En plena crisis global flaquea la cartera y flaquean los valores. Resulta complicado encontrar a alguien que entienda qué es eso que llaman lealtad y la cumpla a rajatabla. Estamos acostumbrados a vivir en un mundo dominado por el dinero, en el que todo se compra y se vende, en el que, el que hoy es tu compañero, mañana está en el otro bando haciendo uso, además, de todas las artimañas habidas y por haber para hundirte. Una piensa ¿pero este no es el que ayer estaba a mi lado, comiendo de mi mano, y ahora resulta que salta al otro bando vendiéndose por cuatro duros y dedicándose en cuerpo y alma a intentar desestabilizarme? Pues sí, ese es. Quien más quien menos está haciéndose hoy en día esta pregunta. La crisis hace que las ratas aparezcan, salten del barco y huyan como locas en todas las direcciones. Ya no pueden chupar del bote y ahora se dedican a morderlo de la forma y manera que consideran más oportuna.
Vivimos en una sociedad marcada por el egoísmo, por las envidias, por la hipocresía, en la que se echa en falta compañeros leales, personas que no decaigan, que estén a nuestro lado a las duras y a las maduras. Personas que cuando llegan los momentos malos estén ahí, porque tienen claro cuál es el camino a seguir, sin pasárseles por la cabeza el venderse, el cambiar de chaqueta.
El sentido de la lealtad está perdido, ha dejado atraparse por ese mundo de corrupción. Hemos vivido tiempos de sinvergüenzas a todas las escalas. Los políticos, sindicalistas, empresarios, profesionales varios nos han robado la moralidad, la ética, el valor... nos han arrebatado valores que nos habían inculcado las anteriores generaciones, haciéndonos partícipes del sistema, dejando que esas corruptelas invadan todos los sistemas, todos los poderes, incluso los que considerábamos sagrados como el policial, el judicial o incluso la iglesia.
Marianico anuncia los recortes aplaudidos por una corte de indeseables, mientras una niña de papá utiliza el Congreso para emular a los hooligans de barrio recomendándonos que nos jodamos. El PSOE moviliza a su ¿izquierda? protestando como un pato sin cabeza, haciendo una burla a la inteligencia común y los sindicatos llaman a la ira global después de años subvencionando cursos sin sentido y cobrando sueldazos mientras los trabajadores seguían pensando en la defensa de la clase obrera. Me paran por la calle y me dicen... ‘ahora toca recortar... ¡es que hemos vivido muy bien!’. Y yo me contengo para replicarle ‘serás tú, macho cabrío, que te lo habrás llevado calentito, porque aquí hay mucha gente, muchísima, que ahora está acojonada por su futuro y el de sus hijos, que siempre ha cobrado lo mismo trabajando a destajo sin ver más que en sueños las vacas gordas de las narices’. Los inmorales, los bastardos que nos han arrebatado los valores creen que todos somos iguales, que todos nos vendemos, que todos ponemos la mano porque sí... nos han robado todo, hasta han pretendido llevarse la conciencia colectiva. A usted, ciudadano, que no le manipulen, siga esperando la vaca gorda y tenga a buen recaudo lo más puro que existe: su integridad y su lealtad.