Opinión

La herencia del Arma de Infantería, el guardián impoluto de la Patria

La historia de los Ejércitos de España está documentada en páginas de gloria, gestas que prueban con el acontecer de los tiempos, el temperamento de una Nación fraguada en el sacrificio. Una memoria bizarra hecha sobre la huella indeleble que ha grabado el paso uniforme, de quiénes forman parte de una religión de hombres honrados.

Hoy, lo sucedido en tiempos pasados, nos ayuda a interpretar el presente y trazarnos en el mañana.

Históricamente, el Arma de Infantería ha sido el núcleo duro de la milicia, una herramienta imprescindible en cualesquiera de las acciones y efemérides de la batalla, mereciendo ser conmemorada con admiración y respeto, porque, nunca perdió la fe en la victoria, a pesar de las fragosas dificultades. Haciendo caer la balanza notablemente en la resolución de importantes victorias, en cuantas hostilidades ha debido librar.

La Infantería entendida como la cabeza de lanza del Ejército, ha conseguido adaptarse a las coyunturas reales, sabiendo integrarse en los avances tecnológicos. De manera, que, ha ampliado la supremacía de fuego, movilidad y porte, para estar precavida de las muchas irrupciones enemigas. De ahí, que la esencia de esta Infantería como la española, atesore indemne su condición épica, al ser la reina de las armas y la estrella del valor. Porque, no se resiste a perdurar como el eje conductor de las Fuerzas Armadas y del apoyo sobre el que pende, la buena sintonía y articulación de las diversas unidades de combate.

Por esto, se acrecienta y afianza el asombro por la Infantería y por esa figura legendaria e insuperable del Infante del Ejército español, ese Soldado de a pie enjuto, que, al encontrarse ante una nueva alborada, se abraza a la oración diaria del espíritu de servicio, alimentada con la perseverancia y fidelidad, que aún le hacen más poderoso en cuerpo y alma.

¡Ese, es el Soldado de Infantería!, hábil para serenarse en un lecho agradable o tener como único descanso, el terreno áspero y pedregoso, y, por cubierta, la magia de la bóveda celeste presidida por los guardianes de la paz que sobresalieron.

Un aliento impertérrito que reposa con la conciencia templada y de cuyo sueño, brota ese guerrero voluntarioso y atrevido que lo reporta a la naturaleza dichosa de la afabilidad, ante la exhortación inconfundible del deber cumplido.

Este Soldado de España, como ningún otro, cuando se adentra en la lucha repentina, gime convencido que la muerte no es el final y con gesto desprendido y puro, entrega su vida con la exclamación de Patria, entre sus labios.

Así, con este breve preámbulo que hilvana la semblanza de tantísimos corazones adscritos al Arma de Infantería, este Soldado considerablemente erosionado que aquí escribe, se siente con fuerzas para glosar la esencia viva del espíritu infantero.

Al presente, la Festividad de la Inmaculada Concepción de María, Patrona de España y Madre Protectora de la Especialidad Fundamental de Infantería del Cuerpo General del Ejército de Tierra y Cuerpos de Estado Mayor, Jurídico, Intervención, Farmacia, Veterinaria, Oficinas Militares, Eclesiástico y Geográfico del Ejército, forma parte de una realidad indisoluble que conforma un todo, de la que especialmente el conjunto de la sociedad española debemos sentirnos dichosos, como ejemplo de conservación de valores e importante elemento de adhesión nacional.

Una esplendorosa jornada para testificar abiertamente el respeto a nuestras tradiciones, tendiendo un reconocimiento señalado a los Tercios de Flandes, umbral y fundamento del Arma de Infantería.

Porque, este sublime Soldado que representa a los Ejércitos de España, hoy honra a un pretérito que quiere defender el futuro, que es de todos.

Quizás, algunas personas consideren, que, al referirnos a la Infantería española como la célebre e impetuosa o, de aquellos audaces y bravos Tercios que caminaron victoriosos por Flandes, Italia, Francia …, estaría fuera de lugar en los tiempos que corremos.

Quién sabe, para algunas y algunos pueda resultar improcedente estas ostentaciones de pasión, posiblemente en momentos que la conceptualización de Patria o España, han podido quedar difuminadas del léxico tradicional, cuando a mi modo de entender son intachablemente compatibles e irreemplazables, aunque con distinta acepción.

Por lo tanto, alcanzamos la festividad del 8 de diciembre, para engrandecer la Inmaculada Concepción de María, declarada Patrona de España por el Papa Clemente XIII en el año 1760, a petición del rey Carlos III y del Arma de Infantería desde 1892.

Es preciso recapitular esta herencia desde la laicidad, que no es laicismo, porque la ceremonia del Patronazgo de la Purísima Concepción de María, fue reclamada e iniciada por el Pueblo Hispano, sucintamente, por la Universidad de Salamanca instituida en 1218 y por la Universidad de Alcalá, en 1499.

Asimismo, lo hicieron los hombres que abanderaban los Tercios, entre ellos, singularmente, el Soldado don Pedro Calderón de la Barca, quién escribió con su propia sangre, como lo hicieron otros tantos españoles de bien, con el propósito de preservar este gran dogma mariano: “morir, si fuere necesario”.

Y, ¿cómo no, hacer mención de la heroicidad triunfante de las Tropas del Tercio de Flandes, con la influencia e intervención de la Virgen Inmaculada Concepción de María, considerada como la flor y nata del Ejército español?

La mediación de Su Señora, se reconoce como el punto de partida en los sucesos que brevemente nos lleva a recapitular el Milagro de Empel, en pleno apogeo de la Guerra de los Ochenta Años, acaecido los días 7 y 8 de diciembre de 1585, en la que un Tercio del Ejército español encabezado por don Francisco Arias de Bobadilla, combatió y venció en circunstancias realmente desfavorables a una fuerza de diez navíos de los Países Bajos, obteniendo una gran victoria pese a la desventaja numérica.

Gracias, al favor extraordinario de la Inmaculada Concepción de María, desde aquel momento, es distinguida como Protectora de este Arma.

No obstante, aún, por entonces, este patronazgo no había adquirido el carácter oficial. Debiendo de aguardar algo más de tres siglos, para que, con el legítimo consentimiento de la Iglesia, tomara oficialmente carta de naturaleza en los Ejércitos de España.

En este momento, en cualesquiera de los Patios de Armas de las bases, acuartelamientos o establecimientos u otros lugares emblemáticos o rincones más escondidos de la geografía española, se encuentran solemnemente formadas las diversas unidades que aglutinan el Arma de Infantería, para rendir culto a este memorable episodio y, a posteriori, desfilar con la marcialidad y cadencia que les caracteriza, ante la atenta mirada e incontables aplausos sostenidos con lágrimas, de quiénes le acompañan con apasionamiento.

Un acto protocolario inmerso en la eternidad para entrar por la puerta de la suntuosidad, porque, junto a estos infantes engalanados con los ojos puestos en el cielo, se encuentran aquellos otros custodios del Batallón de Flandes, encuadrados brillantemente en los ejércitos de todos los tiempos.

Así, un año más, como verdaderos infantes, damos la enhorabuena a la proeza cristalizada por el Tercio de Bobadilla, vanagloriándonos de su inmenso testamento y reavivando el compromiso de continuar la senda que Ellos nos abrieron.

Teniendo como mayor exponente, el cántico fusionado del Himno de Infantería, que reza en su estrofa principal: “Ardor Guerrero vibre en nuestras voces. Y de amor patrio henchido el corazón. Entonemos el Himno Sacrosanto. Del deber, de la Patria y del Honor. ¡Honor! …”.

Por todo esto y muchísimo más, es difícil objetar los fuertes lazos que, a través de las épocas, se han tejido en aquel Infante curtido y herrador de principios, que supo hacer del sacrificio y bravura una metodología de vida, y Aquel otro, que, actualmente trabaja infatigablemente para conservar y proyectar a las futuras generaciones, el más querido legado de los que le antecedieron.

Porque, Aquellos tenaces infantes, eran gentiles hombres con enorme brío de entrega y atrevimiento, resistiendo hasta la extenuación pica y espada ropera en mano, ante el ataque de las huestes rivales.

Estos hombres valientes, estuvieron siempre preparados para escudarse del asalto traicionero enemigo. Dando lecciones inmemoriales de temple, espíritu combatiente y maestría aguerrida.

En nuestros días, los Ejércitos de España y muy especialmente el Arma de Infantería, se constituye en el fiador nato del ejercicio de los derechos y libertades de la ciudadanía. Puesto, que nos conceden la seguridad para que esos derechos y garantías que poseemos, se practiquen en los términos racionales de la libertad.

Poniendo para ello, si fuera preciso, la vida en peligro.

Su salvaguardia y auxilio, están presentes en las muchas misiones diseminadas por las latitudes del planeta.

La Infantería es el arma que corona a los soldados que discurren, progresan y repliegan habitualmente a pie, portando consigo mismo el armamento y pertrechos. Es el ingenio que, en la ofensiva conquista, asalta y hace latir el terreno para embravecer sus menesteres. Mientras que, en la defensiva, es el bastión en el que fracasan los impulsos adversarios, configurando el armazón del mecanismo de defensa.

El Infante, encarna al servidor y efectivamente, fueron justamente las milicias, las primeras iniciadas en servir a las comunidades arcaicas en algo tan significativo, como la defensa.

Aquellos individuos que se dispusieron a contrarrestar acciones de quienes no toleraban el imperio de la ley, se encontraron ante numerosos contendientes que estaban al acecho de poblaciones o aldeas, en aquel tiempo, protegidas rudimentariamente con cercas o empalizadas, para al menos desalentar a los que pretendían alterar o descomponer la paz de estos grupos humanos primitivos.

Por tal motivo, en el pasado, la Infantería ha sido bautizada como la soberana de las batallas, por su interposición determinante en los trances de combate acaecidos, pero, también, se le considera la presa en las guerras, por su enorme sacrificio.

Los analistas militares y fundamentalmente los teóricos de la síntesis castrense como Vegecio Renato, F., con la Epitomae Institutorum Rei Militaris 390 d.C., escritor de la táctica, estrategia y organización militar romana, justificó con uñas y dientes el cometido preferente de la Infantería y su valía incalculable en el choque.

La Infantería es el arma por antonomasia que ha tenido gran peso en la Historia de la Guerra, por ello se retrata con expresiones tácticas generales, en las que el Ejército la hace ser protagonista excepcional de las contiendas.

De hecho, en las crisis de las potencias que ejercieron el poder imperial, la Infantería se ha dispuesto como el último baluarte de salvación.

Ahora bien, si el entusiasmo con que se defiende el Infante enardece su coraje, se dispone improvisadamente, a pesar de poder hallarse insuficientemente armado o ataviado, porque, aunque esté sin víveres o municiones, sabe soportar toscas batallas y ocupar el destino que le concierne.

Mientras tanto, el resto de armas, como añadido suyo, requieren de máquinas y de una organización caracterizada por ser pausada y dificultosa, que indudablemente no puede improvisar.

Aparte de la misión esencial que ejerce el Arma de Infantería en las múltiples operaciones, efectúa tareas complementarias como resguardar posiciones, proteger poblaciones, custodiar convoyes, defender materiales y auxiliar los desplazamientos de otras armas.

Con lo expuesto sucintamente en lenguaje coloquial, es posible conceptuar la misión de la Infantería como eslabón capital de las Fuerzas Armadas y el fruto de su apoyo, para que se desenvuelvan eficientemente las demás armas.

Pero, de lo que no cabe duda, que la Infantería estará siempre en las primeras filas, sin apenas protección. Combatiendo por sí sola, con posibilidades limitadas o en combinación con alguna otra arma.

Su actuación veloz estará condicionada por el alcance efectivo de su armamento, por ello, su mayor empleo estriba en el combate inmediato, resolutivo y decidido y es la que tiene la oportunidad de ponerse cara a cara frente al enemigo.

La Infantería se erige en instrumento de gran potencia de destrucción hacia objetivos no protegidos, poseyendo especial destreza para la movilidad y actuando en los diversos accidentes geográficos, hasta valerse de las combinaciones precisas que adquiere el terreno, donde se resguarda o establece con soltura.

En cambio, su premura en el avance, a menos que cuente con medios adecuados, es reducido, cómo, del mismo modo, su eficacia destructiva frente a obstáculos materiales, es menor. Por el contrario, proporciona una compensación conjunta de capacidades que le otorgan en caso puntual, competir con sus propios medios y mantener la zona ocupada.

Igualmente, al intervenir ofensivamente en franjas potentemente constituidas y ataques hostiles, necesita del apoyo del Arma de Artillería, así como de vehículos blindados, medios aeronáuticos y zapadores.

Pero, a la hora de actuar en posiciones a penas establecidas, verifica la acometida con celeridad y sigilo y progresa audazmente.

En la inmensa mayoría de las ocasiones, la Infantería se empeña al combate a corta distancia y desarrolla movimientos profundos. Sus batallones pueden concurrir en incursiones a retaguardia, como parte del empleo de los medios de acción de una fuerza táctica en la coronación de una campaña.

De la misma forma, como consecuencia del despliegue frenético que ejecuta, su intervención es perfecta para el cumplimiento de planes de contingencia estratégicos y del establecimiento de posiciones fijas.

La visibilidad en ocasiones condicionada, es la base de las actuaciones de estas unidades.

La penumbra o la neblina, o por ventura, los diluvios tempestuosos o la aparición de nieve o granizo, son causas más que evidentes, que limitan la percepción a la hora de proceder.

Toda vez, que el aporte de las capacidades técnicas más recientes, como la estratagema empleada por el Soldado Infante, permiten que las divisiones, brigadas y batallones de este Arma, acometan las misiones con acierto.

Indiscutiblemente, con el transcurrir de las épocas, los métodos técnicos y el armamento altamente innovado, han hecho cambiar los escenarios de hoy, pero, a pesar de ello, prosigue el origen de todo: la lucha recurrente del bien contra el mal, con el retrato incólume del Soldado de Infantería en medio del laberinto.

Este Infante se enfatiza por actualizarse aplicadamente en aquello que refleja su excelencia a la hora de operar, sin dejar de lado, las ricas tradiciones heredadas. Ya que, al fusionarse tradición y futuro, se evidencia el enorme desafío de este Arma.

No cabiendo nada que refutar, a la hora de corroborar, que la Infantería es intrépida, bizarra y noble, madre y reina de las batallas, pues, hacia ella, como ninguna otra, confluyen los bríos de las otras armas para derribar al enemigo y cristalizar la toma de aspiraciones.

Y, es que, esta Infantería se nutre de hombres y mujeres recios, concebidos para inmortalizarse con piernas de acero y corazones palpitantes, preparados para enfrentarse a inmensas renuncias.

Esta alma siempre vehemente con el cumplimiento del deber, tiene la honorabilidad de llevar a la zanja como lo hicieron los Tercios de Flandes, la dimensión exacta de la Madre Patria. Postrándose ante su Patrona e implorando alivio, para aderezarse como la mejor fortuna en manos de la sociedad.

Siendo constantes, fieles a su razón de ser y dignos de su honor y gloria.

Es obvio, Madre Inmaculada, que hoy, más que ayer, deberíamos desenterrar otra escultura Vuestra como aquella de Empel, agarrándola pacíficamente con ímpetu hasta ponerla en Tus manos y acompañarla con sencillas plegarias, al igual que aquellos valores que constituyeron y constituyen la esencia viva del espíritu ferviente de la Infantería, en las que renovar la fe de un futuro de paz, armonía y de respeto a nuestra Historia.

Arma de Infantería, espina dorsal de las Fuerzas Armadas e insobornable testigo en la idiosincrasia de los Ejércitos de España, estando ataviada de innumerables glorias, como ninguna otra.

Así, son, hoy por hoy, tal como lo fueron en el pasado, los Soldados del Arma de Infantería, aquellas y aquellos que sin complejos rinden homenaje a la Virgen Inmaculada Concepción de María, Patrona y Abogada, reconociéndola Reina y Señora en la Tierra, invocando para quiénes tienen la ventura de lucirse con este sagrado uniforme, la gracia de poderla proclamar algún día, Reina, Señora y Madre en las filas de su séquito, allí, en el Reino de los Cielos.

No hay nada mejor en este recorrido divino, que el reconocimiento leal y sincero con el que aplaudir a nuestros incansables Soldados Infantes, desde Su Majestad el Rey Felipe VI, hasta aquel bisoño centinela que, en la madrugada bajo un frío implacable, ahí estará sereno y presto para volver a ser el héroe eterno, ante la defensa de la libertad.

En esta fecha de intenso regocijo para la gran familia del Arma de Infantería, deseo amplificar mis felicitaciones más ardientes a todas y todos los compañeros que celebramos Nuestra Patrona, con el recuerdo más estimado y afectuoso a quiénes están lejos cumpliendo su misión en el extranjero, con una dedicatoria emocionada a los Infantes que, en cualquier parte e instante o circunstancia, entregaron todo, por salvar a España.

A todas y todos por igual, el respeto, subordinación y amistad.

¡Feliz Patrona, de la Inmaculada Concepción de María!

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