La necesidad innecesaria

Los gobernantes deberían darse cuenta que un pueblo se hace resolviendo los problemas de sus ciudadanos  y tejiendo los recursos necesarios para el uso público y el mantenimiento de los mismos. La política es solo un instrumento al servicio de dicho pueblo. Una fórmula que, en democracia, está avalada por el voto y es solo el voto quien determina la dirección política. Por eso, insisto, que un buen Presidente -avalado por las encuestas, tanto a nivel local, como nacional- y conociendo su eficacia y sensibilidad en cuanto a las demandas de los caballas, tendría que  fijarse otras metas además de ladrillos, balaustradas, estatuas y desdoblamientos. Tanto derribo y tanta edificación están bien cuando hacen falta, cuando se nota el envejecimiento de la ciudad, cuando las infraestructuras son escasas o cuando sobran euros. Pero creo que hay otras “obras”, no tan grandes -ni tan magníficas-, que hacen falta y que son prioritarias para Ceuta.
Seguramente estaré equivocado (como casi siempre), pero permítame, al menos, que le aconseje aparcar “las grandes obras” pendientes, -con el montante económico que suponen- , dado el estado económico producido por la gravísima crisis en la que andamos sumidos, y dichos euros, se destinen a otras infraestructuras necesarias. En esta situación actual, entiendo que el Gobierno de la Ciudad debe intentar que el dinero “corra” por sus calles, no en forma de ladrillo y cemento, sino en moneda de curso legal.
Que los euros lleguen a las tiendas, a los comercios, a los almacenistas, a los concesionarios, a las grandes superficies y a los  servicios de restauración. La crisis ha tardado en llegar a Ceuta pero ya ha llegado…, y con ella llega el miedo al crack para los empresarios, los autónomos, los empleados y  toda la cadena humana que sobrevive a un momento dificilísimo. La situación es tan grave, que si la Ciudad no “invierte” en su propia ciudad, y sigue pensando en las pirámides, pronto no habrá quien pueda vivir en ella, aunque eso si, esté preciosa…
Los Presupuestos aprobados consagran “la obra de Juan” a un proyecto de ciudad que se aleja de la realidad y de las necesidades vitales de los caballas.
Tan vitales que cuesta ver gente en los restaurantes cenando. Tan vitales que muy pocas familias (incluyendo a los funcionarios) se pueden permitir ciertos lujos que no sean los de mantenerse y punto. Tan vitales como que se cierran, constantemente, negocios y comercios. Tan Vitales que las listas del paro (contando los de los planes de empleo que no dejan de ser parados por ello) se incrementan día si y día también. Tan vitales que … en fin, que les voy a contar que no se sepa.
La pregunta del millón: ¿Qué ciudad queremos? Particularmente, me gustan los proyectos de urbanita que desarrolla nuestro Juan. Unos más y otros menos, pero en general, bien, si salvamos “chalauras” como la taza de Maestranza, o el cambio de Hércules del muelle a la Constitución…
El problema –como ya he explicado anteriormente- está en los condicionamientos actuales de la política económica.
No hay dinero, (y “la Manzana” se la comió el gusano de turno), no se ve por la ciudad, salvo el que entra desde Marruecos y del que protestamos cuando aparcan. No queda ni para tirar cohetes, (aunque, pensándolo bien, para qué comprarlos si luego, entre informes técnicos y gañatadas, no se pueden tirar por uno u otro motivo), de cualquier forma, creo que las únicas obras que tendrían sentido serían las de mantenimiento e infraestructuras.
La leyenda de la Real Academia Española es un buen motivo a tener en cuenta: “limpia, brilla y da esplendor” y nuestro Presidente, el mejor valorado a nivel nacional, pasará a la historia de Ceuta –entre nosotros- como Juan II “el constructor” (porque Juan I ya tiene una calle), si mantiene su especial cruzada para que esté Limpia, para que Brille y tenga Esplendor. Siempre y cuando esta ciudad sea capaz de sanear su presente -que no pasa por gastar millones de euros en obras- y su única construcción sea un futuro con iniciativas destinadas a el asentamiento estructural de la economía propia: creación de empleo y de empresas.