Desde que la Historia nos vendió eso de la división de poderes y el tiempo nos confirmó que podía llegar a ser cierto, se ha producido una relación de amor/odio entre la política y la justicia. A los primeros siempre les incomodan los segundos y los segundos intentan mantenerse al margen de la acción de éstos. La Historia nos escupe relaciones en los que ninguno de los poderes ha sabido mantener la diferencia y eso ha dado pie a cuantiosos escándalos, pero también nos deja espacios de esperanza con profesionales que han plantado cara a quienes pretendían controlarlos bajo la excusa de que eso era para garantizar el interés general cuando en el fondo sólo querían mantener a buen recaudo sus posaderas e imponer su criterio. Ya saben, en plan mandamases del cortijo que es lo que le pega a más de uno.
La justicia incomoda. Sí. Pero incomoda porque no sigue los criterios de una determinada panda política, porque no dicta las resoluciones que el mandamás quiere o porque, sencillamente, no se convierte en el maletín que llevar de la mano, manejado y apoyando todo lo que dicta la mayoría.
Hemos tenido jueces estrella que terminaron enrocándose en el terreno político y al final terminaron como todos sabemos. Otros que no, que nunca se doblegaron ante las pretensiones de quienes se creían amos del calabozo y se convirtieron en víctimas de una guerra sucia. En el mismo rango se encuentran los fiscales, a los que también se intenta presionar para que doren la píldora a quienes entienden el poder como una más de sus extremidades.
Como ciudadana me gusta que la justicia se mantenga firme, que sirva de independiente base a la que podemos acercarnos para que esto no sea un desmadre. Sigo confiando en ella como sigo pensando que hay muy buenos profesionales que no se dejan corromper, que se mantienen firmes ante las presiones (más duras de lo que pueda parecer en un pueblo tan chico como éste), que no se codean con los que sólo buscan tenerlos a su manejo. Claro que hay fallos, errores más o menos mediáticos, porque detrás hay personas que pueden equivocarse (no entiendo el afán protagonista del juez que instruye la muerte de Asunta, la niña china encontrada muerta en Santiago, por ejemplo); pero al igual que la clase política pide confianza, exige que no generalicemos en los casos de corrupción y demás, también debe aplicarse el cuento a la hora de respetar la independencia de los jueces y fiscales que están para investigar y aplicar sentencias que nos vengan a recordar que no todo vale.
PD: Dedicado a los que gustan de las guerras sucias.
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