• Cinco siglos después de la Reconquista los musulmanes han vuelto

En el libro La España de Alá, como señala su autor Ignacio Cembrero, periodista de El País y corresponsal en el Magreb durante muchos años, se realiza un viaje a través de los musulmanes de España, una descripción de sus vidas, sus problemas, sus rivalidades y anhelos, y también de los malos pensamientos de algunos de ellos. Lo hace a la manera de un reportaje periodístico, en el que se desarrolla extensamente el tema, con las virtudes y las carencias que el género comporta. Por un lado, información exhaustiva, opiniones abundantes, numerosos testimonios, muy descriptivo y actual; por otro, insuficientemente contrastado, poco académico y distante del método científico de investigar. De ese balance, sale una obra atractiva y de actualidad, pero muy necesitada de un mayor rigor y de los requeridos contrastes.

Como subtitulo, en la portada aparece también: Son dos millones y siguen creciendo. No cabe duda que abordar el tema en el momento presente es muy interesante y que los interrogantes que se plantea el autor lo corrobora: cuántos son y donde están, cuantos van a ser en el futuro, dónde habitan los radicales, qué corrientes religiosas están en auge, quiénes son sus líderes y cómo se les combate. En definitiva, trata de comprender y explicar la manera en la que los musulmanes viven en España y los problemas que de ello se pudieran derivar. Pero, desde las páginas introductorias, el autor ya concluye, en una posición de partida en principio nada criticable, que No hay motivos para temerles. No obstante, esta declaración de principios que se antepone a las conclusiones, parece responder a los prejuicios de una opinión pública intransigente con la inmigración, asustada y condicionada por el miedo a lo diferente y, sobre todo, por el fragor de una yihad, que como el astuto Ulises hizo con sus huestes, parece venir escondida dentro del Caballo de Troya.

No es objeto de estos comentarios efectuar un análisis crítico de los libros que se seleccionan, sino exclusivamente el de dar noticia, informar, de cómo Ceuta es vista y considerada en las obras que se comentan. Hacer una crítica rigurosa de lo que en este libro se opina sobre Ceuta es una tarea que desborda la intención de estas páginas. Pero resulta conveniente informar sobre su contenido, a sabiendas de que pocos argumentos de peso se pueden encontrar publicados en nuestra ciudad para contrastar la “realidad” que el libro proclama.

Para empezar, el autor sostiene con ecuanimidad que la conflictividad de la comunidad musulmana en nuestro país no es alarmante y que el nivel de islamofobia sigue siendo bajo en la sociedad española. Estamos, pues, ante una posición tranquilizadora, que clama por la racionalización de los procesos de integración y por una sabia adaptación a la dinámica de unos cambios naturales en el devenir de los movimientos poblacionales.

No obstante, la mayoría de las situaciones que en el libro se mencionan surgen por las enormes dificultades que los musulmanes tienen para adaptarse a la moderna cultura europea, inconvenientes que no los plantean ni los chinos, ni los hindúes, ni los latinos, ni los africanos con otras religiones. El choque de los fieles al Islam con las formas de vida en un continente cada vez más secularizado es la causa principal de las dificultades, porque se trata de una religión muy conservadora que impregna a veces todos los aspectos de la vida cotidiana, pública y privada. Lo cual provoca déficits de tolerancia –muchas de las costumbres y creencias europeas son consideradas pecado o se califican de impuras por la religión-, y en los casos extremos, como sucede con el radicalismo fundamentalista, genera situaciones de una violencia indiscriminada y brutal que muchos ya consideran como una guerra declarada. Esto es lo que subyace como diferente y lo que les separa de las otras corrientes migratorias. Y eso si crea inquietud. No en vano, el instinto de la editorial se ha esmerado con el título de la obra, que implica desenterrar miedos ancestrales y provocar el desasosiego en torno a una posesión que pudiera ambicionarse como exclusiva. De manera que, aunque el mensaje sea de tranquilidad, la intención que subyace en el libro es la de explotar los temores que la situación y la cruda actualidad del tema producen.

En un texto donde la mayoría de los capítulos tienen referencias aplicadas o aplicables a Ceuta, se encuentra, además, uno de ellos específico, el número 10, denominado Ceuta y Melilla, ciudades sin futuro. Es en estas dos ciudades, junto con la periferia de Barcelona, donde el autor sitúa el meollo de la preocupación. Como en la serie El Príncipe, el capítulo comienza con una redada de la policía, para a continuación explicar la vida en los guetos e ir desgranando el nido de yihadistas, y llegar hasta el caos político y el caos económico y terminar con el caos de la frontera, sin olvidar que tanto las ciudades como los musulmanes que en ella viven están bajo el yugo de Marruecos. Pero hasta, incluso, este planteamiento pudiera estar bien, si no fuese por la forma de abordarlo y lo incompleto de su examen.

Hay que señalar que el fondo principal de las opiniones vertidas sobre el futuro económico y demográfico de Ceuta podemos encontrarlo con mayor fundamento en los estudios España mirando al Sur: del Mediterráneo al Sahel, coordinado por Félix Arteaga y publicado por el Real Instituto Elcano en noviembre de 2014 y Ceuta y Melilla: nuevos elementos en el escenario, de Carmen Gónzalez Enriquez y Angel Pérez Gónzalez, publicado por el mismo Instituto en diciembre de 2008. En muchas de las afirmaciones que en ellos se basan no es falta de rigor en el tratamiento de la problemática lo que al libro le falta. Como todos los informes de este Think tank español, se trata de investigaciones precisas que hasta el momento tan escaso interés parecen haber despertado en la ciudad, a pesar de su tremenda importancia para diseñar planes y estrategias necesarias para un futuro.

Pues bien, en ese capítulo pocas cosas positivas se vislumbran y son en demasía las que muestran el lado tenebroso de la ciudad. Pero la realidad es tozuda y el autor quiere circunscribirse a ella. Aunque la expresión antes mencionada parece el estribillo que cantamos con frecuencia cuando vemos retratada la ciudad sin objetividad. Muchos creen que existe un atractivo irresistible en los traumas que la ciudad padece y eso es pasto para el apetito periodístico, pero obviarlos no sirve de nada, es como esconder la cabeza bajo tierra, igual que el avestruz.

Señalando lo más importante, he aquí algunos comentarios sobre el capítulo dedicado a la ciudad. En principio, junto al caldo de cultivo de los jóvenes radicales - lo que denomina el nido de yihadistas en que se han convertido estas ciudades-, son dos los problemas principales que en él se suscitan: las consecuencias de la evolución demográfica y el anacronismo y la inviabilidad de su particular economía.

Aunque basándose exclusivamente en los datos de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), el capítulo aborda la tendencia demográfica de que la población musulmana sea en el futuro el grupo etnocultural dominante. De ello deriva cuatro cuestiones inmediatas: la mayoría de niños musulmanes y los específicos problemas que plantea su educación, a los que hay que añadir los planteados por los menores en situación de ilegalidad y su escolarización; la marginación y la pobreza que se ceba en el colectivo musulmán; el crecimiento del conservadurismo entre los musulmanes y las dificultades de interacción con la cultura europea en estos espacios de tolerancia y libertad; y por último, la presumible victoria electoral de los partidos de “corte musulmán” en un próximo futuro, que hará que los musulmanes sean los gobernantes de la ciudad.

Respecto de la inviabilidad económica, observa que el modelo económico en el que se sustentan las dos ciudades se agota poco a poco sin que se haya planteado alternativa alguna. De ahí la calificación de “ciudades sin futuro”. Honestamente reconoce que se equivocó en julio de 2008 cuando publicó una tribuna en El País titulada “Ceuta y Melilla: 2012 fecha de caducidad”, en la que vaticinaba que el desarrollo del norte de Marruecos y, sobre todo, su desarme arancelario con la UE, acabarían con el contrabando en unos pocos años y con su fuente de financiación. La realidad lo desmiente. No obstante, en el libro propugna que la “viabilidad económica de Ceuta y Melilla pasa obligatoriamente por su inserción en el tejido económico de Marruecos, por desarrollar con su entorno una relación económica sana y no parasitaria y frágil como la actual”.  De ello resulta no solo la necesidad de establecer una frontera comercial con Marruecos sino la de renegociar la pertenencia a la Unión Aduanera europea, pero expone que ambos son problemas políticos a los que las autoridades españolas no atienden porque se pliegan a los intereses marroquíes. “España prefiere –termina señalando- ver cómo las economías de Melilla y, sobre todo, de Ceuta se van poco a poco a pique antes que buscar el apoyo de la Unión Europea para tratar de pactar con Marruecos un esquema económico diferente que pueda salvarlas del naufragio”.

Poner el dedo en las yagas es la parte positiva del libro. Hablar de temas de los que aquí se huye, salvo honrosas excepciones, es lo que más puede interesarnos de este libro. Porque al abordarlos se pone en evidencia la falta de iniciativas existentes para afrontar estos problemas, lo que debería estimularnos para reclamarlo. Es decir, nos debería alarmar la ausencia de planteamientos alternativos, de mesas de trabajo, del ejercicio de una verdadera gobernanza para que el tiempo no nos arrase, o como dice con mayor precisión José María Campos en uno de sus libros, no seamos “ciudades a la deriva”. ¿Para cuando diagnosticar, planificar, diseñar estrategias y consensuar acciones políticas de interés para toda la ciudad?, debería ser la pregunta-respuesta ante los problemas que se esbozan.

Esto, al margen de las muchas opiniones equivocadas que en el libro se vierten. Empezando por asimilar la problemática entre Ceuta y Melilla, las cuales pueden parecer semejantes a primera vista, de forma superficial, pero que en sus matices y especificidades son tan diferentes, especialmente en lo que se refiere a sus situaciones. Y continuando por cuestionar esos hitos que destaca para poner a la ciudad a la cabeza de determinadas problemáticas nacionales, entre los que podríamos citar algunos: como el señalar que Ceuta es el lugar de España con la mayor tasa de menores infractores penales, sin mencionar para examinarlo el peculiar escenario de los menores marroquíes en situación de ilegales; o declarar que, además de Madrid, Ceuta junto con Melilla son los dos lugares de España donde el Estado cuenta con más funcionarios que la Administración autonómica, queriendo con ello destacar el peso de un modelo económico dependiente del sector público estatal, sin reparar que solo en estas dos ciudades el Estado sigue siendo competente en materia de sanidad pública y de educación, casualmente las dos materias con mayor número de funcionarios y que en el resto de España han sido asumidas por las Comunidades Autónomas, lo que invalida la base de su afirmación; o el reducir la participación política musulmana a la que se realiza por los partidos de “corte musulmán”, sin tener en cuenta la dispersión en el comportamiento político de todo el colectivo1; o abordar el caos en la frontera exclusivamente en relación con el contrabando y el “comercio atípico”, sin mencionar los efectos y las incidencias sobre el creciente turismo de clase media marroquí o los problemas que para la ciudad supone ese caos. Son algunos ejemplos.

En resumen, como señalaba al principio, resulta un libro sugerente, una llamada de atención, un intento de alertar sobre la forma de integrarse los musulmanes en España, con la intención de evitar que en ella aflore el radicalismo en las segundas y terceras generaciones, con las mismas dificultades que lo ha hecho en otros países europeos.

Sin embargo, en lo que afecta a Ceuta y Melilla, su visión es mucho más negra, pues incluso vuelve a vaticinar, como ya lo hizo en 2008 respecto al año 2012, que “las ciudades estarán algún día en manos de la mayoría musulmana, pero para entonces puede que ya se encuentren arruinadas”.

1.  Ignacio Cembrero, La España de Alá. Cinco siglos después de la Reconquista los musulmanes han vuelto. Son dos millones y siguen creciendo. La Esfera de los libros. Madrid, 2016.  386 págs.

2.  Vease Elecciones y partidos políticos en Ceuta y Melilla (1977-2012). A. Hernández y C. Laiz. IEC. Ceuta, 2014.

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