Entre los subsaharianos que hoy recibirán sus diplomas están Sufian, Koty Fevour, Pat o Vivian. Tres mujeres y un hombre que se esfuerzan en hablar en español, aunque saben lo difícil que es, que se esfuerzan en avanzar en una alfabetización que, saben, servirá para abrirles las puertas a esa incursión en el mercado laboral.
Llevan meses aprendiendo el idioma, y, unos mejor que otros se defienden. Es una forma de aprovechar el tiempo que permanecen en el campamento, de tener la mente activa y, sobre todo, de beneficiarse de unos cursos que ofrece el CETI y que les garantizan una mejora.
Tras las historias de estos subsaharianos hay muchos dramas, que son los que intentan olvidar. Esconden años de lucha, de dolor, de historias y engaños que prefieren dejar atrás sin permitir, si quiera, que forman ya parte de sus recuerdos. Ahora buscan una vida nueva. En la mayoría de los casos son inmigrantes que escapan de países marcados por convulsiones políticas, ejemplo de inestabilidad, de guerras y de ataques contra sus familias. Llevan años sin saber de sus padres, en los peores de los casos éstos fallecieron. Otros han dejado en el camino a sus hermanos, que han seguido otras rutas migratorias que no terminan en Ceuta. Quizá llegue un tiempo en el que se encuentren, pero en el ahora se carece de ese apego familiar, por eso buscan la cercanía y la ayuda en el propio campamento, sirviéndose de cursos como el llevado a cabo por UGT.
Proyectos como éste reflejan que existe otro CETI, aquel encarnado por los inmigrantes que buscan la integración y que desechan las prácticas violentas, las amenazas o la generación de motines como los que el pasado agosto y septiembre llevó a cabo un colectivo concreto dentro del Jaral. Ellos se desmarcan de ese tipo de acciones. Como lo han hecho los más de 80 subsaharianos que ahora están en la península, y que han salido gracias a los programas que lleva a cabo la dirección del CETI con aquellos inmigrantes que cumplen con el perfil de la integración.
Curiosamente una de las participantes en este proyecto abandonará esta misma mañana el Jaral después de tres años en el campamento. Antes que ella lo hicieron otros compatriotas que hoy buscan en la península una forma de mezclarse con la población siendo, precisamente, uno más.
Vivian, 21 años, natural de Gambia: dos años en el CETI
Sueña con conseguir el pase a la península después de dos años de estancia en el campamento. También sueña con integrarse en el país, ganarse la vida, quizá de peluquera, que es lo que mejor sabe hacer. Atrás, en su Gambia natal, han quedado sus padres y un hermano. Su otra hermana, Tina, no pudo llegar con vida al final de este sueño que pretenden los inmigrantes al marchar de su país. Estando en el CETI Vivian recibió una llamada, el cadáver de su hermana había sido encontrado en el mar, después de haber partido de una playa marroquí. Ella pudo, también a nado, alcanzar el final del periplo un año antes que Tina.
Koty Fevour, 31 años, natural de Sierra Leona: ‘el maestro’
Es uno de los subsaharianos que mayor destreza han alcanzado con el conocimiento del español después de tres meses intentando conocer la lengua para posibilitar una mejor integración. Lleva dos años y once meses en el campamento, pero antes, en Marruecos, estuvo bastante tiempo trabajando para conseguir dinero y entrar en la ciudad autónoma. Lo hizo con un flotador y aletas y ahora permanece en el CETI con el sueño de poder llegar a la península, formar una familia, tener su mujer, sus hijos y su trabajo. En su tierra trabajaba con el aluminio. Atrás dejó su país, marcado por revueltas y enfrentamientos.
Sufian, 28 años, natural de Kenia: 3 años y 2 meses
Es una de las subsaharianas más antiguas del campamento. Al igual que sus compañeros tiene muchos sueños que rodean al mayor de todos, conseguir integrarse en el país. Lleva dos meses aprendiendo español, también ha dado cursos de informática en el campamento y su deseo es aprender cada vez más con la idea de conseguir un futuro en España. Tiene otro hermano que, como ella, abandonó su país, pero desconoce, en estos momentos, dónde puede estar. Cogió otros derroteros en el periplo que inician miles de clandestinos para abandonar su hogar. Le encanta la peluquería y su mayor deseo es seguir aprendiendo.
Pat, 28 años, natural de Camerún: es una de las que hoy abandonará el CETI
La camerunesa Pat tiene 28 años y lleva tres en el campamento del Jaral. Hoy está previsto que, con otro grupo de cuatro inmigrantes, abandone el campamento para marchar a alguno de los centros de acogida de la península en donde podrá desarrollar su vida, buscar un trabajo o formar una familia. Es de las más antiguas del campamento, por eso se ha beneficiado de una de las salidas que programa la dirección del campamento. Por eso y por el buen comportamiento mostrado durante su estancia en el centro. Consiguió entrar en la ciudad a nado, con un chaleco salvavidas y lleva dos meses aprendiendo el español a través del programa de alfabetización programado entre UGT y el Ministerio de Educación. Reconoce que aprenderlo es difícil pero, con mucho empeño y muchas horas, se consiguen resultados. Cree que aprendiendo el idioma le será algo menos complicado buscar una salida en el mercado laboral.
ntegración en la península a base de microcentros y con mucha ayuda
Los subsaharianos que están saliendo en marchas programadas por la dirección del CETI acuden a determinados microcentros existentes en la península que sirven de acogida inicial. Es una forma de llegar desde el campamento del Jaral a otro centro en donde comenzarán una integración gradual hasta que puedan moverse libremente por la península. El cambio es tan brusco que, de esta forma, se les ayuda a una orientación mejor. Algeciras, Baena o Puente Genil son algunos de los destinos de las últimas salidas. En sus centros reciben orientación, ayuda y tratan con voluntarios y personas de distintas oenegés que les facilitan su integración antes de conseguir la mejor de las salidas: tener un trabajo o formar una familia. Los inmigrantes que han salida en los últimos meses han seguido esta escalada gradual.