No se puede discutir la buena voluntad del Gobierno de la Ciudad al acordar una subvención a la Cooperativa de nuestros servicios de transporte público, COA. Para ponerlos a disposición de todos los melillenses de forma gratuita desde los sábados por la tarde y los domingos hasta las diez de la noche, en vista de que los citados días son poco utilizados y, por consiguiente, deficitarios para la empresa.
Pero la gratuidad trae malas consecuencias porque ello da lugar a que, al aprovecharse de ellas, personas incivilizadas te originan problemas que a nadie gusta soportar.
Es el caso en un espectáculo artístico, al que entran por lo gratis niñatos con el único propósito de incordiar o los de los partidos de fútbol con acceso también gratuito –de lo que yo escribí ampliamente cuando desempeñaba el cometido de redactor deportivo– ¡que algarabía se registraba! e incidentes de todas clases, pero por parte de esos malos sujetos.
Pues algo parecido se está produciendo en los servicios gratuitos de la COA, pues lo están utilizando grupos de zagalones, primero para pasearse en viajes de ida y vuelta, y lo peor, para organizar grescas entre ellos mismos, que molestan, sin respeto alguno, al resto de pasajeros. Y si a alguien se le ocurre llamarles la atención, apañao va…
Y ese proceder hay que cortarlo por lo sano, porque como se siga permitiendo, la cosa puede llegar a peor.
Yo doy cuenta de lo redactado porque así me lo contaron el lunes dos señoras que en la tarde del domingo utilizaron un autobús de la COA para trasladarse desde la calle General Marina al barrio de El Real, donde fueron molestadas por uno de esos grupitos de energúmenos, utilizando también unas trompetitas con un ruido ensordecedor.
¿Solución?. Quitar esa gratuidad y, en el lugar de ello, poner unos precios módicos de los billetes, en la seguridad de que, cuando esos niñatos de mierda tengan que rascarse el bolsillo, seguro que no acceden a los autobuses. O bien, de vez en cuando, prestar alguna vigilancia para proceder con tales salvajes como corresponde.
Lo que sea, pero cuanto antes, para no permitir que un servicio público se convierta en divertimento para semejantes sujetos.