Opinión

La mano negra

En el ajedrez es una maniobra muy común. En este juego milenario nunca influye la suerte, pero sus incruentas batallas siempre hacen sangrar las mentes. El “desvío” -también llamado “diversión”- es una de las armas más utilizadas para lograr el definitivo e implacable jaque mate. Iniciar una gruesa maniobra para encubrir una jugada mucho más sutil y letal es, sin duda, toda una contorsión de inteligencia neuronal para vencer en una jugada que será la piedra de toque que posibilite ganar la guerra. Desgraciadamente, esa “diversión” no solo es patrimonio del ajedrez. Pasen y lean.

1882-1883. Bajo el reinado de Alfonso XII, Andalucía vive un bienio de auténtica hambruna y, por ende, de revueltas sociales. La clase campesina se halla inmersa en la recién creada Federación de Trabajadores de la Región Española de tendencia anarcosindicalista, y federada a la Asociación Internacional de Trabajadores, la AIT.

Las demandas eran simples y básicas: justicia social y sueldo justo. Dicho de otra forma: salir de la esclavitud. El problema para el sistema de entonces -en realidad, el problema de todos los sistemas autoritarios- era que la afiliación a este sindicato también suponía un cambio de actitud frente a la bota que lo pisoteaba. Las siervas de la gleba estaban tomando conciencia de su fuerza y del servilismo que las estaba masacrando de forma inmisericorde. Vivir en la miseria ya no podía ser “lo normal de toda la vida de Dios”. Quizás le suene…

El caso es que un pueblo que piensa es un pueblo que lucha, y un pueblo que lucha es un pueblo que acaba conquistando su libertad. Axioma.

Obviamente, ni el poder central de la época ni las latifundistas andaluzas se mostraban dispuestas a soltar un ápice de sus privilegios. Un clásico.

La guerra entre los dos grandes bloques estaba servida. El auge del movimiento anarcosindicalista era tan evidente y el peligro para el señoritismo feudal era tan bestial que algo había que hacer para reprimir tanta explosión de libertad. Y rápido.

Lo que tenía que pasar, pasó. A principios de noviembre de 1882, un alto representante de la autoridad competente en la zona de Andalucía Occidental encontró casualmente en el campo, bajo una piedra, los estatutos de la “Mano Negra”. Como era de prever, el articulado implicaba directamente a las defensoras de las trabajadoras en asesinatos y actos violentos. Tanta casualidad tampoco debería sorprenderle.

El peón había sido desplazado hábilmente sobre el tablero. El efecto diversión había comenzado. Las acciones de este grupo terrorista, evidentemente inventado (todas las historiadoras así lo han confirmado una y otra vez) tuvieron una amplia difusión, y su eco fue tan descomunal en los periódicos de la época que el Gobierno “se vio obligado” a desplazar un fuerte contingente de efectivos para reprimir una zona que estaba, supuestamente, a fuego y sangre.

En muy poco tiempo, dos mil jornaleras eran encarceladas en Cádiz y otras tres mil lo fueron en Jerez. Por si a alguien le cupiese aún la más mínima duda, el verdadero motivo de las detenciones era el de pertenecer a la Federación de Trabajadores, y así viene recogido en los documentos que fueron enviados al Ministerio de la Guerra y conservados en el Archivo Militar de Madrid. Un clásico.

Al margen de los años de cárcel y de los malos tratos para miles de personas, el 14 de junio de 1884 fueron ejecutadas a garrote vil en Jerez de la Frontera, siete braceras acusadas de cometer unos crímenes que nunca existieron.

La “Mano Negra” había cumplido su papel a la perfección. Y en esas estamos.

Lo grupos de poder siempre han necesitado, y necesitan, cualquier cosa para desviar la atención para favorecer sus intereses. Tapar un escándalo sexual con una guerra, solapar los efectos de una hambruna acusando de brujería a las judías que traían la peste, o pretextar un complot que ha quemado un Reichstag para imponer una dictadura han sido prácticas habituales.

La guerra de Vietnam se desencadenó por un falso ataque norvietnamita a un buque de la U.S Navy en el golfo de Tonkín y la guerra de Cuba se inició con la explosión del buque americano Maine, que se achacó falsamente a España.

Iglesias, bancos, grandes corporaciones y gobiernos han utilizado esta táctica. Los ejemplos se suceden hasta el infinito.

El problema surge cuando estas circunstancias dejan de ser referencias en los libros de historia o apuntes en la Wikipedia para convertirse en la cruda y dura realidad.

Oponerse a los grandes centros de poder siempre acarrea consecuencias, y es precisamente este el motivo por el que las librepensadoras siempre estuvieron y están en el punto de mira. Reflexionar y hacer reflexionar nunca fue del agrado de quienes mandan de verdad. Pero lo que hoy puede hasta parecer anodino, como protestar contra la corrupción o el desmembramiento del sistema público -que pagamos todas- por un sistema privatizado -que seguimos pagando todas, pero cuyos beneficios acaban en el paraíso fiscal de turno- corre el riesgo de transformarse en todo un ataque frontal al señoritismo del momento que ve peligrar su forma de explotarnos. Si eso ocurre, no lo dude, volverán a tirar de la “Mano Negra” y las que hayamos protestado por ese robo manifiesto seremos carne de presidio o de ataques infundados. Otro clásico.

Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, y quizás piense que en este H2SO4 exageramos en demasía usando sin medida el aguafuerte goyesco para describir la realidad. Sin embargo, si repasa la gestación de cualquier golpe de estado, purga o ataque a los derechos fundamentales, comprobará que hay muy poco margen de error con respecto a lo aquí expuesto.

Que la “Mano Negra” fue un montaje para reprimir una lucha social que exigía que se dejase de considerar a las trabajadoras del campo como esclavas, es un hecho más que comprobado y contrastado. Los datos, archivos y sentido común así lo aseguran con contundencia. Con todo esto, ¿todavía duda de la existencia de este tipo de cosas? La historia está ahí para corroborarlo.

Otra cosa es que, desde el falso descubrimiento en la campiña jerezana del estatuto de la inventada sociedad secreta hasta hoy no hayamos aprendido nada, y sigamos cayendo en la trampa, una y otra vez. Por ello, ahora mismo nuestro mayor problema reside en saber si hoy estamos realmente preparadas para desenmascarar a la “Mano Negra” de turno.

Cómo no caer de nuevo va a depender de nuestro nivel de conciencia y de nuestra capacidad de pensar a contracorriente. Pero, claro, ¡es tan cómodo dejarse llevar por las cálidas mareas del conformismo hacia el oasis paradisiaco de los ojos vendados en el que nada debemos pensar, hacer o decir y que tan bien nos saben vender!

Sin duda, la que supo aplicar el ajedrez, y en particular el movimiento de desvío, a la vida política y social, sabía perfectamente lo que hacía. Y lo sigue haciendo.

Nada más que añadir, Señoría.

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