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La hidra de cinco cabezas

Cuando se habla de la Barriada del Príncipe se dice con mucha frecuencia que el abandono no viene de ahora, sino de muchos años atrás. Una verdad incuestionable. Pero debemos ir un poco más allá de este simple enunciado. ¿Por qué se da tal desequilibrio de inversiones públicas y privadas entre distintas zonas de Ceuta?. Esta misma cuestión se la planteó Mumford hace muchas décadas y no dudó en señalar entre los responsables a unos agentes económicos a los que pocos dedos apuntan: los bancos y las compañías de seguros. Su responsabilidad en la conformación de la ciudad estriba en que avalan tan sólo las operaciones en aquellas zonas urbanas en las que ellos tienen interés en bienes raíces y donde reside el sector de la población más favorecido.
La distribución de las sucursales bancarias es un estupendo indicio para determinar el valor económico de los barrios ceutíes. Dos son las zonas donde se concentran las representaciones bancarias: el centro de la ciudad y Hadú. En otros tiempos, barrios como el Príncipe contaron con una sucursal de Caja Ceuta.  No recordamos si en su momento alguien dio una explicación de su clausura. Sin duda no pudieron argüir  falta de potenciales clientes en una de las barriadas más populosas de nuestra ciudad. De la misma manera, tampoco se han dado explicaciones cuando se ha cerrado la sucursal de Caja Madrid en Villajovita. Los bancos no suelen explicar este tipo de decisiones ni hay costumbre de reclamarla por parte de la ciudadanía y las autoridades. Simplemente echan el cierre y trasladan las cuentas  a la oficina que a la entidad más le interesa. Todo el mundo parece entender que se trata de una decisión que compete exclusivamente a los bancos y a las cajas de ahorro, ignorando que es  el primer síntoma de devaluación económica de su barrio. Una vez que las entidades bancarias abandonan un determinado espacio urbano más difícil les resultará a los vecinos obtener un crédito para abrir un negocio en su barriada o adquirir su vivienda. Al poco tiempo el valor de sus propiedades menguará y las compañías de seguros le aplicarán comisiones más altas por asegurar su vivienda y propiedades.
En el momento en el que las compañías de seguros y los bancos dejan de mostrar interés por los bienes raíces de una determinada zona urbana arrastran tras ellos a todo el sector privado y el deterioro socioeconómico está garantizado. Es entonces cuando todas las miradas se dirigen al sector público al que se exige compensar la falta de inversiones privadas para evitar el declive y muerte del barrio. En Ceuta, a este tipo de operaciones se le otorgan diversas denominaciones: Plan de Barriadas, Plan Aparca, Plan Integral para el Príncipe Alfonso, etc….Sin embargo, tras estos rimbombantes nombres se ocultan maniobras propagandísticas y electoralistas de escasa utilidad y eficacia. Lo cierto, y hasta inevitable en el contexto del vigente modelo económico de corte capitalista radical,  es que las grandes inversiones privadas   y públicas se concentran donde se localizan los suelos de mayor valor en el mercado inmobiliario, donde residen las clases sociales más pudientes.  No debe extrañarnos que la más costosa operación pública-privada acometida en los últimos años en Ceuta, la construcción del complejo cultural de la Manzana del Revellín, se encuentre en el punto de mayor concentración de entidades bancarias y compañías de seguros de toda la ciudad.  La cantidad de dinero gastada en  esta mole de hormigón es infinitamente mayor que la suma de todos los planes de barriadas y demás inversiones realizadas más allá de las Puertas del Campo.
La concentración del poder económico, financiero y político en el plano urbano de Ceuta es impresionante. La desigualdad espacial respecto a la redistribución de los centros de poder alcanza cotas descomunales. Este proceso no ha hecho más que acrecentarse en los últimos años con el rápido repliegue de las entidades bancarias, las empresas y la parte de la población que se lo podido permitir hacia el centro de la ciudad. Esta dinámica es posible que se acelere aún más si cabe con la puesta en marcha de la reestructuración bancaria que contempla el cierre de sucursales de algunas de las empresas del sector con mayor implantación en Ceuta. ¿Cuáles son las sucursales que previsiblemente se cerrarán?. Pues aquellas que se localicen en las zonas en las que los bancos tengan menos intereses en bienes raíces. Así  de claro.
Se da además la circunstancia de que las administraciones públicas cuentan con muchísimos menos recursos económicos para hacerse cargo del hueco que dejan las empresas privadas para mantener la actividad económica en las zonas caídas en desgracia, con lo que la brecha entre el centro y la periferia amenaza con convertirse en una garganta tan profunda que no habrá puente capaz de mantenerlas comunicadas. Un nuevo puente levadizo, esta vez económico, amenaza con volver a separar “La Ciudad” con el estéril “Campo Exterior”. Con cada entidad bancaria que se cierra; con cada negocio que baja definitivamente la persiana; con cada ceutí que busca refugio en el centro; una parte de la ciudad muere para alimentar al monstruo económico que crece al refugio de las Murallas Reales. Este monstruo es una hidra de cinco cabezas: poder, productividad, beneficio, propiedad y publicidad. Los sumos sacerdotes encargados de calmar al monstruo no tienen ningún escrúpulo en entregarle todo tipo de sacrificios humanos, materiales y éticos. No  crean que están solos. Quienes viven en el interior de la fortaleza viven tranquilos sintiéndose amparados por el monstruo. Confían en que los sacrificados serán siempre los habitantes asentados de puertas para afuera. Desconocen que los sumos sacerdotes no dudarían ni un instante, como de hecho lo están  haciendo ya, en arrastrarlos hasta la cueva de la hidra para ser devorados sin piedad. Unos serán sacrificados en nombre de la austeridad, otros en honor de la competividad, los más en loor del beneficio de unos pocos. Siempre habrá alguien que deba ser sacrificado para mantener el monstruo con vida. Un monstruo que en su imparable crecimiento deja un paisaje de destrucción, de suciedad, de inequidad, de arrasamiento de todo aquello de valor humano y natural.
El único medio de acabar con el monstruo es matarlo de hambre. Para ello debemos desprendernos de la aparente seguridad que ofrece a los que se benefician de su protección. Una por una sus cinco cabezas se secarán en cuanto el poder económico y político se distribuya de manera igualitaria y se atienda a los propósitos humanos por encima de los económicos.

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