Barcelona. Ese es su destino. La pequeña Najma Ben Hebba podrá conocer algo distinto al CETI, algo diferente a la hilera de módulos con los que ha convivido desde que nació, hace dos años. Hasta ayer su vida no era más que eso: un CETI, pero por fin le ha tocado salida. Estaba feliz en el puerto junto a su madre Sokaina y su padre Boulam, un matrimonio muy querido en el centro, que ahora podrá reunirse con familiares en Barcelona. Decenas de argelinos acudieron al puerto a despedirles, emocionados y llorando por la marcha de sus compatriotas.
Sokaina está feliz. No tiene más que agradecimientos a todos los que le han ayudado. Prefiere olvidar determinadas informaciones en las que solo trascendió una versión. No para de sonreír, solo quiere llevarse buenos recuerdos de una tierra en la que ha permanecido dos años. Junto a la familia Ben Hebba se fueron decenas de subsaharianos y algún asiático. En total cerca de 80, que se dirigen a distintos puntos de la península. Ha sido una de las marchas más sentidas, muchos de los hombres y mujeres no podían contener la emoción, dejan atrás amigos, gente que les ha ayudado y que ha apostado por ellos.
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