La hora de las tortas: El poder del Tai Chi

Icónico Neo, además de Matrix Keanu Reeves ha cogido la ola (surfero él) de alguna cinta mítica de los 90, pero aparte de su popularidad y de dar con la tecla del personaje principal de la trilogía de los Wachowski, su característica principal como actor es la de la rigidez facial, no desde la contención al estilo Clint Eastwood,

sino desde la incapacidad de mover siquiera una ceja. Es por ello que sus expresiones de angustia, hastío, dolor, pena o alegría se asemejan tanto a la de un finlandés durmiendo la siesta. Así las cosas, nadie podrá tildarle nunca de poco osado, esta cinta supone su debut como director, con una historia más que pobre, un guión más pobre aún y diálogos bochornosos. Tiene escenas de artes marciales bien coreografiadas, notables en lo visual, con espectaculares combates que harán felices (solamente) a los muy fans del género, y transmite el capricho personal de Reeves por ponerse tras la cámara con una temática que le fascina desde hace mucho y en la que se mueve como pez en el agua. Porque tampoco se le puede negar una enorme inteligencia para este mundo del cine, lo cual, como siempre dice Sylvester Stallone, es tener andado más de medio camino hacia el éxito.
Hace bien poco estábamos comentando que la deplorable Need for Speed utilizaba como excusa del despiporre de carreras, violencia y desenfreno (con las acepciones que quieran de esta última palabra) que un tipejo que manejaba el cotarro organizaba eventos ilegales donde poder medir los niveles de testosterona. Pues no sé si les sonará a exactamente la misma película con distinta ambientación que el personaje de Keanu Reeves organice peleas ilegales a muerte, que el protagonista domine (y haya tuneado) un arte que tradicionalmente es de movimiento grácil y lento, que la policía ande detrás de todos ellos y que la motivación para ganar vaya más allá de la económica. El resultado es otra fotocopia de una historia rodada ya mil veces (a veces me pregunto si la profesión de guionista realmente existe en Hollywood), igual de intrascendente con ruedas o tatamis, pero con cierto interés visual en esta última ocasión, que en mi profana opinión de simple espectador supera al primer ejemplo.
En cualquier caso, sin pretender analizar el film como algo más que acción palomitera tirando a barata y con un reparto del corte expresivo de su célebre director, podríamos resumir su profundidad y la seriedad con la que debemos tomárnosla con la frase favorita de ese intelectual llamado Ben Grimm, alias La Cosa de Los Cuatro Fantásticos: ¡Es la hora de las tortas! Avisados quedan los navegantes, luego no pidan peras al olmo, porque si lo miramos con frialdad, si alguien espera que una película que se titula El poder del Tai Chi (así, a lo vivo), de artes marciales y dirigida por Keanu Reeves vaya a aportar algo distinto a lo comentado, debería hacérselo mirar seriamente y tratar el asunto con la pastilla roja…

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