La peculiar evolución de la población ceutí, con un incremento constante de ciudadanos que profesan la religión musulmana, removerá con el paso de los años los cimientos de la sociedad local.
Es más, ese factor, unido a la debilidad económica, puede alimentar un foco de “conflictos” sociales y políticos más preocupante incluso que la alarma por las oleadas de inmigrantes. Ése es sólo uno de los vaticinios que traza España mirando al sur: del Mediterráneo al Sahel, el último informe del Real Instituto Elcano presentado ayer en un acto que contó en Madrid con la presencia del ministro de Defensa, Pedro Morenés. El documento, coordinado por Félix Arteaga, eleva además a las dos ciudades españolas en el norte de África a la condición de riesgos potenciales para la seguridad nacional, junto a la desestabilización de Marruecos o Argelia, en el caso de no garantizarse “su sostenibilidad demográfica, económica e identitaria a medio plazo”.
Esa particular visión sobre el futuro de la mitad norte del continente dedica diez de sus 190 páginas a Ceuta y Melilla, dos enclaves sobre los que el Instituto Elcano arroja más sombras que claros. Al detenerse en analizar las sendas que están llamadas a trazar sus poblaciones, el centro de estudios es contundente: su transformación futura no garantiza precisamente una balsa de aceite. Para justificar su afirmación, parte de un pasado en el que la composición social era “monoétnica” y la residencia de quien arrastraba un origen marroquí estuvo incluso prohibida hasta bien entrado el Siglo XIX. Luego llegarían tiempos modernos y un proceso de regularización masivo en 1986 que abriría las puertas a lo que considera “una marroquinización étnica” de ambas ciudades, más agudizada en Melilla.
¿Consecuencias? El documento señala dos: el riesgo de conflictos sociales y políticos. Entre los primeros, alerta de que “la estructura económica no permite integrar en condiciones aceptables el aumento de población”, con sus múltiples prolongaciones en forma de “marginación social”. Como ejemplos, cita que el estrato musulmán “tiene peores porcentajes de actividad y de ocupación, reside en peores viviendas y barrios en peor estado, y sufre un mayor fracaso escolar”. También alude a la “separación física entre ambas comunidades”, un aislamiento geográfico pero también educativo, ya que “la población de origen hispano acude a colegios concertados y la de origen marroquí se concentra en públicos”. El nexo entre ambas comunidades, advierte, “es débil”.
El Instituto Elcano intuye que esa fractura social se solapará con otra política alimentada, de nuevo, por la dualidad demográfica. La escisión en grupos, en función de los grupos religioso, decantará en mayor porcentaje a los musulmanes hacia partidos locales de fuerte componente étnico mientras que “la población hispana”, según el informe, tenderá a concentrar sus fuerzas en torno al PP. Factores como la emigración de los residentes de origen español hacia la Península en busca de oportunidades profesionales o el “adoctrinamiento en valores identitarios que se fomenta desde las mezquitas donde predican imames dependientes de Marruecos” contribuirá aún más, intuyen los autores del documento, al aislamiento entre las distintas comunidades.
Recomendaciones
Con esas proyecciones de futuro, el informe concluye que “el crecimiento de la población de Ceuta y Melilla es una amenaza a su estabilidad social y política porque no se sostiene sobre un crecimiento económico paralelo y su consecuencia es una degradación media de las condiciones de vida”. Y lejos de mirar hacia adelante con optimismo, insiste en que “la fuerte diferencia social entre la población hispana –que será pronto minoritaria en Melilla y más tarde en Ceuta– y la musulmana puede provocar conflictos de tipo étnico y religioso que ya se está expresando electoralmente”. Y traza otro riesgo para acabar de cerrar el círculo vicioso: si la brecha social de la población musulmana se combate con más ayudas sociales habrá un efecto llamada sobre la marroquí hacia ambas ciudades, “realimentado el problema”.
Pese a alertar de que los problemas en ambos casos pueden “retrasar sus efectos pero no evitarlos”, el Instituto Elcano sugiere una “estrategia de intervención” que tome “conciencia de las vulnerabilidades” y pueda “ralentizar el proceso de deterioro”.
Una dura crítica al sistema económico: fuera de la Unión Aduanera, contrabando, subsidios...
No sólo del riesgo poblacional alerta el documento. El informe número 18 del Real Instituto Elcano se detiene también en lanzar una dura crítica a los pilares sobre los que se asienta la economía ceutí. Unos instrumentos que, avisa, “se están deteriorando”. Entre ellos cita expresamente el “anacronismo de difícil justificación” que supone “la no pertenencia a la Unión Aduanera”, que tendría como principal consecuencia la alimentación de una economía “basada en flujos irregulares”. Y lo justifica aludiendo a que “al estar excluidas ambas ciudades de la Unión Aduanera con la UE, sus residentes pueden importar productos con aranceles inferiores a los comunitarios y venderlos a ciudadanos marroquíes para su posterior introducción irregular en Marruecos, donde se revenden con una ganancia marginal”.
Eso entroncaría con lo que Elcano bautiza como “comercio atípico” y que un par de renglones después no duda en etiquetar como “contrabando”, un fenómeno que asegura “supone una parte importante de la actividad económica de Ceuta y Melilla, y que se ha convertido en una forma de vida entre segmentos importantes de la población marroquí circundante”. Su práctica, además, “representa un coste elevado para Marruecos en términos de pérdida de ingresos arancelarios y de impuestos indirectos” sobre los productos.
Los ingresos por el tráfico de droga, el dudoso origen del oro que llega desde África, la corrupción que aflora en los pasos fronterizos y los elevados depósitos bancarios en ambas ciudades, de los más altos de España pese a los supuestos niveles récord de pobreza, completan la particular radiografía económica.
Un último apunte: el Instituto Elcano se pregunta qué ocurriría si Ceuta y Melilla dejaran de recibir esa catarata de “subsidios” que suponen ventajas en áreas como “el transporte, la energía, las telecomunicaciones, el agua o la presión sobre los servicios públicos”.