Categorías: Opinión

La ola

Este es el título de una película alemana basada en el experimento que el profesor Ron Jones llevó a cabo sobre estudiantes de secundaria, para demostrar que en una sociedad libre y abierta, como es la nuestra hasta ahora, existe cierto atractivo hacia ideologías totalitarias. Creer que nos encontramos a salvo y lejos de la implantación de una forma de gobierno despótica, es estar demasiado distraídos por el ruido mediático. Si alguien duda, debería preguntárselo a los venezolanos.

Podemos no es más que un partido político de corte autoritario que utiliza la democracia para poder hacerse con el poder, mediante un discurso dirigido a cándidos en el que se utilizan razonamientos ucrónicos para justificar la apisonadora de derechos y libertades que demagógicamente imponen donde gobiernan.
El manido discurso social que reveladoramente acaba plasmándose en la solicitud del ministerio de defensa, de interior y justicia, y en ningún momento los de trabajo, sanidad o educación es, cuando menos, preocupante.
Basar toda soflama en la corrupción que azota a otros partidos es de una pobreza intelectual muy relevante, sobre todo si tenemos en cuenta que el récord lo sostienen ellos mismos cuando, en tan sólo seis meses, dos diputadas de Podemos en Alicante ya han sido acusadas formalmente de corrupción, o el partido es investigado por utilizar el conocido método del "pitufeo" en su financiación, o también aparecen en los papeles de Panamá. Por no hablar del amiguismo en los diferentes ayuntamientos, las facturas desorbitadas, o los vuelos en clase bussiness. Es decir, ninguna virtud nueva y todos los viejos defectos.
Pero eso del doble rasero que la formación nazarena mantiene es algo a lo que deberíamos estar acostumbrados. Desde el sostenimiento como portavoz, en el mayor ayuntamiento de España, de una condenada por atentar contra la libertad, sí la libertad religiosa, a llevar a Otegi como hombre de paz y negarse a asistir a un minuto de silencio por las víctimas de ese Otegi, o lo último de la jueza investigada (imputada) por irregularidades en el ejercicio de su profesión, y que nos toma por idiotas al renunciar al aforamiento político, pero no al que sigue sosteniendo como magistrada, e insiste en repetir en las listas de Podemos. Algo en clara contradicción con un código ético que Pablo Iglesias maneja arbitrariamente.
El que judicialmente no pueda demostrarse que algo exista no quiere decir que eso no exista. Los fuertes vínculos de esta formación con dictaduras bananeras y con el Irán que ahorca homosexuales desde grúas, deberían bastar para declarar a esta formación como la más radical y fundamentalista que la democracia española ha soportado. Dudar de las intenciones de quienes reciben apoyo de este tipo de gobiernos es caer en la trampa dialéctica de demostrar lo que es evidente.
Podemos no aspira a gobernar una monarquía constitucional, sino una dictadura leninista en la que convertirían a España, si usted les deja, claro.

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