“La formación de alumnos competentes genera profesionales competitivos

Con la institución universitaria en el punto de mira de las reformas del Gobierno, el decano de la facultad de Educación y Humanidades de Ceuta habla de una universidad sin injerencias ajenas

El contraluz producido por los ventanales del despacho suma solemnidad a la figura de Ramón Galindo, que en ese momento anda citando a los historiadores Sánchez Albornoz y Américo Castro, seminal surtidor del hispanismo casero. La historiografía es lectura, interpretación, difusión y reinterpretación, fundamentos también de la universidad, institución a la que se le demanda cada vez mayor aplicación. Hoy suenan además conceptos como transfusión con la empresa, productividad y aun empleabilidad. Mientras, la ciencia, el alfabeto de la Academia, se desangra en España entre recortes y anuncios de ‘optimizaciones’. Más allá de los ventanales del despacho de Galindo, los niños del José Acosta juegan a la pelota.

–La última que lo vi andaba interesado por el movimiento que solicitaba una casilla donde pudiera donarse un 0,7% de las rentas. Ahora son 300.000 firmas ciudadanas que han llegado al Parlamento. ¿Estamos perdiendo el tren científico?
–No sé si perdemos el tren, pero sí que vamos en clase turista. Al menos. La economía española se ha ‘terciarizado’ prácticamente. Este país depende del turismo y del entretenimiento, pero nuestro futuro más cercano dependerá de lo que avancemos en la ciencia y en la investigación.

–¿Alguna idea?
–Hay que hacer un mayor esfuerzo en financiar la ciencia, equiparar la inversión al entorno de la OCDE. En materia de inversión y becas, en comparación con los estados de nuestro entorno, viajamos en el furgón de cola.

–El ministerio, en cambio, habla del escaso rendimiento de la investigación académica y plantea una reforma profunda.
–Se está hablando de optimización de recursos, de una gestión escrupulosa del dinero público, cosas con las que estoy completamente de acuerdo. Pero también creo que los sistemas educativos requieren de un cierto periodo de estabilidad tras un consenso y que no deben cambiar conforme entra un nuevo Gobierno. Y menos ahora, en el ecuador de la profunda reforma que está suponiendo la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior.

–Parece que se incentivará la entrada de capital privado en la universidad.
–Eso es algo que ya existe y que se hace necesario. Distinto es que el capital privado adquiera poder de gestión.  No concibo criterios mercantilistas en la gobernanza académica. En mis principios contemplo una universidad pública y autónoma.

–Hay indicadores que hablan de la escasa aptitud formativa de los titulados, de que falta competitividad.
–La universidad ha de ser competitiva, pero antes tiene que ser competente. La formación de alumnos competentes dará profesionales competitivos. La academia debe perseguir capacitar profesionalmente a sus alumnos y desarrollar el espíritu crítico del estudiantado, propiciar un espíritu ‘rebelde’ en el desarrollo cognitivo de los individuos.

–Se dice que la universidad ha de retornar a la sociedad lo que ésta invierte en ella. No obstante, con la crisis, la migración de titulados al extranjero se ha incrementado exponencialmente.
–Claro que es importante la transferencia del conocimiento a la sociedad y, como he dicho, que el mundo de la empresa se implique en la formación. Con todo, y según mi experiencia, si el transvase no es mayor no es a causa de la universidad sino de la empresa. En cuanto al asunto de la fuga de cerebros, es un panorama desazonador: son alumnos formados por el dinero estatal que ha de desarrollar su carrera fuera. Sí, deberíamos plantearnos la devolución de la inversión al  sociedad.

–¿Está la educación en un momento crítico? Los más críticos citan palabras como ‘tragedia’.
–No creo que la educación esté en un punto trágico. Cuando yo estudié los medios eran muy diferentes. La enseñanza se ha democratizado. Antes no todos podían acceder a los estudios universitarios o aun al bachillerato. Ahora es un derecho y un deber de todas personas.

–¿Implica la democratización a la que alude a reducir la exigencia? ¿Es por eso por lo que se habla de excelencia?
–Como docente, entiendo excelencia como la respuesta que se dan a las necesidades del contexto, en la adecuación a lo que tenemos enfrente, sobre todo en el ámbito de la enseñanza secundaria. En la secundaria existen unas líneas rojas que no han de sobrepasarse, que son los niveles mínimos para el desarrollo de la persona. En la enseñanza obligatoria existen unas herramientas didácticas, unas adaptaciones curriculares que tienen en cuenta la existencia de tipos diferentes en el estudiantado, tanto si se dirige a alumnos con mayores problemas para la adquisición de contenidos como para aquellos más cualificados.

–No es preciso pues fomentar mayor cualificación del estudiantado.
–Lo que no puede admitirse es que, en aras de la calidad, se dejen sin atender alumnos menos favorecidos. La educación la concibo como una compensación de desigualdades. El sistema educativo de calidad es aquel que aplica el efecto regulador del mar, que modula la temperaturas costeras.

–En la sociedad del conocimiento, dicen, la competencia con los ciudadanos de nuestro entorno será más intensa.
–Y creo que a la cualificación académica común habría que añadirle una capacitación profesional común. Eso significaría dar un paso más en la construcción de Europa.

–¿Y Ceuta? ¿Qué suma en esta nueva sociedad?
–La ubicación fronteriza de Ceuta proporciona un amplio campo de investigación, algo que ya se está realizando: diversidad cultural, las transacciones culturales. Hay potencial de crecimiento y de desarrollo universitario.

–Y el campus, en 2013-2014.
–Es el camino desde donde debemos abrirnos al norte sin olvidarnos del sur, Marruecos, atraer a su clase media. La idea es que parte de los 3.000 estudiantes de la Universidad de Granada estudiara aquí. Pero eso pertenece al campo de la decisiones diplomáticas.