El Presidente de la Ciudad, en ese ejercicio de pueblerino ilustrado que consiste en emular al Jefe del Estado en su pequeño territorio, se dirigió a los ceutíes, con motivo de la Navidad, para pedirles unidad ante los retos y desafíos que nos angustian, y advertirnos también del riesgo de fractura social que se percibe en la Ciudad. Ambos mensajes son oportunos y necesarios. Y sin embargo suenan completamente vacíos. Carecen de credibilidad.
Esta es una de las claves que explican la profunda crisis por la que está atravesando el PP de Ceuta. Un contumaz y prolongado distanciamiento entre los hechos y su discurso, los ha ido encerrando en una burbuja dialéctica que los ha terminado por engullir. Lo cierto es que el PP ha perdido la sintonía con el devenir de la Ciudad. Incluso sus más fieles partidarios muestran una inocultable preocupación por este hecho.
Rendidos a la evidencia, tras meses y meses obcecándose en negarla, ahora están intentando reaccionar. Pero no se han centrado en reconstruir un liderazgo social basado en una estrategia de Ciudad a largo plazo; sino que han elegido como finalidad exclusiva recomponerse electoralmente. Y el problema es que ambos objetivos son incompatibles. O más bien, contradictorios
Es verdad que la delicada situación de Ceuta exige unidad. Es preciso impulsar una movilización política, del más amplio espectro posible, que sea capaz de vencer las durísimas resistencias que en estos momentos impiden que nuestros graves problemas estructurales entren en vías de solución. Para ello es necesario definir y consensuar objetivos, instrumentos y procedimientos. Justo lo contrario de lo que hace el PP. Ha dinamitado todos los cauces de diálogo y no hace ni la más mínima concesión respecto de sus planteamientos originales, a pesar de que la experiencia demuestra claramente su desatino.
Prefieren mantener vivo su otrora eficaz eslogan electoral “El PP es el único partido que defiende Ceuta en España” a intentar nuevos caminos para resolver los problemas de Ceuta. Piden unidad cuando en realidad están solicitando “adhesión”. Pretenden que los ceutíes, una vez más sumisos, pero en este caso, además idiotas, apoyemos la política del Gobierno de la Nación para Ceuta, aún siendo conscientes de que es el principal causante de la debacle. Quien no entra en el juego queda automáticamente descalificado acusado de antipatriota o de no agitar suficientemente la bandera española.
El segundo gran reto que tiene esta Ciudad a corto plazo, y que a todos nos concierne, es evitar, a toda costa, que se termine de descoser el tejido social, sostenido en precario por alfileres milagrosos, y sometido a una presión cada vez mayor.
El grado de desigualdad que se está alcanzando en “Las Dos Ceutas” es de tal magnitud que ya es una my seria amenaza para la convivencia.
La cohesión social ha sufrido un ostensible retroceso. El proceso de interculturalidad experimenta una irresponsable ralentización. El PP ha optado por explotar la desigualdad como argumento electoral, al amparo de la vieja teoría de “más vale amarrar primero a los tuyos que arriesgarse a perder a unos y otros” Por ello todas las decisiones del Gobierno en los últimos meses tienden a profundizar y abundar en la brecha social. Por eso es un sarcasmo que el Presidente acuse a quienes piden justicia y equidad de querer fracturar Ceuta.
La conclusión es que el PP, en aras a su propio interés electoral, ha decidido arrastrar a Ceuta hacia el abismo de manera consciente y deliberada. Y además quieren que le hagamos la ola.
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