Siempre que una decisión quiebra el sentido común, esconde un interés espurio. Así ha sucedido con el rechazo del PSOE local a la posibilidad de aunar voluntades progresistas con la intención de arrebatar a la derecha el escaño del Congreso que representa a los ceutíes, y que ocupa ininterrumpidamente desde tiempo inmemorial. Cualquier ciudadano con un mínimo sentido de la observación comprende la importancia que tiene para España (y para Ceuta) la próxima contienda electoral; y si además es demócrata, sentirá el desasosiego que genera la irrupción de la extrema derecha, por primer vez independizada de su casa común (hasta ahora el PP). Ante esta inquietante tesitura, y teniendo en cuenta que en Ceuta o se gana o se pierde (aunque sea por un voto), el PSOE debería haber promovido un proceso de unificación de todos los partidos y entidades sociales que de un modo u otro participan de la izquierda sociológica. No sólo no lo han hecho, sino que desde una altanería que raya en el esperpento se han atrincherado en su pobreza de espíritu para desdeñar cualquier tipo de relación con nadie.
Según ha explicado su Secretario General, ellos solos se bastan y sobran para ganar las elecciones y representar los intereses de Ceuta en el Congreso. Es una afirmación tan radicalmente incompatible con la realidad, que sólo puede ser una excusa que oculta otras intenciones. Todo el mundo en Ceuta conoce la extrema debilidad del PSOE local. Es una organización sin arraigo social, sin proyecto para Ceuta y con muy escasa militancia. Su único patrimonio útil son las siglas (cordón umbilical entre la televisión y las urnas). Los apenas cien militantes activos que quedan están divididos y enfrentados entre sí irreconciliablemente. La “vieja guardia” mantiene una fidelidad pasiva a las siglas basada en su propia inercia vital; los jóvenes bulliciosos y cazcaleantes que dirigieron el partido en la etapa anterior han sido preteridos y aburridos hasta su laminación definitiva; y el tercer grupo, que logró hacerse con el poder interno, es una estrafalaria combinación de arribistas carentes de bagaje ideológico movidos por intereses estrictamente personales. Es más que probable que en estas elecciones generales haya miembros del PSOE que ni siquiera voten a sus candidatos.
Un dirigente político que tuviera asumidas las evidentes limitaciones de su partido, y que al mismo tiempo fuera consciente de que estamos ante una oportunidad histórica de ganar unas elecciones que se le resisten a la izquierda desde hace treinta años, y contribuir de este modo a frenar a la extrema derecha en España y en Ceuta; no habría dudado ni un solo instante en elegir el camino correcto que no es otro que el de la unidad. Todos los militantes socialistas de base lo entienden a la perfección. Y así lo manifiestan en privado. ¿Cómo se explica este aparente misterio? No resulta muy complicado. Si muy penoso, pero no muy complicado. Basta con conocer la psicología del oportunista. Es uno de los especímenes que más abundan en nuestra Ciudad.
Son personas sin convicciones políticas firmes, que nunca han participado en la vida pública, pero que, en un momento y en unas condiciones determinadas, ven en la política una oportunidad de solucionar su vida, promocionar profesionalmente o adquirir una relevancia social que jamás obtendrían por otros medios. Estas personas (que pueden aterrizar en cualquier lugar) no tienen más motivación que su beneficio particular. La mayoría de quienes hoy dirigen el PSOE en Ceuta se encuadran en esta categoría. Por esta razón no tienen el más mínimo interés en que el PSOE gane las elecciones generales. Porque “a ellos” nos les reporta absolutamente nada (ni siquiera los cargos institucionales de la administración general, en el caso de que gobernara el PSOE, los podrían ocupar). Han tomado una decisión sobre la estrategia electoral para el veintiocho de abril, pero en realidad lo han hecho pensando en el veintiséis de mayo. Prefieren sacrificar un hipotético (e histórico) triunfo del PSOE en las generales que ellos no “disfrutarán”; si para lograrlo tienen que desbaratar sus planes para las elecciones municipales (en las que sí adivinan un suculento botín a repartir).
El grupúsculo que hoy controla los destinos del PSOE de Ceuta participa plenamente de lo que se ha dado en llamar el “racismo de izquierdas”. Una versión etnocentrista de la izquierda surgida en el “mundo líquido”, que preconiza la igualdad pero compartimentada en estamentos sociales preestablecidos sin subvertir la relaciones de poder. La igualdad concebida como una extensión institucional de la caridad. Dicho de otro modo, “más migajas sí, pero la relación de subordinación es intocable”. Partiendo de esta idea matriz han diseñado su estrategia: públicamente se mueven en los mismos parámetros sociológicos que el PP (al que aspiran a suceder recuperando el “voto blanco” que les llegará por la inercia de la alternancia), y en las distancias cortas (en el ámbito cuasi privado) intentan “seducir” al resto con promesas (falsas) de bienestar ya sea individual o grupal (barrios). Ellos creen que para obtener el resultado apetecido según estas premisas, no les conviene, a un mes de las elecciones municipales, aparecer públicamente “contaminado” por ninguna otra formación política.
Desde esa (su) óptica, parece comprensible el temor a que un plan tan ingeniosamente urdido, y en el que vienen trabajando con gran empeño desde hace mas de dos años, se les pueda arruinar de repente por una imprevista “fruslería” como unas elecciones generales que quedan tan lejos, y de las que no van a sacar nada en claro. Tiene su lógica. La lógica del oportunista. Idiosincrasia ceutí.
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