La gratuita quiebra navideña

Estamos prácticamente en Navidades y no han ocurrido grandes incidentes, así pues podemos  decir que la medida del Gobierno con respecto a la paga extraordinaria navideña de los funcionarios ha sido un rotundo éxito.  Un rotundo éxito en lo que concierne a abastecer las arcas del Estado, al parecer lo más importante en estas circunstancias para el actual Gobierno, muy por encima del impacto que ello supone para las familias más modestas en unas fechas tan sensibles.
Lo sorprendente no es que se tomen medidas de este calibre en un periodo tan convulso, sino que la ciudadanía haya actuado con esta tibieza, en especial atendiendo al escaso tiempo con el que se anunció dicho recorte. Desde luego, si algo ha demostrado la mayoría de los españoles con los constantes tijeretazos aplicados por el Gobierno, es la pérdida casi total de la flema que ha caracterizado, hasta hace muy poco, a los habitantes de España. Mucho bravucón, revolucionario y reformador del mundo, pero a la hora de la verdad, en el “crunch time”, nadie ha dado la cara con la severidad requerida. Una actitud ciertamente diferente a la que exhiben los ciudadanos de otros países del entorno, que dudan poco en actuar de la manera que sea necesario para presionar, de verdad, a sus respectivos gobiernos. Y ello a pesar de que su situación no es tan crítica como la nuestra.
Los movimientos convocados se cuentan como estrepitosos fracasos, combates nulos, porque no atacan donde y como el poder teme, donde le duele de verdad; por más que se siga practicando el mismo tipo de reclamaciones públicas la reacción por parte del Gobierno no cambiará. Lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que la tendencia que domina las instituciones más determinantes no ha mostrado ni el más lejano apego con la realidad social desde que está en su cómodo trono.
Los golpes que más duelen al poder son aquellos que le generan complicaciones que no puede solucionar sin que su descrédito avergüence a propios y extraños. Y aunque la manera de proceder del Gobierno para frenar los movimientos en contra de su política ha sido lamentable, no han sido ocasiones que contaran ni con una fuerza a la altura de las circunstancias, ni con un planteamiento conciso, preciso, directo y permanente por parte de los arremolinados. Si en contextos tan raquíticos el Gobierno ha reaccionado tan absurdamente mal, demostrando su falta de recursos políticos para hacer frente a quejas de escaso calado, el resultado ante un temblor mayor y más letal sería autodestructivo para aquel. Es entonces, cuando el poder ve amenazar su propio estatus e incluso integridad, el momento en el que se originan reacciones de emergencia que, si bien no pueden considerarse sobresalientes, casi nunca son peores a las decisiones que se toman ante la inacción de los ciudadanos.
Cualquier persona que traduzca mis palabras como una incitación a la violencia está totalmente errada, y quien crea que esto que acabo de decir es una tímida defensa de lo contrario también se equivoca. En realidad, aunque solamente valga por esta vez y alguna que otra más, no hay segunda ni tercera intención, me basta con expresar el asombro que me produce ver cómo golpean por todos los sitios posibles a un número inabarcable de personas que no opone resistencia alguna, en una postura que ilustra más a una piñata que a lo que en verdad son. Inefable.