La historia del camerunés Paul Charles es similar, en su llegada, a la de otros subsaharianos que, a fecha de hoy, esperan en el CETI. Oriundo de Camerún llegó en balsa el pasado septiembre. Lo hizo con otros compatriotas y curiosamente su embarcación playera fue detectada por una pareja de ceutíes que estaba pescando y que fueron los que alertaron a Salvamar para que los rescatara y trasladara a puerto. En ese grupo de cinco subsaharianos iba Paul Charles Nlend.
Llegó al campamento como otros francófonos, coincidiendo con uno de los meses de mayor presión migratoria y recalando en la ciudad en plena efervescencia del grupo de cameruneses. Ingresó un 16 de septiembre en un CETI en el que crecían los motines, las amenazas y se hacía presente la presencia policial.
Con 33 años Paul Charles, camerunés fornido, superaba la media de edad del resto de subsaharianos. Con un carácter algo complicado, los problemas no tardaron en acompañarle. Acusado de robo por otro interno, se enfrentó a varios agentes de la UIP de Sevilla, que se encargaban de vigilar el campamento. Fue necesaria la intervención de más de un policía para reducirle. Y al final le llegó su paso por la justicia: 40 días de condena por un atentado contra agente de la autoridad. 40 días en Los Rosales que habían terminado el pasado 1 de diciembre, cuando salió de prisión.
Paul Charles regresó al campamento en donde fue admitido, tras saldar sus deudas con la justicia, y comenzó así un periplo que le llevaba, en varias ocasiones, a merodear la planta de transferencia.
Le habían dicho que era fácil colarse en los camiones y así lo hizo. Ayer encontró la muerte después de que el contenedor en el que se ocultaba, tapado con basuras, volcara.
A sus 33 años, el camerunés Paul Charles encuentra el punto y final a una historia breve, que supera, en poco, los tres meses de estancia en Ceuta y que forma parte de una historia migratoria definida por los episodios más o menos violentos protagonizados por otros compatriotas. Episodios que responden al engaño de las mafias, aquellas que se encargaron de difundir que llegar a Ceuta era el paraíso porque te daban una tarjeta amarilla que suponía la libertad. Y así llegaron decenas de francófonos, sobre todo cameruneses, que se toparon con una realidad contraria, con compañeros que llevaban dos y tres años esperando su turno de salida. El engaño fue la bofetada en toda regla. La bofetada que le dieron a Paul Charles y a decenas de compatriotas que han ido abandonando el centro de estancia temporal a la desesperada. Aunque en el camino queden sus historias.Y más atrás sus familias, las que Paul Charles guardaba en una vieja fotografía.
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