Categorías: Sucesos y Seguridad

La niebla sirvió de camuflaje para la entrada de, al menos, 40 subsaharianos

La niebla de ayer y la permeable vigilancia marroquí se dieron la mano ayer para facilitar la entrada de, al menos, 40 inmigrantes subsaharianos, diez de ellos posiblemente menores según los primeros datos. ¿Y por qué el apéndice de 'al menos'? Porque ni las fuerzas de seguridad saben a ciencia cierta cuál es el número exacto de inmigrantes que consiguieron adentrarse en la ciudad y, temerosos, escaparon hacia el Príncipe o marcharon andando incluso hasta el CETI. De hecho ayer tarde la Policía localizaba a alguno y confesaba que a lo largo de hoy podían aparecer más. Algunos agentes hablaban de una entrada de hasta cien personas y otros, en cambio, las reducían a unos cuarenta.

La historia, que ha venido a devolver la atención mediática hacia la inmigración, se producía pasadas las ocho y media de la mañana de ayer y tenía como escenario la frontera del Tarajal. La niebla convertía esta zona en un auténtico muro e imposibilitaba, incluso, que con las cámaras térmicas se pudiera apreciar la presencia de inmigrantes. En una jornada que se presumía tranquila en España se estaba gestando ya la entrada masiva desde Marruecos. Allí, un subsahariano que actúa de enlace entre los grupos de inmigrantes que quieren pasar a Ceuta y los gendarmes cuya moralidad y labor tienen precio, se había encargado de agenciar el pase que terminaría por sorprender a las fuerzas de seguridad.
Según manifestó alguno de los primeros subsaharianos que fueron detectados por la Policía Nacional, habían efectuado un pago para tener garantizada la oportuna luz verde y llegar así al otro lado: Ceuta. Así que decenas de subsaharianos en bloque repitieron el mismo tipo de entrada que se ha estado produciendo durante el verano y que, en los últimos meses, estaba siendo controlado por Marruecos.
Los gritos de inmigrantes desde el agua apuntaban a que se estaba produciendo una entrada. La posterior aparición de varios subsaharianos en la arena, tras bordear prácticamente andando el espigón del Tarajal, daba veracidad a lo sospechado.
Aquí es cuando comenzó el caos, que pilló completamente por sorpresa a la Policía y a la Guardia Civil, que terminaron completamente desbordados.
Mientras en el entorno del Príncipe se mantenían los controles político-policiales ordenados tras la última junta de seguridad, quedaban en evidencia los vacíos de seguridad tan temidos por los sindicatos. Algunos de los inmigrantes quedaban en tierra completamente empapados, mientras otros escapaban sin que los propios agentes supieran a dónde habían ido.
Tal fue el descontrol que incluso dos subsaharianos aparecieron, sin problema alguno, en el propio CETI, a donde llegaron con los pies llenos de barro y marcas de los roces con las rocas. La Policía Nacional se enteró de esta entrada tras recibir la confirmación del propio centro del Jaral.
Pero ahí no terminaba la historia. Se sabía que había más inmigrantes pero se desconocía dónde, así que las patrullas comenzaron a buscarlos por todos los sitios habidos y por haber. Se volvía a la época antigua: la de las patrullas en busca de subsaharianos por toda la ciudad. Salvo por un cambio: antiguamente cuando las patrullas los localizaban -incluso a la puerta de la iglesia- los expulsaban a Marruecos siguiendo unas directrices permitidas por las distintas delegaciones del Gobierno. Ahora la cosa cambiaba: los inmigrantes que eran localizados debían ser trasladados a la Jefatura Superior para, desde allí y tras filiarlos, ordenar su traslado al CETI.
Vecinos del Príncipe se topaban con un grupo de cinco subsaharianos pasadas las diez y media de la mañana. Empapados deambulaban por la barriada cuando fueron vistos. Los vecinos les dieron ropa y calzado y se los entregaron a la Guardia Civil que se encargó de coordinar el traslado de los inmigrantes en un celular hasta la Jefatura Superior. A los inmigrantes se les explicaba que no tuvieran miedo, que iban a ser trasladados al Jaral, aunque muchos de ellos seguían temiendo que su destino fuera otro y lo expresaban con gritos dentro del celular.
Historias como ésta se repetían en otros puntos de la ciudad, ya que las patrullas de ambos Cuerpos recibieron la orden de que peinaran las zonas del campo exterior, sobre todo, para localizar a más subsaharianos, poniendo especial atención a las zonas más boscosas en las que podrían haberse ocultado algunos por temor.
Así pasaba la mañana y la cifra iba aumentando de manera gradual. A las once se hablaba de la llegada de 23 subsaharianos pero ya a las dos de la tarde la cifra era de 40. Lo que hacían las patrullas era ir trasladando a los subsaharianos que encontraron al punto cero establecido: la central de Colón, para desde allí coordinar las distintas tareas que iba desarrollando la UCRIF del área de Extranjería del Cuerpo Nacional de Policía.

 

La ocupación vuelve a subir en el CETI

La cifra de residentes en el centro de estancia temporal de inmigrantes había comenzado a normalizarse, alcanzando una ocupación de 650 personas. La dirección había vuelto a recuperar las aulas comunes que tuvieron que transformarse en dormitorios improvisados tras las entradas del pasado verano. La buena nueva duró bien poco. Ayer, de golpe, recibían la entrada de casi cuarenta nuevos residentes, con lo que la cifra volvía a asomar la cifra de los 700 ocupantes. Desde primera hora de la mañana al campamento llegaban las noticias de más entradas, con lo que sus trabajadores empezaban a tomar conciencia de que había que ponerse manos a la obra para adecuar el centro, de nuevo, y recibir a los recién llegados. Algunos lo hicieron arrastrando alguna pequeña lesión en sus piernas, producidas por el roce con las rocas al entrar en plena niebla. Las entradas que se produjeron fueron de subsaharianos de diferentes nacionalidades y curiosamente todos ellos eran varones.

 

La Cruz Roja y el 061 atendieron a los inmigrantes dentro de la comisaría

Cruz Roja y 061 tuvieron que prestar asistencia sanitaria en el interior de las dependencias policiales del Paseo de Colón a petición de la propia Policía Nacional. Una ambulancia y varios técnicos en emergencias sanitarias atendieron a los inmigrantes, teniendo que trasladar a uno de ellos al Hospital al presentar unas molestias importantes en la pierna.
Tras el reconocimiento sanitario, se procedió al reparto de ropa y calzado a todos los subsaharianos. En concreto Cruz Roja, a través de su Departamento de Salud, Socorros y Emergencias, y más concretamente de su Servicio de Transporte Sanitario atendió a 31 inmigrantes.
Así, y en la propia Comisaría, los inmigrantes fueron atendidos por efectivos del 061 y por una dotación de la institución humanitaria ceutí. La mayoría de ellos fueron tratados por heridas leves y contusiones, necesitando uno de ellos ser trasladado al hospital por un traumatismo osteoarticular.
En el Hospital también se había recibido el aviso oportuno ante la posibilidad de que hubiera casos de hipotermia, aunque finalmente no se tuvo que atender más que a algunos afectados y ninguno de gravedad.
La última de las intervenciones en materia migratoria se había producido el pasado martes con el rescate de una balsa ocupada por cinco subsaharianos. El goteo sigue siendo constante y de periodicidad semanal, pero en nada tiene que ver ya con las entradas que superen la decena de inmigrantes y menos aún siguiendo el método tradicional de entrada en bloque que comenzó el pasado mes de mayo.
En las últimas semanas la Benemérita ha estado arreglando los espígones de ambas bahías para reponer, precisamente, aquellas zonas del vallado con concertinas que se hayan visto afectadas por las entradas constantes registradas durante el pasado verano.

 

Caras nuevas en el CETI

La llegada de los inmigrantes se convertía ayer en la noticia estrella en el CETI. Quien más quien menos esperaba la llegada del compatriota que quedó al otro lado y se producían reencuentros. Los campamentos de Beliones y Castillejos son pasto de amistades entre hombres y mujeres que después se separan y pueden volver a unirse en el centro del Jaral. El CETI se va amoldando a una presión migratoria en la que Marruecos tiene mucho que decir, sobre todo por su manera de ejercer control en su lado costero. Que el país vecino baje la guardia permite episodios como el registrado ayer.
Mientras las voces oficiales mantienen el mismo discurso. La secretaria de Estado de Inmigración, Anna Terrón, valora lo positivo: que hay más control en las fronteras y menos entradas. Sin ser falso lo que defiende, la primera de las partes no siempre se cumple. Ayer el control falló al otro lado -según los propios inmigrantes comprando voluntades- y generó un desbarajuste en éste: con agentes recorriendo la ciudad buscando a lo loco inmigrantes mientras éstos, incluso, llegaban por su propio pie al CETI.
Terrón ha manifestado que "la buena gestión del sistema de protección de fronteras, que se mantiene a pesar de la disminución de llegadas", y el "permanente diálogo con los países de origen de los inmigrantes" son claves para un balance positivo. Es la lectura que se hace desde Madrid de la situación fronteriza. En Ceuta, en los despachos, la lectura es bien distinta. Los mandos analizan qué ha pasado y, sobre todo, qué medidas deben adoptarse para evitar que vuelvan a sucederse estos episodios. El perímetro no sucumbió al poder de la niebla, pero el mar quedó completamente desprotegido. Al margen de la Madre Naturaleza, también existen otras causas más terrenales.

 

Y hay incluso quienes intentan colarse clandestinamente

En los bajos del camión

Entre tanta ida y venida de inmigrantes, entre tanto jaleo policial y tanta noticia en torno al episodio del día, la inmigración aportaba otra cara: la de estos dos argelinos que eran sorprendidos por la Guardia Civil cuando pretendían embarcar hacia la península ocultos en los bajos de un camión. Una patrulla del Cuerpo los localizó y tras detenerlos los entregó en la Jefatura Superior, topándose con unos calabozos que no daban más de sí. De hecho los subsaharianos estuvieron repartiéndose por las distintas comisarías para evitar la saturación de la central.

 

Once subsaharianos, al CIE

Las casualidades de la vida hicieron que ayer mientras la Policía iba trasladando a subsaharianos hasta la Jefatura Superior para su traslado posterior al CETI, llegara una de las furgonetas que el Cuerpo emplea para las expulsiones. En su interior iban once inmigrantes subsaharianos procedentes del CETI que iban a ser trasladados a un CIE de la península. Estos traslados forman parte de los que se están llevando a cabo de manera rutinaria, y que se complementan con los traslados de los llamados colectivos vulnerables. Durante el tiempo que establece la ley, los subsaharianos estarán en un centro de internamiento peninsular para después ser repatriados a su país de origen o, si no son identificados y reconocidos, quedar en libertad como establece la normativa migratoria. Los policías les dieron bocadillos y agua para el camino. En la furgoneta fueron trasladados al puerto para el embarque y posterior traslado a la península.

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