiliándolos bajo su refugio y los retorne junto a sus parientes, una vez desempeñada la misión.

Plegarias que majestuosamente se funden con la nota del toque de Oración, invocación inextinguible que en este día envuelve a los Soldados de todos los tiempos, para tributarnos con el compromiso de la Madre Patria.

Pues, gracias a Ellos, somos beneficiarios de gloriosas gestas y custodios de una Infantería concadenada a valores inextinguibles.

Deseo ostensible a la Virgen Inmaculada, al lucir el Patronazgo más admirable, tanto por la maternidad como por el inescrutable dogma que guarda y que es concebido únicamente desde la creencia.

Rogándole a Nuestra Madre, la justa fortaleza para servir sin límites a España.

Festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona de España y Señora Protectora del Arma de Infantería y de los Cuerpos mencionados, en la que no por casualidad le precede la recapitulación de la Constitución Española de 1978. Efemérides que unas horas más tarde por el capricho de los años, ha quedado prendida con la Onomástica de la Patrona de Infantería, en las que el Soldado Infante adoctrinado virtuosamente en la disciplina como presupuesto innato del Ejército, se ratifica en defenderla y hacerla valer, como Norma Suprema del Ordenamiento Jurídico.

Este 8 de diciembre que hoy profesamos, comparable con aquel viento frío desatado aquella noche en la que se helaron las aguas del río Mosa, hacemos un alto en el camino, conservando los sentimientos patrios que nuestros Fundadores nos inculcaron ejemplarmente de mutuo homenaje. Admitiendo sin recelos, que somos sucesores de aquellos Triunfos y Glorias que ofrendaron los Tercios Viejos de Zamora.

¡Esa es hoy el Arma de Infantería, la que se empeña ilimitadamente y no espera nada a cambio, excepto emplearse al más exacto cumplimiento del deber!

A todos y todas, el respeto, subordinación y amistad.

¡Feliz Patrona, de la Inmaculada Concepción!

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