Categorías: Opinión

La Guerra de España en la Conchinchina (II)

Continuando con el tema iniciado el lunes pasado sobre la guerra de España en Conchinchina, la serie de crímenes, torturas y salvajes atrocidades cometidas por el régimen imperial de Tu-Duc contra religiosos españoles y franceses en aquel país, provocó la declaración de guerra de Francia y España.

Según el autor del libro “La guerra de la Conchinchina”, general Alejandre, el conflicto se fue gestando desde el año 1580, cuando comenzaron a llegar a aquel lejano país algunos misioneros españoles desde Filipinas, junto con otros religiosos portugueses y franceses, incluso en alguna ocasión a petición del propio emperador annamita, dado que el “confucionismo” -  religión que se profesa en la zona - está impregnado de una serie de valores sobre la conducta ética y moral que deben observar sus seguidores, que es bastante parecido a los valores que predica la religión cristiana. Pero llegó el momento en que los misioneros, sobre todo franceses y españoles, comenzaron a ser vistos con cierto recelo y animadversión.
Así fue como comenzaron a surgir las desavenencias que pronto desembocaron en la persecución contra los religiosos españoles y franceses. Y si bien España lo que pretendía era introducir el cristianismo en aquellos confines, cuya acción de evangelización ejercía desde sus sedes religiosas instaladas en Filipinas, muy por el contrario, los propósitos de Francia, según el historiador vietnamita  Hoang-Van Chi, no sólo era hacerse con un puerto para introducirse en Vietnam y poder contar luego con una base logística que le sirviera de plataforma de lanzamiento para poder colonizar el país, sino que pretendía asegurarse una pieza mayor, como era China, hasta que comprobó que el río Mekong no era navegable. Primero, se organizó una expedición formada por 1.300 franceses y 500 españoles con la fragata Elcano, que el 2-09-1858 tomaron la fortaleza de Da Nang, cerca de Hué, la capital imperial, y que luego resistieron hasta la llegada de refuerzos de ambos países. Después salió la expedición de refuerzo compuesta por 3.000 franceses y 1.500 españoles, más 12 buques de guerra galos, y los navíos españoles: Jorge Juan, la corbeta Narváez y la goleta Constancia. En febrero de 1859, las fuerzas aliadas se concentraron en el puerto de Da Nang (Touranne) desde donde una fuerza combinada partió con dirección a Saigón, con un contingente de 1.500 hombres, la mitad españoles. Las tropas españolas procedían de las guarniciones de la entonces Capitanía General de Filipinas. Al mando de las tropas aliadas estaba  el contralmirante francés Rigault de Genouilly. Mientras que al frente de las españolas  iba el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote.
En  el puerto  de Da Nang (Touranne) quedó una guarnición aliada. La flota fondeó frente al cabo Santiago, donde desembarcaron las tropas para  iniciar el ataque a la ciudad de Saigón. El avance de las tropa  requirió la neutralización de numerosos puntos de resistencia. Las enfermedades diezmaron a las fuerzas aliadas. Afortunadamente  los soldados españoles, por estar destinados en Filipinas, estaban más habituados que los franceses  a las enfermedades tropicales, como   el paludismo, las picaduras de serpientes, amebas o las temidas hormigas rojas que devoraban literalmente a los heridos. El entorno de combate era muy difícil y la jungla impedía el avance rápido de las tropas. El camino hacia la capital requería conquistar palmo a palmo la jungla que rodeaba Saigón. Durante el  9 y 16 de febrero se destruyeron  las posiciones defensivas que protegían la ciudad. En la toma de uno de los diferentes fuertes destacó Miguel Primo de Rivera, quien después, en 1923, ostentaría el cargo de Presidente del Directorio Militar, o Dictadura. El día 17  tuvo lugar el asalto de la ciudad y tras un breve e intenso combate Saigón quedó en manos de España y Francia. Dos compañías de soldados españoles, al mando del comandante Carlos Palanca Gutiérrez, lucharon en la vanguardia y fueron los primeros en iniciar el salto final a la ciudadela a bayoneta calada, luchando cuerpo a cuerpo.
Una vez rotas las defensas de la ciudad pasaron el resto de las unidades. Tras la toma de Saigón, el general francés ordenó demoler la ciudadela y construir  un nuevo puerto fortificado donde quedaría una guarnición de retaguardia. Transcurridos unos días, Francia destapó sus verdaderas intenciones. El nuevo comandante francés, François  Page, ordenó, sin previa consulta al Gobierno español, la retirada de las tropas españolas no acantonadas en Saigón. El comandante Carlos Palanca Gutiérrez permaneció en la zona, mientras el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote regresó a Manila. El ejército francés había considerado a la fuerza española como  tropa auxiliar.  El gobernador español de Filipinas no se opuso con la debida firmeza a las intenciones de Napoleón III y no hizo valer su participación con unos recursos que fueron significativos en el resultado final de la toma de Saigón. Es cierto que la intención inicial de España era simplemente castigar la muerte del dominico que había sido martirizado y decapitado; pero la falta de  coordinación entre Madrid y el gobernador de Filipinas impidió lograr mejores resultados del tratado de paz firmado entre Francia y el emperador de Annam, Tu-Duc. Los franceses, prácticamente, nos utilizaron a su conveniencia.
 En la batalla de Saigón España participó en la campaña con excesiva confianza y candidez, de lo que, como tantas otras veces, se aprovechó Francia para conseguir todas las ventajas. El ya teniente coronel Carlos Palanca Gutiérrez,  sufrió  al comprobar la desidia  y menosprecio de su patria con aquellas tierras y con el esfuerzo de sus soldados.  A pesar de sus protestas formales antes la metrópoli, Palanca no consiguió que el chovinismo francés valorara justamente la participación española. La “grandeur” de Francia se aprovechó de un gobierno español pusilánime  y de la debilidad de nuestro gobierno de Filipinas.  Finalizada  la campaña y por orden de los franceses, la mayoría del grueso de las tropas españolas volvieron a las Filipinas.  Tras la partida de las tropas, quedaron defendiendo Saigón, junto a 322 franceses,  233 soldados  españoles y 4 oficiales al mando de Palanca.  El 23 de marzo de 1862 quedó definitivamente concluida para España el conflicto armado en la Conchinchina. Luego vendría el ignominioso y vejatorio tratado de paz que firmaron el rey de Francia y el rey de Annam sin la presencia efectiva española. Fruto de estas operaciones, el comandante Palanca fue ascendido a coronel  graduado, nombrado también  jefe de la expedición española con responsabilidades de plenipotenciario en Anam. Él llevó el mando de la operación, excepto en el desembarco del cabo Santiago, y estuvo al frente de las fuerzas españolas que tomaron los puertos de Hong-lai, Cha-lai y Ton-ki,  e inició el asalto final a Saigón.
Otras acciones bélicas de las Fuerzas Española después de la toma de Saigón: En 1861 la fuerza de tropas españolas al mando de Palanca, colaboró con las  tropas francesas  en el ataque de Ki-Hoa en febrero de 1861. En  esta operación, los españoles tuvieron un treinta por ciento de bajas, frente a un diez por ciento de los franceses. En abril los españoles también participaron en el durísimo asalto a My-Tho (o Mi-Thi), donde durante dos días los anamitas utilizaron elefantes armados contra los europeos. También participaron las tropas españolas en 1961 en los combates de Bien-Hoa, el río Dong-Mon y el cabo de Baria. En 1862  Palanca ya sólo  disponía de algo más de cien soldados y participó  en los ataques de Long-Lap, Vinh-Luong y Long-Dinh. El emperador Tu-Duc aceptó las condiciones impuestas por los franceses y tuvo que ceder la zona ocupada a Francia y accedió a la petición española de permitir la libertad religiosa. Pasado un año, los  imperialistas franceses ocuparon Camboya y una década más tarde, el norte de Vietnam. El 5 de junio de 1862, se puso fin a la guerra con la firma de un tratado de paz entre Francia y el emperador de Annam, Tu-Duc, sin la participación española, que asistió  como simple invitada al acto protocolario. Como consecuencia del tratado, Francia  inició su penetración colonial en Indochina gracias a la concesión de tres provincias de la baja Cochinchina y unas cuantas islas.
España, con su desatinada política diplomática que en las relaciones exteriores suele caracterizarle, sólo logró algunos derechos comerciales y que el gobierno de Annam reconociera la libertad religiosa. Pero después, el Emperador Tu-Duc no cumplió lo firmado y volvió la persecución religiosa asesinando a muchos católicos. España llegó a tener en Vietnam más de 4.000 hombres, contando las tropas tagalas o filipinas. El 1 de abril de 1863 volvieron los últimos españoles a Filipinas. En 1902 los franceses lograron la unificación de Indochina. España  no  había sacado ningún provecho de la campaña. Las tropas españolas regresaron a Filipinas y la historia oficial española empezó, como es habitual en España,  a olvidar la expedición que contribuyó a la toma de Vietnam. Francia se aprovecho de las ventajas de la victoria, estableciendo la capital colonial francesa en Saigón. La Indochina Francesa estuvo formada por Annam, Tonkín, Camboya y Laos. Durante la Segunda Guerra Mundial Japón ocupó toda la zona. Y, tras la II Guerra Mundial, "Cochinchina" formó parte del estado de Vietnam del Sur. Curiosamente, en 1964 los “marines” de los EE.UU. desembarcaron en la misma bahía donde lo hicieran las tropas españolas y francesas en 1858: Da Nang, bautizada Touranen por los franceses. Y esa fue la odisea militar de España en la Conchinchina. Una guerra olvidada y casi por todos desconocida, en la que muchos españoles se jugaron la vida en defensa del buen nombre y la dignidad de España.

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