Volveré a Ceuta como presidente del Gobierno”. Así de claro y rotundo se expresó Mariano Rajoy cuando era el candidato del PP en las pasadas elecciones generales, y recaló en Ceuta buscando votos.
No era un compromiso menor. El PP sabe perfectamente la importancia y significado que tiene para nuestra Ciudad la presencia oficial de un mandatario de la máxima categoría. Es un testimonio de reafirmación de nuestra españolidad ante la opinión nacional e internacional. Por eso lo anunció. Y por la misma razón lo ha incumplido. A sabiendas. La fragilidad de la memoria colectiva es un fiel aliado de los traidores. Y el PP es, sin la menor duda, un partido mentiroso y traidor.
No deja de ser una infame paradoja que el partido que vive permanentemente envuelto en la bandera nacional, impartiendo doctrina por doquier sobre las esencias patrias, sea precisamente el que nunca haya tenido la valentía de defender la españolidad de Ceuta con hechos, y no con ridículas bravatas de taberna. El PP ha gobernado España durante doce años. Ninguno de sus presidentes (Aznar y Rajoy) visitaron Ceuta siendo presidentes (sí lo han hecho en su condición de candidatos). Ambos se han plegado cobardemente a las exigencias de Marruecos, para quien una iniciativa de esta naturaleza es interpretada como un gesto de abierta hostilidad. El trato (vergonzante) es mantener inalterado el “status quo”. Es decir, abandonar a Ceuta en un limbo político que no cierre ningún camino futuro. Este modo de concebir la “política de estado” hacia Ceuta, fraguado en la época del PSOE, ha sido emulado por el PP con la fe del converso, extremándola hasta sus últimas consecuencias. Es verdad que el contexto actual ha jugado muy a favor de Marruecos. Fenómenos que tienen sobrecogido al mundo en estos momentos, como la inmigración y el terrorismo yihadista, aconsejan evitar cualquier tipo de malentendido con Marruecos, al que occidente asigna un papel de aliado estratégico de primer orden. Los intereses de ceutíes (y melillenses) quedan en un plano tan remoto que son imperceptibles. Para el PP, la españolidad de Ceuta ya no es una cuestión relevante. No se debe hablar de este asunto.
Esta flagrante traición del PP está causando un daño enorme a Ceuta a futuro. Explicaremos la razón. Para los ceutíes la defensa de la españolidad de Ceuta era la prioridad política máxima y un motivo de orgullo que nos unía a todos sin distinción. Cuando nos sentíamos atacados u ofendidos, reaccionábamos con la fuerza y la pasión de quién ama a su tierra y está dispuesto a luchar por ella. Todo esto ya es historia. Han logrado que este sentimiento sea percibido como algo anacrónico, innecesario e incluso ridículo. No porque hayan cambiado las circunstancias (Marruecos sigue reivindicando la soberanía sobre Ceuta y Melilla, cuenta para ello con una gran cantidad de apoyos internacionales, y sectores amplísimos de la opinión española abrazan la idea del peligroso paralelismo con Gibraltar), sino porque al PP no le interesa, ahora, atizar la conciencia dormida de los ceutíes.
El PP no puede explicar públicamente las causas de su travestida posición política (sí lo hace en privado), por ello, para disimular su traición, y evitar la desafección del electorado, no tiene otra opción que sacar esta cuestión del debate político. Así lo lleva haciendo desde hace veinte años. Usa y abusa de su poder hegemónico (político, mediático y social) para lavar la conciencia colectiva. El objetivo es inculcar definitivamente en el cuerpo social una idea muy simple: “La españolidad de Ceuta es una cuestión zanjada sobre la que no cabe la menor duda y de la que no hay que ocuparse”. Así nos vamos convirtiendo en un pueblo confiado y pusilánime, cada vez menos combativo, incapaz de oponer resistencia alguna ante cualquier agravio o agresión. El problema es que esto es sólo una gran mentira urdida por los traidores para salvar su responsabilidad. Y lo peor es que nos está llevado a una situación trágicamente irreversible.