Opinión

La otra personalidad de Millán Astray

Con frecuencia suele tenerse la idea equivocada sobre Millán-Astray, en el sentido de que tenía una arrogante personalidad, que era bruto, duro e inflexible imponiendo una férrea disciplina a sus subordinados y que era algo así como un hombre sin corazón y sin alma, insensible a las debilidades, flaquezas o humanos sentimientos de sus legionarios, dado su carácter firme, inflexible y tremendamente duro; en cuyo Credo legionario recogía: “Jamás un Legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado, será el Cuerpo más veloz y resistente. No se quejará: de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed ni de sueño; hará todos los trabajos: cavará, arrastrará cañones, carros, estará destacado, hará convoyes trabajará en lo que le manden. La Legión, desde el hombre solo hasta la Legión entera, acudirá siempre a donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello. Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir. La Legión pedirá siempre, siempre combatir, sin turno, sin contar los días, ni los meses ni los años. El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.
Su propia hija, Peregrina Millán-Astray Gasset (sobrina de Ortega y Gasset), en una entrevista que le hizo Antonio Heredia, periodista de El Mundo, el pasado 22-09-2016, refería que tiene una nieta que un día en el colegio se echó a llorar en clases de Historia cuando un profesor explicaba a los niños que Millán-Astray (su abuelo) “sólo había servido para cortar cabezas”. Sin embargo, a la vista del eco que ha tenido mi artículo publicado el pasado día 19 en El Faro de Ceuta, titulado: “Millán-Asytray y la Generación del 98”, y los demás datos consultados, claramente se viene en conocimiento de que el general era una persona sencilla, humanitaria, bondadosa, flexible y muy sensible a los nobles sentimientos y justas causas, como la de ser amante de los niños, no admitir dádivas ni donaciones en su propio provecho, no buscar honores, distinciones ni reconocimientos, a los que solía renunciar. Todo ello se pone de manifiesto en los siguientes hechos que  refiero.
Tras haber leído mi artículo, me dirige comunicación electrónica desde Boston (EE.UU.), Dª Paloma Mansfield, sobrina del que fuera otro héroe de España, Santiago González-Tablas, compañero e íntimo amigo de Millán-Astray, que siendo teniente coronel, murió combatiendo en Marruecos el 12-07-1922, en la posición de Ain Grana, en la toma de Tazaruk, a escasos metros de donde también fuera herido varios años después mi paisano de Mirandilla el valiente y bravo capitán José Ledo Rodríguez, del Grupo de Regulares de Larache nº 4. Y la señora Mansfield, me refiere que, siendo ella niña con unos ocho años y encontrándose un día jugando en el Retiro de Madrid con sus amiguitos Alberto Vera y Marilén, llegaron dos militares y se sentaron en un banco inmediato al suyo.
El niño Alberto, que era el mayor y más vivaracho, susurró a las dos niñas que uno de ellos era el general Millán-Astray, quien enseguida se interesó cariñosamente por ellos preguntándoles que cómo se llamaban, y al oír a Paloma que llevaba el apellido González-Tablas, pues el general se puso muy contento de saber que era sobrina de su gran amigo, con el que incluso es bastante conocida una fotografía muy difundida de cuando ambos aparecen juntos abrazados por los hombros en un banco frente al Hospital de Santa Adela en Madrid, donde estaban convaleciendo de heridas sufridas en Marruecos. Millán-Astray y su ayudante colmaron a los tres menores con vivas muestras de cariño, terminando por montar a los pequeños en el coche oficial y llevándoles hasta su casa, que era un bloque contiguo al que también vivía Millán-Astray. Lo que evidencia la delicadeza y ternura de todo un general legionario para con unos pequeños de unos ocho a diez años. Muchas gracias, señora  Paloma, en Boston.
Siguiendo ahora con las declaraciones a El Mundo de la hija del Fundador, Peregrina, con motivo de la manifestación de protesta que se celebró el pasado sábado día 24 en Madrid, oponiéndose a que a su padre quisieran cambiarle ahora la calle que lleva su nombre por la de Avda. de la Inteligencia, refiere: “Que ella no conoció nunca al Millán Astray brutal que describió Arturo Barea en la Forja de un rebelde. Mi padre murió en 1954, cuando yo tenía 11 años, y no pudimos hablar de esas cosas. Para él fui como un juguete. Me solía recoger en el colegio y después íbamos al Prado, al Museo del Ejército.
Un día, paseando por el Retiro nos encontramos con un moro (sic), el Sultán Azul. Mi padre me presentó y, como hablaba francés, le di la bienvenida. Al Sultán le hice mucha gracia y me preguntó qué quería de regalo, y como estábamos cerca de la Casa de Fieras se me ocurrió pedirle en francés un camello, “Je veux un chameau”. Y tres semanas después llamaron desde Valencia porque estaban desembarcando tres parejas de dromedarios, enviados por el Sultán Azul (creo que el sultán debió ser Mohamed El Mustafá-Mabbi, hijo de un notable de Ifni-Sahara, Chej-Ma El-Aimín). Y como su padre no sabía qué hacer con los camellos que le regaló, los donó a la Casa de Fieras,
Indubitadamente, la referencia de Peregrina al hecho de que también a ella gustaba su padre de llevarla al Retiro, viene a avalar la veracidad de lo que antes asevera  la señora Paloma Mansfield, en el sentido de que Millán Astray gustaba ir con su ayudante a dicho lugar de recreo, próximo a donde tenía sus oficinas.
Y, asimismo, vuelve a poner de relieve su amor, cuidadoso trato y exquisita delicadez hacia su hija y los niños en general. Además, la señora Pelegrina, declara a El Mundo que su padre nunca quiso reconocimientos, ni títulos, que el rey Alfonso XIII le ofreció uno y lo rehusó, ni estatuas, porque decía que servían para que las palomas defecaran encima, ni le gustaba aparecer en los periódicos, porque después servían para ir a parar a los inodoros; pero que los legionarios sí estaban muy disgustados porque su padre  fue su Fundador y ya lo han quistado de todas partes.
Continúa diciendo que su padre tuvo un papel muy secundario en la Guerra civil, sin que tomara parte directa en los combates ni las decisiones; tenía ya 57 años y físicamente estaba hecho polvo; perdió la pierna, el brazo y un ojo, sufría vértigos, porque el tiro que en 1926 le dieron en la cara le destrozó el oído y le costaba mantener el equilibrio, no tenía sentido del gusto ni del olfato. En 1936, él estaba en Argentina dando una conferencia, en un viaje para el mismo fin a Uruguay y EE.UU. Era exiliado voluntario desde 1931, tras haberse proclamado la República, porque él era profundamente monárquico. Llamó a Franco y Mola, se embarcó hasta Lisboa, llegó a España y le encomendaron la organización de la propaganda, porque era muy buen orador. Con Franco, fueron muy amigos, hasta que su padre le pidió varias veces que regresara el rey y a su hijo don Juan.
De su incidente con Unamuno en Salamanca, refiere que su madre y tíos le contaron que ese día las cosas estaban muy candentes. “Unamuno era un hombre inteligentísimo – dice - pero con muy mala le…, y en la víspera le había pedido a Franco un favor muy prepotentemente [clemencia para un amigo], y él no le contestó. Unamuno empezó a dar leña. Mi padre entonces pidió la palabra, pero el rector siguió hablando y le ignoró. Entonces mi padre se levantó dando un golpe en la mesa y los falangistas empezaron a gritar ¡Viva la muerte! , lema de la Legión. Mi padre dijo, y lo confirman Pemán y Tebib Arrum [seudónimo de Víctor Ruiz Albéniz]: 'Si la inteligencia sirve para el mal, muera la inteligencia'. Cuando acabó el acto, los falangistas querían linchar a Unamuno pero mi padre les paró y habló con el escritor: 'Se acabó. Dé el brazo a doña Carmen y ustedes (dijo a los dos legionarios) le escoltan'. Después Tebib Arrum se acercó al escritor y le escuchó decir: 'Yo tenía que lanzar una bomba y ya la he lanzado'”.
“Un día vino a verle una señora, creo que era marquesa, que había perdido un hijo en el frente, capitán de La Legión, muy enamorado del Cuerpo y de la personalidad de mi padre. La dama quiso regalar a mi padre el palacete que existe en el 107 de Velázquez. Mi padre le dijo que no podía admitir un regalo de ese calibre, pero la señora insistió y al final, se estableció allí la sede del Cuerpo de Mutilados”. Antes de realizar tan generoso regalo, su padre hizo pasar a la marquesa por un tribunal médico para asegurarse de que estuviese en sus cabales y que pudiese hacer la donación legalmente al Estado. “Mi padre no era ambicioso. Se murió con 2.800 pesetas en la caja fuerte”. Y termina diciendo que le dejó de recuerdo un libro sobre La Legión por él escrito con la siguiente dedicatoria: “A María Peregrina. Jamás pude pensar que la Virgen Santísima me concediera el don de la suprema dicha, de poder dedicarte a ti, hija queridísima, este libro que contiene todas las escenas de mi ardiente espíritu militar, la heroica Legión, mi hija mayor, y tú la pequeña. Tu amantísimo papá”.
El testamento otorgado por Millán-Astray el 23-03-1953, dice , entre otras cosas: “Tengo dicho siempre y por escrito que siempre he procurado…rendirle culto a la Patria, al honor, al valor, a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la caridad , al perdón, al trabajo y a la libertad con justicia. O sea, el camino de los Caballeros”. No quiso solemnidad ni honores fúnebres de ningún tipo, tan sólo los legionarios de su escolta fueron los encargados de darle cristiana sepultura en el madrileño cementerio de la Almudena. En su tumba, una lápida de granito con esta lacónica expresión: “CARIDAD Y PERDÓN”, Y debajo: “MILLÁN-ASTRAY. CABALLERO LEGIONARIO”.
Existe otra anécdota sobre Millán-Astray durante una visita que realizó a Badajoz. Le esperaban todas las autoridades, incluido el obispo, en solemne recepción y una comida de gala en su homenaje. Cuando el general entró en el salón y se percató de tan extraordinaria comida preparada en su honor, ante el asombro de todos manifestó que ni él ni los que le acompañaban tenían hambre, que rehusaba a tan dispendioso ágape, y que lo servido fuera puesto a disposición de las monjas de los pobres de la caridad para que fueran ellos quienes se la degustaran.
Entre las numerosas comunicaciones recibidas con motivo de  mi artículo “Millán-Astray y la Generación del 98”, figura la de don José Mª Guzmán Villaverde, que me pide amistad en facebook, adjuntándome la concesión por el Ayuntamiento de Ceuta a Millán-Astray del título de Hijo Adoptivo de la ciudad, cuyo texto enmarcado dice: “El Pleno de la Junta Municipal de la siempre Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Ceuta, en sesión celebrada en el día de hoy, haciendo justicia a los méritos que concurren en el Excmº Sr. General Don José Millán-Astray Terreros, bizarro paladín de nuestra Bandera en estas tierras africanas, en las que los girones de su carne nos dejó el fruto de su esforzado espíritu plasmado en la heroica Legión, acordó por unanimidad, nombrarle Hijo Adoptivo de la misma. Ceuta, 17 de marzo de 1930. El Presidente, José Enrique Rosende Martínez. El Secretario”.                Aclaro al comunicante que dicho Presidente lo era de la Junta municipal cívico-militar, que era el nombre que los Ayuntamientos recibieron durante la Dictadira de Primo de Rivera. También le quedo muy agradecido.
El gran estadista Castelar, escribió: “Las naciones que olvidan los nombres de sus héroes, no merecen el inapreciable bien de su independencia”.

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