A veces se espera un momento especial, en el que la expectación sea máxima, para salir del anonimato y sorprender a todo el mundo con un detalle deslumbrante; es la forma de pensar de quienes viven en el mundo de la insensatez. Cuando cada instante forma parte inseparable de la vida, es desatino dejar sin ocupación sensata muchos de esos instantes, a veces casi la vida misma. Hay posibilidad de llenar todos y cada uno de los tiempos de la vida con ese latido especial del alma que mueve a dedicar amor a todo cuanto rodea al ser humano.
Esa es la vida de la gente corriente, de la que existe una gran cantidad a lo largo y ancho del mundo; que no ocupa puestos de relevancia y que es como el colorido que domina en un paisaje.
No es la figura principal, pero sobre ese conjunto de tonos más o menos uniforme me realzan, con características propias, las luces de las figuras singulares.
Es como el brote de la ola sobre la superficie de la mar y la manifestación de su poder sobre la roca del acantilado. Es como la flor que nace y crece, en todo su esplendor, en el zarzal. Es como esa delicada voz que se abre camino, llena de armonía, sobre el coro que entona su sentir.
San Josemaría Escrivá ha señalado de forma clara - en Camino 813 - una labor para toda persona en la lucha diaria de la vida; en lo que es el encuentro con ese sinfín de cosas pequeñas que la llenan hasta rebosar y que no pocas veces son despreciadas.
Dice así: “Hacedlo todo por Amor. Así no hay cosas pequeñas; todo es grande. La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo”.
Ahí está el quehacer para toda persona, no despreciar las cosas pequeñas. No tirar un papel en la acera es un triunfo, una atención delicada hacia los demás y al entorno. Lo es, también, no hablar mal de nadie; no dejar caer cualquier tipo de suciedad sobre cualquier persona y sobre el ambiente de relación que a todos nos rodea, que es de todos y que se debe mantener limpio.
Dar una contestación airada, a alguien que pregunta con todo derecho o necesidad, crea disgusto y separación; más si ello se produce en un lugar público, como lo es el Congreso de los Diputados.
Hay un sin fin de ocasiones, en la vida de cualquier persona, en las que se han de resolver cosas pequeñas y en ellas es donde toda persona corriente puede ganar batallas con el arma del Amor; son batallas que no se deben eludir y todos, sin exclusión alguna, estamos llamados a ellas.
A la gente corriente, a la que somos la inmensa mayoría de la población humana, se nos llama a ganar batallas innumerables, cada día. Tal vez se pueda tener en la mente algo de gran nivel, pero ello no es obstáculo para atender esa cosa pequeña que también ha de ser solucionada y quizás antes que esa otra gran cosa.
No lo dejes, atiéndelo con cariño y te sentirás más fuerte para acometer aquello que tanto te ilusiona.
En un pequeño bote a remos un hombre va bogando en la mar. En él se gana la vida, la de cada día. Con su esfuerzo gana batallas. Con su ejemplo nos enseña el camino a seguir.
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