Mayra Gómez Kemp nos ha demostrado que contra el cáncer se puede y esa chica rubia alucinante que conocimos como figurante del un, dos tres, con un físico prodigioso, pero aún más frescura y encanto, ha salido de nuevo a la actualidad, como si nunca se hubiera ido, trasportada en una nevera mágica del tiempo, para hacernos ver que la vida merece la pena.
–Nos preocupamos de tonterías-ha venido a decir Mayra, para explicarnos que la vida son cuatro buenos ratos y que lo demás más vale dejarlo a un lado, porque la amargadera puede hacernos perder los instantes sagrados.
La muerte nos pisa los talones , desde que nacemos y respiramos el primer oxigeno , agotando ya nuestro ciclo vital; el resto, ya es cosa nuestra, de cómo nos lo tomemos o de cómo corramos en la carrera, saldrán nuestras cuentas . A mí la muerte, qué quieren que les diga, me da mucha grima, siempre me la ha dado, no el hecho de morirme -que no tengo mucho de gótica, ni de macabra y sí de súper fanática de las películas de terror- sino por la finalización, de aquello que amas.
Desde noviembre pasado ,cuando murió mi amigo Corrales, parece que la Parca se ha conjugado con el destino para irme arrebatando cosas y hechos que amaba, mi amigo, mi perro anciano, mis nuevos perros , uno de los testigos de mi boda y uno de los protagonistas de mi última novela, aún sin editar.
Hay veces , que, recordándolos, las ganas se me apagan y otras me enfado, porque se han ido , y otras me duele en el alma, porque no puedes igualar lo que la suerte te dio y no hay prodigio alguno , que pueda hacerte encontrar un amigo tan fiel, como aquel que cuidabas como oro en paño.
Pero Mayra tiene razón, si persistes en los ratos malos, en las pequeñas o grandes tragedias cotidianas , sales más escalfado que renovado, más lerdo y mucho más quemado.
Cuando me da la neura de los que se fueron , me abrazo a lo que me dieron, a lo que tuve y no perdí , porque los regalos del querer bonito son duraderos y miro el futuro y sonrío, aunque me esté derritiendo de pena por dentro y doy un paso y luego otro y pienso en los enfermos y en los que no pueden y en las barreras físicas y humanas , que ponemos a muchos y me enderezo y pongo una vara de mimbre a mi cuerpo, para que no se lo lleve el viento.
Yo se lo digo a mis hijos, continuamente…”la vida es dura”, lo que no les digo -porque con la adolescencia tienen las hormonas batidas en duelo con la cordura y algún día de tanto coctel de crecimiento, a pasos forzados, lo mismo se creen supermanes y saltan desde la azotea- es que la vida es algunas veces más que maravillosa y que merece luchar por ella, combatir, sin más armas que tus ideas y tus sueños y velar por los demás ,por los que quieres, por los que aprecias, coger el teléfono y llamar a un amigo lejano, sonreír a otro, al que ves pasar , cuando vas con el coche rodeando la rotonda o despedirte de un amigo fiel lanudo, viendo en sus ojos mucho amor e infinito aprecio.
A mí hay veces que la neura, me da por el derrotismo de creer que lo que se fue, de tan irreemplazable como es, no tendrá segunda parte, ni enmienda, pero luego como cuando se va el levante y nunca sabemos más que por donde llegó, porque siempre le perdemos el rastro cuando cesa, vuelve la calma, la serenidad y veo lo que dejó la ausencia o en el caso de Mayra la posibilidad de la muerte , y es vida, azul y opulenta vida, ganas de vivirla y amarla , al ciento por ciento, por los que no pueden, para combatir el mal y la enfermedad y poner los dos pies firmemente, sobre esta bendita tierra.
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