La imbatible sombra de Carl Lewis

Hace algunos años, cuando Allen Iverson y Tracy McGrady hacían de las suyas en la NBA, comenzaron a nacer las primeras voces que advertían de la enormidad de dos jugadores que podían superar, incluso, a Michael Jordan. Sin irnos tan atrás, la explosiva aparición de Kevin Durant en el panorama baloncestístico y la exhibición de su talento hicieron retornar las palabras de admiración, así como las comparaciones con el ‘23’ de los Bulls. Lo cierto es que el tiempo ha dejado bien claro que ni Iverson ni McGrady pueden optar a estar ni siquiera cerca de Michael Jordan en la historia de este deporte; en el caso de Durant está aún por ver. Siguiendo esta línea, y sin saber aún cómo va a finalizar la vida deportiva de Usain Bolt, las obsesivas comparaciones  del jamaicano con Carl Lewis se antojan excesivas, pese a los innegables logros de un Bolt que parece haber nacido en un par de galaxias más allá de la nuestra. 
Para que sea justa y posea una mínima credibilidad, la comparación entre Lewis y Bolt debe matizarse. Si el objetivo es equiparar al jamaicano como deportista y leyenda al estadounidense, lo cierto es que hay poca probabilidad de éxito, si es que realmente existe alguna. Usain Bolt ha igualado las dos medallas de oro consecutivas que logró Carl Lewis en los 100m, y es probable que hoy se lleve el gato al agua en los 200m, superando en esta disciplina al norteamericano. No obstante, Carl Lewis cosechó cuatro medallas olímpicas de oro consecutivas en salto de longitud, que increíblemente supo compatibilizar con las pruebas de velocidad de los 100m, 200m y los relevos 4x100m. Este año, la rusa Yelena Isinbáyeva ha ejemplificado a la perfección la dificultad de conseguir tres oros olímpicos en competiciones y modalidades celebérrimas, no digamos ya cuatro consecutivos, un hecho aún más impresionante si sumamos el hándicap de tener que dedicar una gran parte del tiempo y del esfuerzo a los metros lisos (con la excepción de los JJOO de Atlanta en 1996).
La leyenda yanqui ha logrado lo que nadie, por ahora, ha conseguido: no sólo cosechó grandísimos éxitos en el alma máter del atletismo, sino que supo retirarse sin contestación olímpica en el salto de longitud, marcando un hito al que Usain Bolt ni siquiera se ha acercado. Este podrá ganar los 200m que se disputan hoy, e incluso puede hacer buen papel en Río de Janeiro dentro de cuatro años, pero jamás podrá equiparar sus dotes a la excelsa capacidad multidisciplinar con la que Carl Lewis reina en la historia del deporte mundial. Si no lo ha podido demostrar ni una sola vez hasta el día de hoy, no podrá hacerlo ya al nivel del norteamericano ni en fantasía.
Por otro lado, la estúpida costumbre de comparar los cronos del estadounidense y del jamaicano no puede recibir más adjetivo que el que casi ha inaugurado esta frase. Las avanzadas transformaciones en el entrenamiento y la alimentación de los deportistas no tienen comparación alguna. Nunca sabremos hasta dónde hubiera llegado Carl Lewis con los sistemas actuales de evolución física, lo que está claro es que hubiera superado las marcas que logró en su época, puesto que su desarrollo no iría sino hacia adelante; cuantificar la medida de su progresión es otra cosa.
Usain Bolt es un velocista de ensueño, una leyenda de este deporte, una de las más brillantes, pero no es equiparable a lo que, en conjunto, carga en sus hombros Carl Lewis. Como es tradición, los éxitos en caliente se sobredimensionan y dan lugar a todo tipo de comparaciones, la mayoría de ellas fuera de lugar, como, en mi opinión, ha ocurrido en este caso. Considerando sus hazañas, no cabe duda de que Bolt puede llegar a ser el mejor velocista de todos los tiempos, un escalón por encima de Carl Lewis en esta disciplina, pero, como deportista en general, la figura del jamaicano no tiene nada que hacer contra la de aquel. Ojalá no fuera así.