Wenceslao Fernández Florez, un destacado escritor y periodista fallecido en 1964 cuya fama, quizás, se esté diluyendo en ese mar de la ignorancia que ha comenzado a invadir la mente de muchos jóvenes españoles, comenzó una de sus celebradas crónicas periodísticas con una frase tan ingeniosa que nunca he olvidado, a pesar del paso de los años: “Ayer bajaba yo por la Gran Vía, en impresionante manifestación unipersonal…”.
Hoy me permito imitarlo diciendo –metafóricamente, claro- que ayer bajaba yo por el Rebellín, en impresionante manifestación unipersonal, para ver como está la Avenida Alcalde Sánchez Prado, popularmente conocida como Gran Vía, tras el inicio de esas obras de remodelación de la citada Avenida y de la Plaza de África, obras que, constituyendo el “proyecto estrella” en la actual legislatura de nuestro gobierno autonómico, parecen perseguidas por un mal fario desde el principio de su concepción.
Diana de las más acerbas críticas lanzadas desde los escaños del grupo parlamentario de “Caballas” pleno tras pleno de la Asamblea; el mencionado proyecto tropieza, además, con una opinión pública nada entusiasmada,, por decirlo de alguna forma, pues una y otra vez se está pudiendo leer en las redes sociales y en los periódicos locales, tanto en papel como digitales, así como oír en las distintas emisoras, lo que se está convirtiendo en machacona, fácil y populista crítica, según la cual el importe de dicha obra –presupuestada en alrededor de siete millones y medio de Euros- debería haberse destinado a la atención de barriadas, escuelas, pistas deportivas, viviendas y. asimismo, a necesidades de carácter social, como si la Ciudad no hubiera previsto, en sus Presupuestos ni un solo céntimo para atender tales objetivos en la medida de lo posible, sin tener por ello que dejar totalmente desatendidos otros. Frente a lo que algunos parecen creer, presupuestar es prever los posibles ingresos y regular cómo han de gastarse entre las diversas partidas, una de las cuales, al menos, y tratándose del presupuesto de una ciudad, debe estar destinada a urbanismo y embellecimiento.
Para mayor inri, las obras no han podido tener peor comienzo. Protestas de vecinos y taxistas, revuelo por la tala de árboles, intervención de los bomberos por inundación en lo que se ha llamado “la piscina de la Gran Vía”, rumores –rápidamente desmentidos- sobre posibles problemas en relación con la seguridad del firme de la propia Avenida, es decir, de lo que, a su vez, viene a ser el techo del aparcamiento subterráneo, corte de calles, lamentos por la supresión de lugares en la vía pública donde se podía aparcar...
Por lo pronto, la obra va a condicionar el recorrido de las catorce Hermandades y Cofradías de penitencia que, con sus veinticinco pasos (que nada tienen que envidiar respecto de los de muchas Cofradías andaluzas afamadas y “de tronío”) pasarán por nuestras calles y plazas en la Semana Santa que hoy comienza para hacer su tradicional estación de penitencia en la Catedral. Ante la situación actual de la Gran Vía, la carrera oficial se ha de trasladado a la Calle Jáudenes, mucho más estrecha. Es cierto que, como sostienen los capillitas sevillanos, las procesiones resultan aún más bellas y lucen más en las calles angostas, pero también es evidente que el gentío que llenaba la Gran Vía no podrá caber en la calle Jáudenes, en la que se han montado los palcos.
Y, para colmo, sale ahora a la luz la noticia de que la sociedad municipal Procesa ha contratado a una empresa para la corrección de fallos u omisiones en el proyecto inicial, algo que, de nuevo, utiliza “Caballas” .siempre con la proa puesta en su contra, para pedir explicaciones acerca de lo que califica como el “chapucero” proyecto y sobre la anterior intervención a los mismos efectos de “Tragsatec” una filial de “Tragsa”, empresa del grupo de “SEPI” (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) que viene siendo asimismo objetivo prioritario de las más aceradas críticas de “Caballas” desde que la Ciudad comenzó a hacerle encomiendas de obras en Ceuta. Es más; el MDyC también es muy crítico al respecto y ahora se suma el PSOE, preocupado, según dice, por lo que al final pueda suponer el coste de una obra que va complicándose.
En definitiva, la obra de remodelación de la Gran Vía y Plaza de África se ha convertido en una fuente de sucesivos problemas y quebraderos de cabeza para el Consejo de Gobierno de la Ciudad, y de modo especial para su Presidente, Juan Vivas, firme defensor de un proyecto que, por añadidura, lleva consigo la recuperación del antiguo Convento de los Trinitarios. Ante lo complicado del caso, parece que hasta no vendría mal una rogativa solemne ante nuestra venerada Patrona, la Virgen de África, para que interceda a favor de la desaparición de esa especie de espíritu maléfico, ese “gafe” o mal fario que de forma tan negativa está influyendo sobre la realización del mencionado proyecto, entorpeciéndolo con verdadera saña.
Solo queda la esperanza de que, producida esa celestial intervención y finalizada la obra -cuanto antes, mejor- la Gran Vía y la Plaza de África queden tan bonitas y, a la vez, tan funcionales, que se conviertan en un verdadero motivo de satisfacción y de orgullo para todos los ceutíes.
Ese es mi vivo deseo. Ojalá se cumpla.
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