El olor es rancio, de humedad mezclada con restos defecados por varias palomas y una lechuza.Diagnóstico: hay que cambiar por completo la estructura que sujeta la cubierta de la nave central. “Las humedades”, ese es el problema otra vez, según explica Pedro Gurriarán, uno de los dos arquitectos de Yamur Arquitectura que están llevando este proyecto. Aquí el sistema es diferente que en las otras naves. “Cuando se construyó la catedral, todo esto era plano”, cuenta Gurriarán, y explica que era una terraza. Sin embargo, la solución de hacer un tejado se impuso más tarde como método de proteger el edificio contra las lluvias. “En un sitio llano es muy posible que no se vaya el agua, o que se abombe una parte del suelo y se formen charcos”, añade. Por eso el cambio.
Sin embargo, es la parte más expuesta a la lluvia. Además de ser la cubierta más antigua de la Catedral, presenta la mayor cantidad de daños. “Mira, las humedades se han comido el muro”, afirma Salvador García mientras, con su linterna, ilumina la pared y y el suelo, detectando en la casi oscuridad las marcas del agua. Precisamente esta zona, la que presenta un peor aspecto, coincide con la parte de la bóveda que presenta unas pequeñas fisuras. Puede que sea casualidad, “pero es sospechoso”, explican.
Muchas tejas han caído y eso provoca que el sistema falle. Algunas se sustituyen, otras no. Cuando no sucede ello, el agua se filtra con mucha más facilidad, sobre todo teniendo en cuenta la poca protección que existe hoy día.
El hecho de que entren más aves también favorece que más animales se introduzcan en las vigas de madera que sujetan la bóveda. En concreto, numerosos pilares están atacados por carcoma y otros xilófagos. Y, aunque este no es el caso, en muchos de los edificios antiguos existen pulgas que se alimentan de los invitados o parásitos que traen las aves.
La bóveda central será la que requiera los mayores esfuerzos cuando empiecen los trabajos, ya que será necesario sustituir parte de la estructura. “Se han hecho muchos apaños, pero son sólo eso. Las maderas están muy deterioradas, y las intervenciones que se han llevado a cabo son sólo provisionales”, explica Gurriarán. La última fue el asentamiento de este sistema de cerchas para reparar el desprendimiento que sucedió en 2009. La bóveda de la girola, perfecta
Dentro de las partes que fueron desacertadas (desde el punto de vista arquitectónico) en la reforma de los años 50 promovida por el deán Navarro Acuña no estaba la bóveda que se sitúa sobre la girola. Una estructura en la que se instalaron vigas metálicas en vez de fabricadas de madera. Por eso, a pesar de ser la guarida de numerosas palomas de la ciudad, ha resistido y será la que no haya que tocar.
Desde esta estructura se llega también a uno de los brazos, donde se aprecia (y se pisa) con claridad el tejado original, y donde se distingue la robusta estructura del muro erigido en el siglo XVIII del fabricado en el siglo XX.