Alguien me dijo, hace ya algún tiempo, que le habría gustado mucho escribir una gran obra, la que bullía en su mente y su corazón; pero que se rendía a no hacerlo porque le faltaba calidad y capacidad para ello. Añadía que eran muchos los capítulos que estaban casi terminados, pero que se mantenían abiertos porque tenían vida, porque había algo, en cada uno de ellos, que aparecía cada día como una llamada de lo que ya existía. ¿Cómo no incorporar aquello que llegaba con el brillo de lo nuevo, de lo recién conocido y que presentaba detalles sumamente interesantes?
Después de aquella noticia primera hubo otras y en ellas me volvía a hablar de lo que tanto le llenaba, de lo que en realidad era la gran ilusión de su vida; de lo que quizás era la parte sustancial de su vida y que, sin embargo, parecía que le daba miedo llegar a vivirla en toda su plenitud, con realismo, con responsabilidad en la lucha que exigiera la defensa de lo que en su mente y corazón bullía.
Quizás sea una forma de comportarse bastante generalizada, aunque muchos no digamos lo que nos pasa y nos reservemos nuestros pensamientos; aunque ni siquiera seamos capaces de darles una oportunidad de asomarse a la vida real.
Siempre ha sido necesario hacer realidad, con obras, lo que hay en la mente y en el corazón; hacerlo con sinceridad para que pudiera servir, ser útil y conveniente, a la relación con los demás.
No para tratar de crear imágenes falsas, o para presumir de buen hacer, sino para hacer de la realidad de la vida - tan dura y peligrosa con mucha frecuencia - esa maravilla que llenaba de claridad la mente y de paz el corazón, esa ilusión que pugna por ser la verdad del quehacer humano, la del amor.
Es una llamada a la que hay que dar respuesta positiva, sin dilación alguna, sin titubeo ni temor de no servir para ello. Es la realidad de la vida de cada persona, es dar ese paso adelante que hace posible que las ilusiones se vayan transformando en hechos concretos, es llegar a ser una persona auténtica, no una mera fantasía.
Hay una grave crisis de relación humana en la sociedad y ésta sólo se puede solucionar dando a conocer la verdad del valor humano, tanto de la mujer como del hombre, tanto de los que empiezan a caminar por los senderos de la vida como de quienes ya han caminado por ellos y deben seguir haciéndolo, cada día, con más responsabilidad.
Se está atacando la libertad del ser humano y hasta hay quienes se jactan de ello, envolviendo sus acciones en un falso papel de creadores de derechos, que no son otra cosa que verdaderos atentados contra la dignidad humana, contra la vida misma.
Tú, que eres persona que ama la libertad del ser humano y que tienes en tu mente y en tu corazón el maravilloso sentir de la verdad, no te quedes sin hacer realidad esos sueños y anhelos.
Pon todo tu ser en acción noble y generosa de servicio a la humanidad. Acércate al que sufre los daños de esa crisis de valores humanos y construye con ellos la armonía de la verdad.
No es trabajo de un día sino de la vida entera, sin desmayos, con la fortaleza de la paciencia y de la humildad; con fe y con amor.
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