Categorías: Opinión

La opinión de los ceutíes no cuenta

De un tiempo a esta parte los vecinos del sur no paran; andan “dale que te pego” pareciendo como si todo su afán lo centraran en pretender a toda costa hacer ver que Ceuta y Melilla son ciudades que están “ocupadas” por España; otras veces se refieren a los “presidios” del norte, o a los restos del “colonialismo” español en sus territorios y, en fin, no sé a cuantos exabruptos más. Por eso, ya publiqué recientemente otro artículo titulado “El síndrome de la ocupación…”. E inscrito en ese marco anexionista, los medios de comunicación han informado que el mes pasado se organizó un coloquio en Rabat orquestado por altos dirigentes marroquíes que, rodeados de una serie de activistas irredentos, andan todos ellos muy empeñados en la anexión por su país de ambas ciudades españolas. La reunión parece ser que fue promovida por un llamado Centro para la Memoria Común y el Porvenir que, si es cierto lo publicado, hasta estaría recibiendo subvenciones españolas. Y en la reunión llegaron incluso hasta a determinar ya cómo ha de ser la entrega a su país de dichas ciudades españolas. Y, claro, todos estuvieron de acuerdo en que la opinión de los habitantes de Ceuta y Melilla no sería oída ni tendría por qué contar para nada, en que su país tiene argumentos  más que suficientes para reclamarlas, y también en que la estrategia más idónea a seguir es la de “estrangular”  económicamente a ambas ciudades para hacer así que su “ocupación” le sea más costosa España.
Y aunque este comentario es igualmente válido para Ceuta y Melilla, me voy a centrar más en la primera, porque es aquí donde llevo viviendo más de 25 años y todo lo que en ella suceda me incumbe y me atañe directamente. Y ya antes tengo referido en sendos artículos y en mi último libro “Ceuta, pasado y presente”, el copioso acervo de títulos y sólidos argumentos tanto históricos como jurídicos que legitiman la españolidad de Ceuta; como igualmente estoy ya cansado de repetir hasta la saciedad que, desde el punto de vista jurídico en que se centra mi análisis, los dirigentes sureños no tienen ni un solo título que esgrimir para arrogarse su pretendida anexión, salvo el hecho geográfico de la pertenencia de Ceuta al continente africano, pero que de casos como ese de territorios de un continente que pertenecen a otro continente, el mundo está lleno. Y la prueba más evidente de que Marruecos no posee título legítimo alguno sobre Ceuta es que nunca se ha atrevido a plantear la cuestión en foros internacionales competentes, como las Naciones Unidas o el Tribunal Internacional de Justicia;  porque sabe muy bien que no le asiste ningún derecho sobre esta ciudad.
Y es que jamás Ceuta ha estado incluida en la lista de territorios a descolonizar por la ONU, porque aquí no existe ninguna colonia, sino un territorio de plena soberanía española desde hace ya más de 430 años, donde los pertenecientes a otras culturas y religiones que aquí residen están provistos de su correspondiente carnet de identidad español. Y también esta ciudad tiene una vinculación de dependencia de España que, de una u otra forma, dura ya más de mil años. Pero si hasta cuando los árabes la ocuparon, junto con la Península, ellos mismos hicieron depender a Ceuta del Califato de Córdoba, con el sólido argumento de Abderramán III de que nunca antes esta ciudad había dependido de ningún otro poder norteafricano organizado. Más Ceuta estaba ya bajo la bandera española casi cien años antes de que el país vecino se hubiera constituido en Estado y fuera sujeto del Derecho Internacional. Eso tomando como referencia la tesis más favorable a Marruecos, auspiciada por prestigiosos historiadores franceses y marroquíes que coinciden en señalar que el país vecino no llegó a estar legítimamente constituido en Estado hasta tiempos de Muley Ismail, que fue el que por primera vez consiguió imponer, aunque sólo fuera relativamente, su autoridad en todo el territorio marroquí, aun así, no exento de divisiones en tribus hostiles, cábilas rebeldes, luchas internas por el poder e incluso grupos secesionistas que se resistían a acatar la autoridad del sultán alauita; pero, hasta entonces, al país vecino le había faltado el principal de los tres elementos básicos que el Derecho Internacional exige para que pueda existir un Estado, como son el territorio, la población y una autoridad organizada y fuerte que sea capaz de imponerse a la población en todo su espacio territorial. Y este último elemento, la autoridad, era el elemento que hasta entonces le había faltado a nuestros vecinos. Porque luego hay otras tesis, de bastante peso jurídico internacional, pero mucho más restrictiva, que sostiene que Marruecos no fue un Estado auténticamente independiente y soberano, de forma que pudiera considerársele como sujeto de Derecho Internacional, hasta que en 1956 España y Francia pusieron fin al Protectorado.
Y esos son los verdaderos hechos que están ahí aunque no gusten a los dirigentes del vecino país, junto con la historia y los instrumentos jurídicos del Derecho Internacional. A todo lo demás, se le podrá llamar “expansionismo” o “anexionismo”, en los que tanto gusta de soñar desde su fundación el actual partido que gobierna en el país de al lado, con su mirada obsesiva siempre puesta en ese “Gran Magreb” que tanto ambiciona; pero que, claro, así necesariamente ha de chocar con otros legítimos intereses de otros territorios y pueblos que le son circundantes y que, alguno de ellos, sí que sabe mucho de “ocupación”, pero nada de la “descolonización” que desde hace más de 30 años las Naciones Unidas dispusieron, y pese a la sentencia en su día emitida por el Tribunal Internacional de Justicia, al dictaminar que no existe ningún vínculo histórico de dependencia de ese territorio ocupado con el país cuya ocupación él mismo por su cuenta se ha arrogado.             
Y lo que nos hacía ya falta es que nos saliera por ahí algún que otro españolito trasnochado pasándose al lado ajeno, porque ilusoriamente piensa que la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos podría reconducir las relaciones para tener menos problemas. Pero, claro, los que conocen bien el percal saben muy bien que entonces sucedería exactamente lo contrario. Y si no, ahí están los precedentes de otros territorios; de manera que las mismas miradas anexionistas que ahora se ponen en Ceuta y Melilla, pues luego llegarían hasta Canarias, y después hasta el viejo Al-Ándalus. La pena es que, a veces, seamos los propios españoles los que nos erigimos en defensores de causas ajenas y en perjuicio de las propias causas nuestras. De todas formas, para que haya algunos de esos “iluminados” de los nuestros que hacen de abogados de los de fuera sólo para buscar un protagonismo que de otra forma más eficiente y seria nunca llegarían a tener, pues hay luego 40 millones de españoles que se opondrían radicalmente al enorme disparate de que Ceuta y Melilla algún día dejaran de ser españolas. Y no sólo se muestran en contra de tan injustas reivindicaciones, sino que conocen perfectamente las estratagemas vecinas, porque, a base de tanto querer abarcar, pues la opinión general española y también la internacional terminan volviéndose contra las ambiciones expansionistas.
Pero, incluso en esos casos en que algunos compatriotas tanto gustan de alinearse a favor de las injustas pretensiones ajenas, no hay que verlo del todo negativo, en tanto en cuanto aquí en nuestro país hasta a los que defienden las causas ajenas se les permite exponer libremente lo que quieran. Esto es impensable en el país de nuestro entorno, que si alguno de sus súbditos pretendiera manifestarse públicamente en contra de los propios intereses nacionales, seguro que de inmediato iría a dar con sus molidos huesos a una de esas mazmorras donde lo ponen a uno más derecho que una vela. La prueba más evidente se tiene en que esos dirigentes y activistas que se reunieron en Rabat, pues están ya hasta decidiendo de “motu propio”, por su cuenta y riesgo la forma como ha de ser la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos. Y ya sabemos lo que para empezar se ha fijado como estrategia, y es que la opinión de los ceutíes no cuenta. Y después, habría que imaginarse lo que harían con nosotros, con nuestros hijos o nietos en la remota hipótesis de que algún día tuviéramos que dejar de ser ciudadanos libres de aquí para convertirnos en meros súbditos de al lado.
Lo que no puede hacer un país que se tenga por mínimamente serio y civilizado es ir por la vida sembrando hostilidades, victimismo, presión a base de bloqueos, provocaciones con pancartas y proclamas fronterizas de pública vejación a mujeres policías españolas por el solo hecho de ser mujeres, presiones migratorias, etc, y todo ello bajo la mirada pasiva y condescendiente de su propia policía fronteriza. Eso es una absoluta falta de respeto y de lealtad hacia las relaciones de amistad y buena vecindad que se deben entre sí países limítrofes y que tienen suscritos sendos acuerdos bilaterales que luego deliberadamente por su parte incumplen.
Resulta que hace sólo unos días el primer ministro marroquí Abadd El Farsi parece ser que se reunió con una delegación española en Marrakech a la que dijo que: “Hay que concentrarse en lo mucho que une a España y Marruecos, y no en lo poco que les separa”. Pues, señor primer ministro, ¿por qué, entonces, tantas veces resultan ser tan incoherentes esas conciliadoras palabras con sus propios hechos hostiles?. Es por ello, que hay que ser más serios y realistas. Pongámonos, pues, a trabajar ambos pueblos juntos mediante la amistad, la mutua cooperación y el posible entendimiento. Tenemos que mirar juntos hacia el futuro, y no al pasado, que es ya historia; porque es trabajando en común, en recíproca colaboración y desarrollando auténticas relaciones de buena vecindad como más podemos beneficiarnos ambos países.

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