Cada año se materializa una nueva etapa de la formación de la juventud, la cual tiene el impulso de los padres de los estudiantes y de los profesores correspondientes. Cada año, a su vez, se crece en edad y los alumnos van siendo más receptivos de lo que la vida contiene, tanto la propia como la de relación humana.
El joven va conociendo la relación que existe entre sus estudios y lo que la vida le va mostrando de una forma en la que no existe una determinada cadencia sino que existen aceleraciones muy diversas para cada persona. En ese proceso de formación es corriente que aparezcan no pocos silencios seguidos de aceleraciones en el sentir y en el pensar. No hay programas generales y si se quiere aprovechar ese tiempo de la juventud es necesaria la conjunción del deseo de conocer de los jóvenes con la responsabilidad de los mayores, sean los familiares o los profesores idóneos para cuestiones que tienen una gran importancia para la formación de los sentimientos, de los que el corazón ha de ser el receptor para, en su momento, desbordarse en amor a la Humanidad. Recuerdo un hecho que tuvo lugar en la Escuela Naval Militar: El director quiso tener contacto personal con una promoción y para ello señaló a un alumno, elegido al azar, para que dijera unas palabras al resto de la promoción, que se mantenía en la posición de firmes. El alumno elegido comenzó a hablar diciendo que “el ejemplo debe ser nuestra norma”. El director se mostró satisfecho con esas palabras y devolvió el alumno a la formación, añadiendo que esas palabras que se habían oído debían ser la norma fundamental de nuestra vida de servicio. Ese ejemplo se puede generalizar totalmente y los jóvenes han de recibir una formación fundamental, la del ejemplo de buena calidad. Es responsabilidad de nosotros, los mayores –mujeres y hombres– esa formación que han de recibir los jóvenes y conviene reflexionar seriamente si ello se cumple debidamente. Es una cuestión de reflexión personal, totalmente sincera, y poner los medios adecuados para corregir una formación defectuosa, en la que ha habido, o hay, algún que otro defecto. Nuestro corazón se sentirá aliviado. Benedicto XVI nos ha dicho que “No es suficiente una formación profesional sin formación del corazón”. Es ésta, la enseñanza a vivir con amor la que los mayores debemos proporcionar a los jóvenes. Enseñanza ésta que debe surgir de cada corazón. Dar esa riqueza que tan necesaria es en el desarrollo de la vida, no sólo la íntima, familiar o de un grupo de amigos sino toda la Humanidad. Toda relación, la que sea. debe ser noblemente humana, sencillamente humana, cuajada de amor hacia todos los demás..
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