Hoy eres un ser humano de poca edad, quizás de esa en la que tus pasos son vacilantes y correteas. de acá para allá, por el simple motivo de que te divierte aunque de vez en cuando tengas alguna caída de la que te repones de inmediato y sigues con tus correrías mientras te ríes y acabas en los brazos de tu madre o de tu padre, que te veían disfrutar mientras aprendías a moverte por tu cuenta y riesgo. Algún que otro coscorrón te ha costado ese principio de aprendizaje, de lograr caminar derecho y sabiendo, en cada momento, cual es tu punto de destino.
No es nada fácil eso último; el punto de destino no acierta a verlo con claridad después de mucho reflexionar y de recibir los consejos adecuados. Esto es así desde que se cuenta con muy corta edad y no siempre comprendemos los consejos que recibimos, lo que se traduce en algún que otro revés en la vida de quien se está iniciando en ella. Conviene advertir que la iniciación a la vida tiene muy diversas etapas que se van sucediendo, unas a otras, hasta llegar a completar la totalidad de la vida: la de aquellos niños y niñas que correteaban hasta los brazos de sus padres.
¿Cuantas veces nos equivocamos a lo largo de la vida? Muchas, por supuesto, pero lo importante es saber reaccionar ante el fracaso, ante esa realidad completamente distinta a lo que habíamos dado por seguro. Enseñar a aprender a reaccionar no es tan sencillo como calmar unos lloriqueos por una caída mientras aprendíamos a caminar. Esto ya es más serio y, a veces, trascendental. Hay que preocuparse por formar a quienes inician su vida en serio, lo cual ocurre en la vida una infinidad de veces. Siempre necesitamos algo más de formación.
Aunque se tengan bastantes años y se hayan podido ocupar puestos relevantes en la vida de la Nación, por ejemplo, se pueden cometer graves errores por el afán de volver a recuperar una notoriedad que se perdió. No es ese el ejemplo a seguir sino el de ir, día a día, cumpliendo los objetivos profesionales y mejorándolos todo lo necesario. La sociedad a la que se pertenece y a la que se está obligado a servir, necesita que se le entregue, día a día, trabajo de calidad, bien hecho y sin puntos débiles que puedan echar por tierra todo lo realizado.
Esta es la noble misión de los mayores con los más jóvenes; especialmente de los padres con relación a sus hijos. La noble misión de formar es una labor diaria con momentos o espacios de mayor intensidad y delicadeza. No termina nunca e incluso hay ocasiones en las que se reciben lecciones de aquellos a los que se les dedicó la vida entera para su formación. Bien venidas sean esas lecciones, porque es señal de que la formación está dando frutos de cariño. La noble misión de formar es entregar la vida, con amor, a todos los que empiezan a vivir en serio.
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