Categorías: Opinión

La nueva ley del tabaco

Llegó el día. De alegría y alivio para algunos, y de rabia o lamento para otros. Como la lluvia, el humo del tabaco nunca fluye a gusto de todos. La ley que prohíbe fumar en lugares públicos cerrados entra hoy en vigor. Así lo ha querido el gobierno de Zapatero y así se aprobó por una aplastante mayoría. Para los fumadores pasivos, el 70 por ciento de la población, se nos abre un compás de esperanza. Ya veremos. Cada año mueren en España 5.000 de ellos, con especial incidencia entre quienes trabajan en el sufrido gremio de la hostelería. Restaurantes, bares, discotecas y lugares de ocio serán ya espacios libres de humo. Como debería de serlo desde hace tiempo nuestro Mercado Central de Abastos. Ese “mercado sin humos” como desde hace dos años reza en grandes carteles en su interior. Qué paradoja.
La nueva ley es clara. Y las multas. 30 euros las leves, 10.000 las graves y hasta 600.000 las muy graves. Esto último me suena a farol. ¿Y quién le pone el cascabel al gato? Si oímos a la asociación de consumidores FACUA Sevilla, por ejemplo, resulta que tanto la delegación de Salud del Ayuntamiento como la de la Consejería de Salud, hasta ahora “se han negado a realizar las inspecciones a raíz de las denuncias”. Cuestión de competencias, y la pelota de un tejado a otro. En un Estado tan fragmentado como el nuestro, las CC. AA. tendrán mucho que decir en la aplicación de la nueva ley, para evitar que no haya, como aseguraba la socialista Pilar Grande, “insumisos particulares e institucionales”. Cabe confiar en que ese no sea el caso de nuestra consejería de Sanidad.
Como no podía ser de otra manera, los hosteleros están que trinan con esta ley que prohíbe fumar en cualquier espacio cerrado que conste de más de dos paredes y un techo. No he oído todavía a los de nuestra ciudad, pero sí como se manifiestan en otros lugares. Así, en la vecina provincia de Cádiz, el presidente de la Federación, entre otras consideraciones se lamenta de que la nueva normativa pueda llegar hasta el extremo de acabar con los desayunos en los bares. “Porque, cuando los clientes no puedan fumar en ellos mientras beben un café, directamente optarán por tomárselo en sus oficinas”.
Otros se preguntan que quién pagará las sanciones, y la Asociación de Hostelería de Asturias va aún más lejos. Apunta que cuando un cliente decida fumar en un establecimiento, la obligación de los empresarios “no podrá ir más allá de la prohibición”, entre otras razones porque los hosteleros no son “policías  ni agentes de orden público”. Por su parte el presidente adjunto de la Federación Española de Hostelería estima que se producirán unas pérdidas adicionales del diez por ciento en el volumen de facturación, al tiempo que un informe del Instituto de Estudios Económicos cifraba en unos 70.000 los despidos que con la nueva ley podrían producirse.
Pienso que la sangre no llegará al río. Al igual que la gente se ha habituado a abstenerse de fumar en los transportes públicos, en los comercios y en otros espacios cerrados, con los de ocio terminará sucediendo lo mismo. Y se seguirá fumando, por supuesto. Pero en la calle, a la puerta de los establecimientos. Es la nueva estampa urbana que se avecina.
El impacto de la flamante normativa en la hostelería y la restauración no debe ser negativo. Lo avalan determinados estudios ya que muchos volveremos a frecuentar estos establecimientos. La libertad tiene sus límites y ninguno es más grande y más sagrado que la salud y el derecho de quienes nos vemos obligados a respirar ambientes cargados de multitud de componentes, tóxicos, irritantes y carcinógenos. Los convencidos o arrepentidos de esa droga constituimos el 70 por ciento de la población. Mayoría.
El contrasentido es que quienes, sin quererlo, con esta medida apuestan por nuestra salud no hacen ascos a la hora de seguir recaudando impuestos con el tabaco.
Primero permitiendo su venta en esos locales de hostelería, aumentando ahora incluso puntos que con anterioridad la ley había eliminado. Y es que, según el presidente nacional de esta federación, José Luís Guerra, mientras que los hosteleros perciben 15 céntimos por cada cajetilla, el Estado se lleva 2,8 euros por ella.
Ninguna oportunidad mejor para dejar a un lado el hábito de fumar. Merece la pena. Lo digo desde el convencimiento, después de 25 años de haberlo dejado. Como también merece la pena comenzar a trabajar, desde ya, para que lugares como nuestro Mercado o la Estación Marítima sean de los primeros en dar ejemplo ante la nueva normativa.
Desde hoy pues, a fumar en la calle.

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