Creo que a muy pocos sorprende el reconocimiento oficial de que no se está llevando a cabo una recogida selectiva de residuos. Cuántas veces habremos visto cómo se mezcla lo que los ciudadanos responsables se han encargado de ir separando. Cuántas veces habremos comprobado cómo no se adoptan medidas para que podamos ejecutar una política real de reciclaje. En Ceuta es imposible, por mucho que en las escuelas enseñemos a nuestros niños a desarrollar algo básico que nunca podrán practicar. En Medio Ambiente siempre hemos ido a la pata coja.
Es una deuda la que tiene esta ciudad que se permite una consejería de chichimona
Contamos con una consejería de chichimona, que solo saca su mejor cara para posar izando banderas azules o para difundir datos de lo bien que se trabaja. Los resultados van por otro camino, no podemos estar nada orgullosos ni de banderas ni de logros cuando en pleno siglo XXI un Gobierno es capaz de resignarse y posicionarse a años luz de las metas marcadas en otras ciudades mucho más pequeñas y con menos recursos pero que, en cambio, son capaces de darnos una lección en el cuidado de un área que estamos obligados a proteger. Sí, la falta de civismo de parte de la ciudadanía es un cáncer que no somos capaces de extirpar, pero no es excusa para que incurramos en prácticas que deberían ser sancionadas.
Que una administración se rinda ante la excusa del incivismo es una postura cobarde
Que una institución se rinda la convierte en cómplice de lo que está ocurriendo. Que no ponga medios para que en todas las barriadas haya contenedores que permitan ese reciclaje y para sancionar como se debe a quienes no cumplen con las normas es el puro reconocimiento de un fracaso absoluto indigno. Elegir quedarse en el último vagón no es la mejor de las apuestas a las que nos debemos enfrentar. Muy al contrario, es la elección cobarde que justifica el grado real de implicación de quienes deben dar el primer gran ejemplo: los integrantes de una administración que parece enamorada de sus fracasos.