Opinión

La espada de Alejandro Magno

Cuenta la leyenda que, en agradecimiento por haber sido nombrado rey de Frigia, el labrador Gordias ofreció al templo de Zeus su yugo y una lanza bajo un complicado nudo cuyos cabos se encontraban en el interior. Quien lograse soltarlo conquistaría Asia, pero la complejidad era tal que nadie lograba desatar el nudo gordiano. Hasta que llegó un conquistador de Macedonia. Desde entonces, la famosa atadura ha pasado al imaginario colectivo como el vivo ejemplo de algo sin posibilidad de solución. Algunas fueron más allá y le encontraron a ese episodio de la mitología una perversa aplicación perfectamente ajustada a los tiempos que corren. Defendiendo sus privilegios sin piedad alguna, quienes mandan de verdad en las sociedades (y no, no son las políticas) ejercen su Poder sin distinción de color o forma, adoptando para ello las técnicas más adecuadas para cada momento y lugar. En nuestras latitudes, lo que ahora se impone es darle a todo conflicto una imagen de problema irresoluble para el que sólo nos dejan entrever un débil atisbo de luz, siempre convenientemente manipulado, faltaría más. Para salir de la crisis que ellas han construido para mayor beneficio de sus intereses, las poderosas nos bombardean con posibles soluciones que pasan invariablemente por sacrificios y recortes de derechos sociales. Con suma habilidad, orquestada con anterioridad al “ataque”, nos plantean una serie de problemas que siempre llevan el sello de irresoluble. Posteriormente, vienen las mágicas “recetas” envenenadas para falsamente resolver la disyuntiva. Estas soluciones son siempre ideadas con un solo objetivo: consolidar la nueva hegemonía de orden político; como si la combinación de los vocablos “orden” y “nuevo” no tuviese tras de sí un pasado suficientemente funesto. El caso es que el nuevo imperio no ha necesitado de carros de combate, ni de campos de concentración. Es mucho más sutil, inteligente y demoledor. Ahora, cuando en la Unión Europea todas hemos interiorizado que se ha vivido por encima de nuestras posibilidades, el axioma de moda que todo lo arregla es la Austeridad. Traducción: todas las ciudadanas deben hacer brutales sacrificios para solucionar los supuestos excesos, se merma al máximo la intervención pública (con NUESTRO dinero, no lo olvidemos) y se abren las compuertas al ámbito privado y a los indecentes beneficios a costa de lo que sea. Más cinismo no cabe. Al mismo tiempo, y a pesar de estos derroteros, todo hace suponer que en el ideal de Europa que todas tenemos, al menos la solidaridad entre países miembros es la regla de oro. Pues no. Como los H2SO4 tienen siempre la voluntad de ofrecer datos tangibles, aportamos una información oficial publicada por el propio gobierno alemán. Según el muy recto y respetable ejecutivo de Frau Merkel, Berlín ha ganado un millardo tres cientos cuarenta mil millones de euros sobre los préstamos concedidos a Grecia desde el inicio de la crisis. Las banqueras teutonas, con la aquiescencia del Banco Central Europeo, están amasando dinero a espuertas mientras que las ciudadanas helenas no logran salir de la puta miseria. Y todas a mirar para otro lado, no se vayan a ofender allí donde transita el Rin. Nosotras, cada vez más domadas y mejor adiestradas, continuamos contemplando lo que nos quieren hacer tragar: el tema es muy complicado de resolver y nada se puede hacer. Pero sigamos con los datos. El conocido Eurogrupo, en el que se negocian las decisiones económicas más cruciales de la UE y por ende nuestras condiciones de vida, está al margen de cualquier tratado europeo y no lo sustenta ninguna base legal. ¿No le parece curioso? En ese Eurogrupo están los representantes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y la Comisión Europa. Ninguno de estos tres organismos ha sido elegido democráticamente, y es lo que comúnmente llamamos “La Troika”, es decir, quien decide cómo debemos pagar la crisis, afrontar el rescate de las Bankia o Caixa Cataluña de turno o ver cómo se aumenta la edad de jubilación o se bajan los salarios. También asisten los ministros de Economía de cada país miembro. Sin embargo, además de la Troika, quien manda de verdad es el ministro de Economía alemán. Así lo relata el que fuera ministro de economía griego, Yanis Varoufakis en su último y ácido libro: Adults in the room. My battle with europe’s deep etablishment. Evidentemente, después de saber que Alemania y sus bancos ganan fortunas con la deuda griega (entre otras, claro), no produce extrañeza lo que Varoufakis cuenta en torno a quién decide de verdad en todo este tinglado, un chiringuito al que le echan varias capas de maquillaje para que, a pies juntillas, nos creamos de verdad que nosotras decidimos en algo. Si hacemos el esfuerzo de trasladar estos chanchullos de altos vuelos a los terrenos ibéricos, podremos llegar fácilmente a las analogías correspondientes. Nos van a seguir repitiendo, en un bucle sin fin, que el problema tiene una envergadura tan considerable que los sacrificios deben estar a la altura. Y aquí ya no hace falta ser Yanis Varoufakis para entenderlo: basta con mirar la nómina, las consultas médicas, las escuelas o las pensiones por poner ejemplos evidentes. Otra cosa es que queramos verlo. Resulta evidente que lo que ellas nos presentan como un nudo gordiano irresoluble, no es otra cosa que un sofisticado engendro de esclavización 2.0 que se irá incrementando si continuamos en la mullida posición de no hacer nada. Es el momento de desenfundar la espada de Alejandro Magno y, a la manera del gran conquistador, resolver la perversa ecuación a la que vivimos encadenadas. El macedonio cortó de un golpe el nudo gordiano partiéndolo por la mitad porque, según la leyenda, quien lograse soltarlo podría conquistar Asia. Como siempre, usted sabrá lo que más le conviene, pero a las ciudadanas que intentamos ganarnos la vida (nunca una expresión tuvo tanta vigencia) y a la vista de lo que hay, nos quedan muchos continentes de Libertad por reconquistar. Para ello tenemos que entender que únicamente en nuestras manos, corazones y cerebros está la solución. Si después de esta bajada a los mundos de Dante aún esperamos la llegada de otra salvadora providencial, este duro caminar que estamos padeciendo habrá sido en balde, al margen de no haber aprendido nada. Como piedra angular, debemos reivindicar los principios básicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad que se han empeñado en sepultar las que deciden por nosotras, y a las que dócilmente hemos consentido tanto. No obstante, cabe la posibilidad de que piense que estos sufrimientos son, además de supuestamente merecidos por unos inventados abusos ciudadanos, la única solución para salvarnos de una crisis a todas luces prefabricada. En este caso, más vale que vaya desempolvando a la cartilla de racionamiento, porque a este paso poco le falta para que, de nuevo, le sea de máxima utilidad.

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