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La Expedición Española a Dinamarca (I)

La Expedición Española de 1807 a Dinamarca, también conocida como la Expedición del Marqués de la Romana, es una de las acciones más relevantes de la historia Militar Española. Una División o Cuerpo de Ejército Español elude el cerco en Dinamarca de sus tradicionales aliados y ahora enemigos, los franceses. Todo se llevará a cabo con la ayuda logística de sus eternos enemigos y ahora aliados, lo británicos, para unirse al resto del Ejército Español en la lucha que se ha iniciado en territorio peninsular para liberarse de la ocupación napoleónica.
Desafortunadamente no todos lograran huir siendo 5175 hombres los que serán hechos prisioneros por los franceses que serán protagonistas de otra odisea al ser forzados unos, y por convencimiento otros, a formar parte en la Grande-Armeé de Napoleón en Rusia creándose el Regimiento José napoleón. Compartirán todas las vicisitudes de dicho ejército combatiendo en Borodino y llegando hasta Moscú, retirándose posteriormente a Francia para alcanzar la ciudadanía y continuar su taryectoria militar en su ejército al negárseles su entrada a España por tras la caída del emperador por motivos obvio. Otros aprovecharan para pasarse al bando ruso recibiendo todo el apoya del Zar, incluso recibieron de manos de la Zarina una nueva bandera confeccionada por ella misma, combatiendo en el bando ruso en los frentes en que no estaban sus compatriotas. Regresaran por otros derroteros a España. Estas tropas, no siendo ya necesarias en la guerra peninsular serán enviadas a Sudamérica para luchar en otra nueva guerra: La de la Insurrección de las Colonias, formando parte de las tropas realistas. Es el regimiento Imperial “Alejandro” con su jefe O,donell pero eso ya es otra historia.

Antecedentes
La política de Godoy, Príncipe de la Paz, y primer Ministro de S.M. Católica Carlos IV, inicialmente dio plena satisfacción, no sin un gran esfuerzo, tanto económico como militar por parte española, a las exigencias de Napoleón Bonaparte. En virtud de los artículos del Tratado de San Idelfonso y, de manera análoga, a los antiguos Pactos de Familia borbónicos se puso a disposición de Francia la que aún todavía era la segunda o tercera flota de guerra del mundo. El desastre que siguió a la batalla de Trafalgar en 1805, debido a la ineptitud del almirante francés, puso el interés del Emperador sobre España en un segundo plano. Ya no existía una Armada Española poderosa, ni tampoco la tenia Francia, con las que hacer frente al ya hegemónico poder naval Británico. La estrategia de la expansión napoleónica debía ahora desarrollarse en tierra y en oposición a las potencias del Continente Europeo coaligadas en su contra. En este momento, la única ayuda que se le puede prestar a Francia son las diversas aportaciones económicas españolas que ayudan a aliviar las mermas de las arcas Imperiales debido a las continuas guerras, a la vez que también hacen mella en la Real Hacienda de Carlos IV. Esta situación va alejando cada vez más a Godoy del resto de las potencias europeas ya que España es aliada efectiva de Francia.
Su prevención hacia nuestro aliado, es conocida la animadversión que siente Napoleón a los Borbones y su más que probable intención de precipitar la caída de estos y de paso la anexión de España, incluyendo su todavía existente Imperio Ultramarino además de sus recursos económicos; hace que Godoy intente alinearse en secreto con la cuarta coalición anti-napoleónica, especialmente manteniendo contactos secretos con Rusia, Prusia y Gran Bretaña a través de del embajador Ruso Strogonov, llegando además a emitir un manifiesto llamando a las armas al pueblo español frente a un enemigo no declarado pero si supuesto: Francia, aunque Portugal también se da por aludida. Ambigüedad que pagaría bastante cara tras la derrota de Prusia. El emperador tuvo conocimiento de estos contactos a través de su embajador Beauharnais.
Talleyrand siguiendo estrictamente las órdenes de Napoleón presenta al Gobierno español sus exigencias:
España debe negar la entrada en cualquier puerto a la flota rusa del almirante Ignatiev actualmente de travesía por el Mediterráneo.
Adhesión al Bloqueo Continental contra Gran Bretaña.
Recepción de 25.000 prisioneros de guerra prusianos que al final serán 10.000 para ser admitidos en el Ejército Español. La rebelión de estas tropas durante el camino hace inviable esta opción.
Por último la formación de un Cuerpo de Ejército para ser enviado a las costas de Hannover, que es el asunto que motiva este articulo.
Napoleón se dirige en sendas misivas a Carlos IV y al Príncipe de la Paz. En la primera recurre a la obligación, por parte española, de ayudar a Francia socorriéndola con tropas aduciendo los beneficios que ello reportará tanto en preparación y disciplina del Ejército como en las posteriores reclamaciones territoriales españolas –isla de Trinidad, etc.-. A Godoy se dirige igualmente, pero amenazándole, que si no cumple su parte del pacto, recurrirá a la invasión de España como medida de fuerza. Dichas tropas van a ser utilizadas en la ocupación de Hamburgo y los puertos del Mar del Norte para evitar que Gran Bretaña intente forzar con su Marina y tropas de tierra del Bloqueo Continental formando parte del Cuerpo de Observación de las Costas de Hannover junto a franceses, holandeses e italianos. Carlos IV, al que se dirige como hermano, sólo debe preocuparse de pagarles la soldada. El avituallamiento, uniformidad y armamento corre por cuenta del Emperador ordenando también a sus prefectos que durante todo el trayecto al País de Hannover a través de Francia, las tropas españolas sean agasajadas y tratadas como si fueran francesas. Napoleón parece tener interés en granjearse también a las tropas y opinión pública españolas en el supuesto de un cambio de dinastía.
Ante el sacrificio que va a realizar según él, la Corte Española debe facilitarle las cosas, aportando las tropas que demanda y ante esta disyuntiva no le queda más remedio a Godoy que atender a sus exigencias. Por una parte está obligado debido al tratado, por otra trata de ganar tiempo y por último, desea volver a obtener su gracia y así retornar a su antigua reivindicación sobre el “Principado del Algarve” en Portugal tras la invasión de dicho reino junto con las tropas francesas y su posterior reparto.

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