La maceta

La tengo en mi casa. Encima de la televisión. Es blanca, con las flores de colores. Está hecha de forma artesanal. Tras los recortes de las distintas rosas están las manos de unos menores muy especiales. Al menos para mí lo son. Y sé que para más gente también.

Cuando me llamaron para dármela pensé en tenerla en el trabajo, en donde paso más tiempo que en mi propia casa. Pero decidí buscarle un lugar más especial, en pleno centro del salón, para que cada vez que me siente la vea y me acuerde de los menores extranjeros no acompañados que luchan por salir adelante, que son muchos y que en demasiadas ocasiones son maltratados mediática y socialmente con etiquetas.
En el fondo estos chicos son afortunados porque tienen gente al frente de sus labores que está muy implicada con lo que hacen y que, además, tienen las ideas muy claras a la hora de pelear por objetivos que, costará alcanzarlos, pero se conseguirán.
La maceta realizada por estos chicos representa algo más que un puñado de flores de goma eva y un soporte. Representa un montón de sentimientos, los que también guardan quienes solo son niños, adolescentes, gente que busca una oportunidad y que agradece cualquier gesto no solo de cariño, sino también de respeto.
Siempre reparamos en las noticias que nos interesan, en aquellas que pretenden orientar la concepción que tenemos del MENA hacia lo más negativo posible. Pero nos olvidamos de los cientos de chavales que han pasado por los distintos centros y que han conseguido importantes metas, que han llegado a destacar por sus habilidades deportivas o por sus expedientes académicos. Pero esos no son noticia, no lo son porque tampoco los buscamos, porque tampoco hacemos nada por darles el protagonismo debido.
Hace unas semanas leí un comentario en un foro de internet de una joven que trasladaba a la opinión pública como dos  MENA que estaban en el puerto le ayudaron cuando llevaba el bolso abierto, advirtiéndole de que podían robarle. Me agradó que alguien, al fin, se atreviera a difundir públicamente lo que siempre se calla, en detrimento de otros hechos puntuales que, incluso, no tienen que ver con los menores pero, de forma interesada, son vinculados a ellos, culpándoles así hasta de la muerte de Manolete. Siempre hay muros insalvables, personas incapaces de ver más allá de su propio ombligo. Pero confío en que el resto demuestre la catadura moral que les falta a unos que, siendo pocos, sus ruidos terminan chirriando demasiado.