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La octava sinfonía, de Mahler

Gustav Mahler había nacido en una familia judía. Después, ya de mayor, unos dicen que para conseguir un puesto de trabajo como director de orquesta y otros que para casarse con la chica a la que amaba, Alma, se convirtió al cristianismo. Mahler contaba que un día abrió un armario al levantarse por la mañana, se le cayó un libro de oraciones, y casualmente se cayó abierto por el himno  “Veni creator spiritus”. En ese momento, cuenta Mahler que tuvo claro todo el primer movimiento. Se fue a su casa de campo y allí, como si alguien se lo estuviera dictando escribió los veinticinco minutos que dura del tirón, en un tiempo récord. Utilizó una forma sonata casi perfecta para articular la estructura. Un primer tema, que aparece sin introducciones ni nada por el estilo en Mib, luego un segundo tema en SibM (dominante), que se divide en tres secciones fácilmente identificables, después una especie de coda, que no funciona como la coda clásica, pero sí sirve para cerrar la exposición. Entonces es donde aparece un tema nuevo, que despista mucho a los analistas, porque suelen entenderlo como un tercer tema. Sin embargo, una forma sonata con tres temas es algo muy extraño y difícil de llevar. Suelo comparar la forma sonata con una película, en la que el tema A es el bueno y el tema B es el malo. Meter un tercer personaje que no se defina como bueno ni como malo y que tenga la misma importancia que ambos es prácticamente imposible.
Después de que aparezca este tema extraño, comienza el desarrollo. El desarrollo es una clara muestra de crecimiento. Empieza con la orquesta a solas y luego se van añadiendo coro y solistas. Tiene un claro punto central, cuando empieza el "Accende", con una pausa general incluso, que aunque pequeña está cargada de tensión. De este accende nacerá el germen del segundo movimiento. Después a Mahler, que había estado estudiando a Bach, se le ocurre hacer una fuga doble, a cinco voces en la cuarta parte del desarrollo, y ya, para rematar aún más la cuestión, introduce una pedal de dominante Aquí nos encontramos con un clímax grandioso, que arrastra a cualquier oyente. La pedal de dominante no resolverá hasta después de haber entrado la reexposición y además Mahler duplica esta pedal en las notas agudas, con dos sopranos cantando el Sib. El resultado es espectacular, de verdad, y merece la pena disfrutarlo en directo. Luego ya, una vez que entramos en la reexposición Mahler nos suelta el tema A tal cual, el cual enlaza directamente con la tercera parte del tema B (se salta el puente, que no tiene ya mucho sentido y las dos primeras partes de B, que aparecerán en la zona de recapitulación del segundo movimiento), y por último una coda, que empieza con el coro de niños cantando el Gloria.
Para el segundo movimiento, a Mahler se le ocurrió musicar la última escena del "Fausto", de Goethe. Pide que se haga semirepresentada, con la soprano que hace de virgen al fondo del escenario, invitando a Fausto desde la lejanía, y los miembros del coro un poco repartidos por el escenario (lo que puedan, porque son tantos, que generalmente tienen que estar apiñados). Al final, este movimiento es mucho más brutal que el primero. Porque es más largo y va acumulando tensión durante más tiempo. Además, como comentaba antes, va retomando elementos del primer movimiento, que nos ayudan a seguir, aunque de una manera incosciente, la estructura.
Con estos dos movimientos que he explicado, nos queda una forma que más que una sinfonía, parece un oratorio con una introducción. Mahler, evidentemente, no escribió más movimientos. Con estos dos ya tenemos para una hora y cuarto de música aproximadamente. Una orquesta gigante, que incluye órgano, piano, celesta, y dos mandolinas además de todos los instrumentos que tiene la orquesta, dos coros mixtos, un coro de niños y ocho solistas, hicieron que al editor se le ocurriera bautizarla como "Sinfonía de los mil". Y así se ha quedado.
Cuentan que cuando Mahler acababa de terminar de escribir esta sinfonía e iba con el manuscrito a llevársela a su editor, había nevado y al bajarse del tranvía resbaló, se cayó, las partituras se le soltaron y se cayeron por debajo del tranvía que las atropelló dejándolas en bastante mal estado. Cuentan que Mahler se puso a llorar como un niño (no es para menos), pero que afortunadamente con mucho tiempo pudieron recomponer todo aquello para que ahora, nosotros, la disfrutemos.

audicionescomentadas@gmail.com

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